En casa en el extranjero
Carla es alemana e integra la comunidad de las Señoras de Schoenstatt. Estuvo viviendo durante seis meses en Buenos Aires realizando tareas de voluntariado en distintos espacios del Movimiento. Próxima a regresar a Alemania nos cuenta cómo vivió esta experiencia.
Autora: Carla Riechel de Erfurt (Thüringen, Alemania, Instituto de Señoras de Schoenstatt.
¡Bienvenida! – Esta palabra no sólo la escuché, sino la pude experimentar realmente a través de muchas personas, con las cuales pude compartir en los últimos meses un trecho de mi camino.
Durante seis meses viví en Buenos Aires, una ciudad de millones de habitantes – con pocos conocimientos del idioma. Comencé este tiempo con gran apertura y estaba curiosa por ver lo que el cielo tenía preparado para mí.
Ante todo tuve la experiencia de una gran familia. Y una vez más estoy agradecida, de ser parte de esta Familia de Schoenstatt internacional. Una frase de nuestro Padre, con la cual me dio la bienvenida en Nuevo Schoenstatt, dice: “Vengo de casa, estoy en casa, voy a casa.” Sí, durante estos seis meses me sentí “en casa”.
En casa – en Nuevo Schoenstatt, el centro de la Familia de Schoenstatt en Argentina, que también se convirtió para mí en el centro de este voluntariado, desde donde siempre de nuevo partía y volvía.
En casa – en La Nazarena, una institución para el cobijamiento y promoción humana a familias, niños y jóvenes, para abrirles posibilidades y perspectivas o ayudar simplemente con la feria americana que se realiza regularmente. Allí me esperaron siempre con los brazos abiertos.
En casa – en el colegio Mater, el colegio de las Hermanas de María, donde 1.200 niños y jóvenes, no solo adquieren conocimientos, sino también formación de su personalidad y afectividad. Con el alemán como lengua materna, podía enriquecer las clases de alemán con prácticas lingüísticas, canciones alemanas o simplemente con mis experiencias.
En casa – en Belén de Escobar y Pilar en la comunidad de las Señoras de Schoenstatt, a la que pertenezco.
En casa – en los muchos santuarios en Buenos Aires, en Belén de Escobar, Córdoba, Salta, Pilar, en Nueva Helvecia…, donde experimenté una Familia de Schoenstatt de gran vitalidad, acogedora, misionera y socialmente comprometida. Me enteré de importantes acontecimientos históricos y tomé aún más conciencia de cuánto tiempo nuestro Padre y Fundador pasó aquí, entre 1947 y 1952. Esto deja aún hoy una huella notable en el Movimiento como Familia del Padre.
Pero también me sentí como en casa en las parroquias de la ciudad de Buenos Aires, que viven, celebran y comparten su fe de forma activa, vibrante y alegre, en la parroquia misma y más allá. Y me invitaron a acompañarlos – en la “Noche de la Caridad” a los sin techo y a los niños de la Villa 31.
Me dio mucha alegría, poder colaborar, ayudar, apoyar o simplemente compartir la vida en los distintos lugares. Y experimenté calidez, compromiso, atención e interés por el otro, a pesar de las circunstancias, a menudo difíciles.
Una huella ciertamente imborrable dejaron en mí las Misiones Familiares con la Familia de Schoenstatt del Chaco. Fueron días en los que realmente compartimos la fe y la vida – en nuestro grupo de 80 personas y con la gente del pueblo de Basail. Guardo un grato recuerdo de las visitas a las casas y de los encuentros en este pueblo y sus alrededores, con muchas conversaciones, llantos y risas, tomando mate y rezando juntos.
En casa me sentí también en una familia pequeña. En la familia de Pancho, de Argentina y Zou Di, de China, con sus dos hijos, siempre fui bienvenida. Acercándose el final de mi estadía, me contaron de una amiga de China. Había decidido no hacer más nuevos amigos, porque siempre hay despedidas. Pero, ¡qué pobre sería nuestra vida entonces!
Sí, la despedida me costó mucho. Los seis meses fueron un gran regalo para mí. Doy gracias a la comunidad de las Hermanas de María que hicieron posible este voluntariado para mí. Y doy gracias por las muchas experiencias, por las nuevas percepciones, por una nueva comprensión … y sobre todo por tanta gente que he podido conocer.
Somos una familia, – ¡internacional! Y aunque me despida, el vínculo con el país, el Movimiento y la gente… – permanecerá.