50 años del oratorio del Padre, origen y desafíos actuales
Autora: Hna. María Pilar Carrère
En la Iglesia de Cristo hubo siempre acontecimientos comparables, en algo, al Pentecostés que la fundó, irrupciones del Espíritu de Dios que generaron vivencias no explicables solo desde la lógica humana. La jornada de dirigentes del Movimiento de Schoenstatt de Argentina de junio de 1974 fue uno de esos acontecimientos; precisamente -en estos días- se cumplen 50 años de aquel evento y a eso se debe esta columna. No tuve la gracia de protagonizarla, pero he recibido muchos relatos de ello y conocí a mucha gente que, a lo largo de estos años, sigue bebiendo de esa fuente.
En 1974 se cumplieron los 25 años del tercer hito de la historia de Schoenstatt: el 31 de mayo de 1949. Por ese motivo, en mayo de ese año, se celebró en Bellavista Chile un encuentro conmemorativo de ese hito en el que participó una nutrida delegación argentina. Muchos de los que participaron de esos festejos protagonizaron luego la jornada de dirigentes de junio de ese año en Nuevo Schoenstatt y transmitieron el fuego de la misión que traían de aquella experiencia. En la jornada hubo varias charlas de los asesores referidas a la misión del 31 de mayo, el pensar orgánico y también, la Hna. M. Cristvera, transmitió las vivencias del paso del Padre y Fundador por Argentina en sus visitas y la corriente de vida que este paso despertó. Contó la experiencia profunda de paternidad que tuvieron las Hermanas con el Padre Kentenich en esas visitas, ya que él les transmitió sus vivencias en Dachau y la corriente de alianza entre él y su familia espiritual surgida como fruto de su entrega del 20 de enero.
También en uno de los fogones, Quitito Ascensio pidió a la Hna. M. Úrsula (entonces responsable de las Hnas. del Movimiento) que contara anécdotas sobre el Padre y Fundador en sus visitas a Argentina y ella contó algunas. Las vivencias de estos días fueron gestando una atmósfera de familia, de alegría y de anhelo por conocer más a fondo toda esa riqueza espiritual y vital surgida en nuestra patria.
Fue entonces que, en este clima tan especial, uno de los integrantes de la juventud masculina de La Plata de entonces, Claudio Fiorucci, le expresó a la Hna M. Úrsula la necesidad de tener en Nuevo Schoenstatt un lugar donde encontrarse con el Padre y Fundador, donde ver objetos que hubieran pertenecido a él, así como lo experimentaron en Bellavista en el jubileo de mayo, en la Casa del Padre que conocieron allá.
Por supuesto que este pedido fue un signo de Dios para la Hna. M. Úrsula quien, a la mañana siguiente habló con las Hermanas del Movimiento y, luego de reflexionarlo, decidieron ceder para ese fin el comedor de su casa. Rápidamente realizaron la “mudanza” y ambientación de ese nuevo lugar y solicitaron a las Hermanas que poseían algún recuerdo del Padre Kentenich que lo pusieran a disposición para poder exponerlo en ese lugar de encuentro. En el fogón de esa noche, luego de la presentación: “Argentina, tierra de María”, brindada por la juventud femenina, la Hna. M. Úrsula contó a los participantes que las Hermana ofrecían un lugar de encuentro con el Padre y Fundador y que ese lugar había sido utilizado por él durante su visita a Nuevo Schoenstatt en enero de 1952 como comedor y lugar de conversaciones con diversas personas. La noticia generó un impacto profundo en los participantes, se los invitó entonces a conocer el lugar, que estaba muy cerca del salón donde estaban reunidos, actual auditorio de la Casa del Padre. Los presentes fueron entrando allí en profundo silencio y con mucho respeto se encontraron con los recuerdos del Padre y Fundador: símbolos litúrgicos, alguna prenda de vestir, sus botas, algún libro, un rosario, etc, y una foto suya como signo de su presencia espiritual en medio de su familia.
Esa noche del 22 de junio de 1974 y, de esta manera tan vital, nació lo que conocemos como el oratorio del Padre en Nuevo Schoenstatt. Fue un hito en la historia de la familia de Schoenstatt en Argentina que, en esos años, experimentaba tensiones internas fruto de diversas corrientes fundadoras. Una de las corrientes era la de las hermanas que llegaron desde Alemania a fundar Schoenstatt en 1935 y que, luego de la visita del Padre Kentenich en 1947, estaban marcadas por la experiencia del 20 de enero de 1942 y la corriente de alianza entre el P. Fundador y su familia. La otra corriente provenía de Chile, muy marcada por el hito del 31 de mayo, portada por algunos jóvenes y sacerdotes que, a fines de la década del 50, comenzaron a tomar contacto con jóvenes argentinos e influyeron fuertemente en comunidades como Córdoba, Paraná y Asunción del Paraguay. Dos acentos diferentes, dos experiencias diversas de la misión de Schoenstatt y de la persona del Padre y Fundador. Pero, en esta jornada de junio de 1974, esa presencia fuerte y palpable del Padre Kentenich, fue gestando una unidad de familia. Fue el paso preliminar para la misión de Schoenstatt en Argentina que se formuló cuatro años más tarde: Con María, familia del Padre.
Es historia, pero es presente y es futuro porque, ante todo, es fuente, es misión. La historia de salvación es continuidad: “No he venido a abolir la ley sino a darle cumplimiento”[1] dice Jesús. También así en nuestra historia, el Espíritu quiere llevar a plenitud el carisma entregado. Los nuevos conocimientos de nuestra historia, los errores, las diferentes miradas, todo sirve para alcanzar una nueva plenitud. El diálogo en base a la verdad histórica, animado por un profundo respeto, será seguramente el camino que nos conduzca a ser cada vez más con María, familia del Padre, a nuestra identidad. El diálogo es el lugar teológico de la Iglesia sinodal nos decía el Cardenal Rossi sobre su experiencia en el sínodo del año pasado[2].
Es muy hermoso y desafiante encontrar a Dios y su voluntad a través del diálogo fraterno, fieles a la mens fundatoris[3], con la fe en que Dios nos entregó un nuevo carisma a través del instrumento del P. José Kentenich. Él es quien más lo vivió desde su humanidad sanada y transformada por la gracia de Dios, mediada por su maestra de vida: la Mater. Dios elige instrumentos débiles para sus grandes obras, los ejemplos son incontables y nuestro Fundador no es la excepción ¡gracias a Dios! Toda su vida es pobreza, visto humanamente. Sin embargo, en ella hay una resultante creadora indiscutible: fue y es padre para miles de personas, camino para experimentar una paternidad de Dios muy vital. Si lo es, lo es en Cristo Jesús: el camino, la verdad y la vida[4], no hay otra posibilidad. María lo condujo, como lo puede hacer con todos los que sellamos alianza con Ella, a una profunda identificación con Cristo. En esta vivencia central del Padre y Fundador, que puede ser también la nuestra, se halla el núcleo del pensar, amar y vivir orgánicos que es nuestra misión.
El oratorio del Padre de Nuevo Schoenstatt que cumple 50 años es símbolo de un paso de Dios por nuestra historia del Schoenstatt en Argentina que se actualiza y cobra nuevo significado constantemente.
Somos continuadores del carisma del Padre y Fundador. Hoy está en nuestras manos, en alianza fraterna y con la fuerza de Dios y de la Mater. La paternidad que Dios le permitió desarrollar al Padre y Fundador es un llamado a nosotros, sus hijos espirituales, para desplegar una maternidad y paternidad proféticas de cara a las enormes problemáticas sociales de nuestra Patria querida. Con la fuerza vital que surge de la fuente y la creatividad comprometida de cada uno de nosotros, fieles a la Alianza de Amor y abiertos a los dones del Espíritu, autor del carisma, construimos con esperanza una Patria familia.
[1] Mt. 5,17
[2] Card. Angel Rossi.:La experiencia del sínodo y sus aspectos más significativos. Universidad católica de Córdoba. 23.4.2024
[3] La mens fundatoris es la índole propia que el fundador imprime a su familia espiritual. Usando un término de la biología, podemos comparar el carisma con el código genético de una comunidad. Ahí está inscrita su identidad, su referencia más interna, el designio de Dios para ella. En: Virginia Parodi, El vínculo con el Fundador, ¿por qué? ¿Para qué? Ed. Schoenstatt-Nazaret. F. Varela 2011. Pag. 42
[4] Cfr. Jn 14,6