El Padre Kentenich, un padre para imitar hoy
Conocedor como pocos del hombre. Padre, amigo y maestro. Sobre todo, sacerdote: puente entre Dios y los hombres.
¿Quién es el Padre José Kentenich? Difícil de enmarcarlo en una frase. “El oído en el corazón de Dios y la mano en el pulso del tiempo”, lo describió alguien. Logró el poco común equilibrio de estar totalmente en la tierra y, a la vez, completamente en Dios: regalar una enorme cercanía paternal y, al mismo tiempo, despertar el respeto que invita a admirar lo lejano. Reflejo del Dios trascendente –el totalmente Otro– y del Dios inmanente –tan cercano que vive en nuestro interior.
Profeta de un mundo nuevo, fundó la Obra de Schoenstatt para ponerla al servicio de la Iglesia; su obra se extiende por todo el mundo y está integrada por personas de todas las condiciones posibles, con una irradiación apostólica universal. Su misión es la de formar un nuevo tipo de hombre, libre, vinculado y forjador de la historia, y una nueva sociedad de marcado carácter familiar, acuñada por el Evangelio y puesta bajo la protección de María.
Sacerdote de Cristo, llevó con Él su cruz porque durante tres años fue prisionero en el campo de concentración de Dachau y, tiempo después, durante catorce años estuvo exiliado por su Madre, la Iglesia, que probó su fidelidad y su obediencia. Compartió con Él la resurrección porque fue rehabilitado por Pablo VI en 1965, al concluir el Concilio Vaticano II. Finalmente pudo regresar a Schoenstatt, en Alemania, para regalar a su Familia aún durante tres años más, su paternidad sacerdotal.
El secreto de su vida y de su enorme fecundidad hay que buscarlo en la Alianza de Amor con María, que se hizo profunda, única, fiel, creativa y eficaz. El Fundador invitó a la Virgen a establecerse en el Santuario de Schoenstatt y él, a su vez, aceptó ser su aliado en el compromiso por la renovación del mundo.
Fue la Madre de Dios quien lo condujo hacia la Casa del Padre el 15 de septiembre de 1968. Era domingo, día del Señor y fiesta de los Siete Dolores de María. Había nacido en Gymnich, cerca de Colonia, en la Renania germana, el 18 de noviembre de 1885. El epitafio grabado en su lápida resume el sentido de su vida: “Dilexit Ecclesiam” (Amó a la Iglesia). En 1975 se abrió el proceso de su canonización. Miles de personas que le han pedido a Dios alguna gracia por su intercesión, testimonian haber sido escuchadas. El Padre Kentenich fue, por sobre todo, un profeta para los tiempos más nuevos. Alguien digno de ser imitado en el campo sembrado y fecundo de la Iglesia.