El Reino de los Cielos aquí y ahora, un testimonio de fe
Edición: Beatrice Acosta
Cynthia y Christian Arias, del Movimiento en Buenos Aires, conocieron Schoenstatt por medio del Colegio Mater. Allí, en el 50º aniversario de la partida a la eternidad del Padre Kentenich, ofrecieron su testimonio sobre su vinculación con él.
¿Que los animó a sellar la Alianza de Amor con María?
Somos padres de tres hijos y una de ellos, María, nuestra pequeña santita, quien hoy está en el Cielo, nos regaló nuestra Alianza de Amor con la Mater. Uno de nosotros la hizo cuando ella nació y el otro, luego de su partida.
¿Cómo experimentaron la ayuda del Padre Kentenich para transitar esta situación?
El Padre Kentenich fue para nosotros un guía y, si bien como familia siempre supimos que nuestra hijita estaba en el Reino de los Cielos, él nos enseñó a descubrir que el mundo sobrenatural y el mundo natural actúan orgánicamente, es decir, que no están separados el uno del otro, que no hay distancia entre ellos.
“El Padre Kentenich nos permitió ver que el Reino de los Cielos no es una idea abstracta, y que tampoco está allá lejos, sino que está entre nosotros, aquí y ahora. Esto lo experimentamos con la vida de nuestra hija María. La historia de la salvación no termina en Cristo sino que continúa hasta nuestros días y con cada uno de nosotros.
El Padre, con la propia historia de su vida y con su modelo de pedagogía, nos enseña que cada uno de nosotros fue pensado por Dios y tiene un lugar y una tarea en el plan de la Misericordia de Dios.
Desde esta concepción orgánica de la existencia, ¿qué rol ha tenido el dolor?
Lo que sufrimos, lo que se nos escapa de las manos, lo que no controlamos, lo que nos duele, lo que nos frustra con nosotros mismos, nos hace reconocer que no se trata solo de aceptar la voluntad de Dios, no se trata de la cruz de la que hablaban nuestros abuelos, una cruz resignada. El Padre Kentenich nos ha ayudado a transformar la aceptación y la resignación en “ofrenda y oportunidad” y de ese modo poder ser partícipes activos en los planes de Dios para el mundo, y ser, de alguna manera, corredentores con Cristo.
Tenemos la certeza de que Dios siempre tuvo planes para nuestra hija y también para nosotros. Cuando la contemplaba en terapia intensiva, tuve la certeza de que nuestra pequeña era una gran corredentora, con su alegría y entrega confiada.
¿Cómo es para ustedes vivir la fe en el día a día?
Dios nos habla a cada uno de nosotros, con cada cosa que nos va pasando, con la misma historia de nuestra vida; y nosotros podemos oírlo si tenemos “el oído en el corazón del Padre y la mano en el pulso del tiempo”.
Vivir con fe práctica en la Divina Providencia es escuchar en la vida cotidiana lo que Dios nos dice a través de los sucesos que nos rodean, estar atentos porque a veces Dios nos sacude a gritos y otras veces nos susurra, pero siempre nos da la libertad de escuchar su mensaje y discernir qué quiere de nosotros y si estamos dispuestos a escucharlo.
Muchas veces lo que nos pasa nos puede hacer dudar. Es allí cuando el Padre Kentenich nos invita a aferrarnos confiados a nuestra Mater, a aliarnos con Ella como él mismo lo hizo en cada circunstancia difícil que le tocó vivir.
Ya San Pablo predicaba que todos estamos llamados a ser santos…
Sí, uno es santo cuando cumple fielmente con su deber diario. Eso lo aprendimos del Padre. Poner en lo cotidiano el valor de la santidad, que la santidad no sea algo solo para algunos elegidos, sino que todos podemos ser santos y que tenemos que vivir como santos frente a los otros, desde nuestro ámbito familiar, laboral y en la vida en sociedad. Esa es la misión que nos ha legado el Padre Kentenich.