Algunas reflexiones sobre las elecciones 2023
La esperanza es la virtud que nos permite mirar más allá del horizonte y ponernos en camino hacia aquello que esperamos. Nada de eso es fácil actualmente en la Argentina. Cuesta plantarse con serenidad y esperanza ante las próximas elecciones.
No pretendo hacer una reflexión sociológica ni política. No soy idóneo para eso. Pero unos días de serenidad, me permitieron pensar en algunas coordenadas sobre las elecciones próximas que quiero compartir humildemente.
1. El enfrentamiento de dos concepciones de vida.
Me parece difícil entender lo que está pasando en el debate político actual, si no lo miramos más allá de la contingencia inmediata.
En uno de los libros de Zygmunt Bauman, escrito con David Lyon, “Vigilancia líquida” (Paidós, Buenos Aires, 2013), el autor hace una descripción que puede servirnos para entender en algo lo que está viviendo la Argentina de hoy.
Bauman afirma que la “sociedad sólida” ha construido “instituciones” con estructuras más o menos firmes, que con el tiempo, sin embargo, se fueron tornando rígidas. La política es una de ellas. Éstas buscan afirmarse en el poder y conservan su radio de influencia, lo que les proporciona además generosas ganancias. Los partidos políticos tradicionales se han desarrollado en base a estos patrones de influencia. Ellos fueron generando ciertos “dogmas”, más o menos inamovibles, donde se repiten frases, palabras o relatos, de sus fundadores. Tienen una visión de la sociedad, del hombre y de la historia, y conductas de vida más o menos previsibles. Hay valores (o antivalores) que lo sustentan y ciertos parámetros “objetivos”, que pueden aceptarse o rechazar.
Una creciente desilusión y otros factores han influido para que esta “sociedad sólida” se vaya desintegrando y perdiendo vigor. Los vicios del poder se han enquistado generando corrupción, pobreza, pérdida de la clase media, y otros aspectos negativos.
No sólo la gente joven sino también los mayores están hartos de mentiras, de dobles discursos y de privilegios sólo para algunos. La Argentina lo ha experimentado en forma vergonzosa. Esto ha generado entre otras consecuencias, una enorme tristeza.
Confrontada con la sociedad sólida se halla la sociedad liquida, que describe Bauman. Lo líquido es lo pasajero, lo escurridizo, lo que cambia y no tiene sustancia ni perdurabilidad. Han caído los esquemas tradicionales, ya no existen las “verdades objetivas” y perdurables.
En esta sociedad líquida lo que predomina es muchas veces lo espasmódico; en lo político, un gran rechazo al relato o las consignas del marketing. Lo que parecía sólido y objetivo, termina asemejándose a un gigante con pie de barro.
Aterra el pensamiento de algo demasiado rígido y se enamora de lo distinto, lo nuevo e inexplorado, lo variado. El joven y adulto de la sociedad líquida confía más en la técnica que en las personas; endiosa lo individual. Construye una variada paleta de valores, todos ellos subjetivos. Ha sucumbido lo que Sto. Tomas denominaba “orden de ser”. Sólo hay un “orden de actuar” que predomina en el discurso y los hábitos de quienes son consumidores de lo “líquido”. Todo tiene fecha de vencimiento, lo tradicional se torna rancio y sabe a café recalentado.
2. El argentino, entre estas visiones
Si miramos con atención los discursos de los actuales candidatos políticos, percibimos que ellos despliegan su contienda en estos dos planos diferentes.
Por un lado están aquellos que -más o menos- se esfuerzan por transmitir promesas que tienen que ver con valores “solidos” como el orden, la legalidad, la disciplina, la verdad, el patriotismo y la planificación.
En la otra vereda están los que prometen algo nuevo, la movilidad, lo diferente, la liquidez. Son aspectos que atañen a todos, pero que han sido -ya sea por psicología evolutiva o por opción- más propio de la mentalidad joven. La palabra mágica es libertad. No hay nada más propio en la matriz juvenil que la rebelión, la libertad y la crítica a todo lo que pueda parecerse a incoherencia y mentira.
En la vereda de la “sociedad sólida” se encuentran los que buscan seguridad: defienden la República, aspiran a estructuras que den sustentabilidad y que sean más o menos previsibles. En la otra vereda hallamos a los que apuestan a lo propio de la “sociedad líquida”: están dispuestos a arriesgar, a probar nuevos horizontes, y suponen que la quimera de la suerte se halla al lado de los que abandonan lo tradicional. “Que se vayan todos”, busquemos nuevos mares y nuevos timoneros. Ambos precisan de líderes carismáticos que los entusiasmen, aunque varios sean una total incógnita.
La discusión política se ha centrado en lo económico. Siempre fue así en la Argentina, tan carenciada de planes serios, con un déficit y deuda externa fenomenal y con gran porcentaje de pobres (43%). Pero no podemos desconocer que en el fondo de los discursos políticos, lo que realmente interesa a la mayoría es saber si las promesas de los “líquidos” o de los “sólidos” serán reales o sólo un fuego fatuo. Los “sólidos” se hallan en cierta desventaja, ya que los dos partidos fuertes que apuestan a una mayor estabilidad en octubre, no han hecho bien sus deberes en el pasado inmediato.
3. Lo que no debería faltar
Si analizamos este panorama, cabe hacerse la pregunta: ¿hay criterios posibles que nos pueden ayudar, más allá del antagonismo de estos “sentimientos existenciales”?
Me parece que a la hora de votar no podemos perder de vista tres aspectos centrales:
a. La salvaguardia de los derechos civiles. En la historia pasada y reciente de Argentina hubo (¿hay?) movimientos -sociales y políticos- que lastimaron en forma violenta o sutil los derechos de los ciudadanos: la violencia, el terrorismo, la manipulación de las personas, la incoherencia y el favoritismo, intereses egoístas y el olvido de los jubilados.
b. El respeto irrestricto a las personas y a la constitución. El respeto es un criterio fundamental, porque sin él no hay equilibrio de vida y todo se resuelve por la ley de la jungla. Respeto a las personas (¡a todas!), a las instituciones y a la Constitución.
c. La búsqueda de una convivencia que acepte las diferencias y supere las grietas. El antagonismo es un mal endémico argentino. Levantar muros y no construir puentes. Marcos Aguinis en un libro ya antiguo, El atroz encanto de ser argentinos (Planeta 2001), lo describía muy bien. ¡Cuánto nos cuenta saber disentir sin desunir!
A la hora de votar la pregunta que cada uno debería hacerse es: ¿a cuál de los candidatos que se presentan lo creo más capaz para llevar adelante un programa que toma en cuenta “lo que no debería faltar”. Nadie puede dispensarse de discernirlo.
4. ¿Dónde está cada uno?
Las elecciones nos colocan frente a un desafío: para que una Argentina nueva surja, es preciso que una Argentina vieja muera. Por lo menos en algo. Y esa Argentina vieja no depende solamente en los bolsones de los políticos, sino también de nuestro accionar.
La Argentina nueva precisa de personas que se jueguen por aquello que Jesús pidió: “Ámense los unos a los otros como yo los he amado… En eso verán los demás que son mis discípulos, en que todos sean uno”. Esto exige enormes sacrificios: por de pronto, superar la tentación de hacer juicios desalmados y discriminatorios, también respecto a los candidatos. La Argentina exige vivir las virtudes cardinales -las que regulan la convivencia social: prudencia, fortaleza, templanza y justicia. No se la pidamos solo a los políticos: tratemos de vivirlas también nosotros. Lo demás, se llama hipocresía.
Sabemos que el Señor y la Virgen nos seguirán acompañando y bendiciendo. Pero sería injusto entregarles a ellos el destino de la patria, mientras nosotros nos lavamos las manos. No es de cristianos ni de schoenstattianos. Es una “empresa” que exige ser veraces, de una sola pieza, ser justos con el salario que pagamos a los empleados, sencillos a la hora de construir nuestras casas y sencillos en amueblarlas; personas que en la praxis y no “for export” abjuran de Mamón (el dios del dinero).
Junto con ejercer el derecho y el deber de ir a las urnas y votar, tendremos en los próximos meses -y siempre- la gran oportunidad de construir una patria diferente.
P. Guillermo Carmona
Buenos Aires, Septiembre 2023