70 años de la ermita de la MTA en Colonia San José
Autor: Roberto Liñares
En un pequeño lugar, un gran lugar
Una singular amplitud nos regalaba el horizonte en la Provincia de La Pampa que, junto con la plenitud de la luz solar inundaba la mañana en cada mínimo detalle del paisaje. Los kilómetros se iban consumiendo hasta que en un desvío de tierra, coronado de eucaliptus añosos, se abría el pueblo Colonia San José. A poco de andar, se erguía, como suele suceder, el edificio más grande del pueblo, el Santuario dedicado a San José.
Eran las vísperas de una fecha muy importante para la comunidad. El 1° de diciembre se iba a llevar a cabo la re-inauguración del Templo. Al mismo se acercaban muchos paisanos. Alguno con sombrero de ala a la usanza campera, pero con detalles que los delataban como los descendientes de los primeros alemanes del Volga que vinieron a estas tierras: ojos claros, pómulos sonrosados.
Ojos parecidos habrán mirado al Padre José Kentenich, hace setenta años, cuando arribara, en viaje apostólico, a visitar a la primitiva comunidad de Hermanas de María de Schoenstatt y a bendecir, con manos de “Padre” la ermita de la Virgen Tres Veces Admirable que se construía a pocos metros del Santuario de San José.
Con estas y otras evocaciones estábamos en esa luminosa mañana, cuando fuimos recibidos personalmente por quien hoy lleva adelante la tarea evangélica en aquel lugar: la Hermana María Ester, Hermana de María Auxiliadora: Ella, con la ayuda de un grupo de servidores laicos, y muchos colaboradores hicieron posible la restauración del templo.
Nosotros, que éramos los viajeros más lejanos, venidos de Buenos Aires, en pocos minutos estábamos, junto con peregrinos venidos de pueblos más o menos cercanos, compartiendo la alegría del encuentro, con mates que iban de mano en mano.
María, siempre fiel a sus hijos
Es de destacar que la Hermana María Ester, como buena servidora de María, fue la que también llevó sobre sus hombros las tareas de mantenimiento; de restauración de la imagen de la MTA, (donada por un matrimonio de Schoenstatt), la cual había sufrido el deterioro propio del paso y la inclemencia de los años y acondicionar el lugar para la llegada de los peregrinos. Es de resaltar que el cuidado de la estructura de la ermita estuvo a cargo de la misma Virgen, lo que explica que no haya sufrido mayor deterioro en estos setenta años. En los días y crudas noches pampeanas, como en un solitario Belén, ELLA no se olvidó de los suyos y esperó pacientemente que la vengan a ver sus hijos.
Con la hondura del tiempo fueron pasando las horas. Durante el resto del día tuvimos la oportunidad de ir a visitar a nuestra Madre y Reina y estar un instante en meditación y oración frente a ella y luego recorrer los apacibles rincones de Colonia San José. La tarde declinante dio paso a la noche. Fuimos a dormir sabiendo que al día siguiente sería una bella jornada. Y así fue.
Desde la mañana se fue notando la lenta y firme llegada de peregrinos y devotos de San José, desde distintos rincones de la provincia. El mediodía fue acompañándose con choripanes, empanadas, tortas y gaseosas. Y muchas anécdotas, las cuales eran regaladas por cada uno de los habitantes.
Todo iba creciendo en medio de un clima fraterno, alegre y de agradecida fe, hasta culminar en horas de la tarde con el rezo del Rosario en el templo el cual, por gentileza de la Hermana, tuvimos el honor de dirigir los peregrinos schoenstatianos. Seguidamente, todos los fieles que colmaban el templo, fuimos en procesión hasta la ermita de la Mater, donde todos los concurrentes oramos y nos consagramos a ELLA, y los sacerdotes hicieron la bendición de la misma. Fue emocionante, después de 70 años, que schoenstattianos unidos al conjunto de todos los pobladores fieles, estuviéramos, a través de la bendición de la ermita restaurada, uniéndonos espiritualmente a nuestro Padre y Fundador, querido José Kentenich.
Poco después todos retornaron al Santuario de San José donde, antes de terminar de ingresar, se le dio una cálida recepción a las autoridades provinciales y municipales en el atrio del templo. El mismo estaba completamente lleno y expectante.
Una bendición para todos
Previo al inicio de la Santa Misa se realizó un acto de agradecimiento a autoridades y colaboradores, en cuya oportunidad la Hermana María Ester, a la par que explicaba cada uno de los detalles de las obras de restauración, agradecía uno por uno a quienes habían trabajado en ello, desde el más humilde albañil, electricista, pintor, etc., hasta aquellos que hicieran valiosos aportes económicos. Humanamente hablando flotaba una atmósfera de agradecimiento tan propia para la Misa que fue concelebrada. En nuestros corazones, el Padre Kentenich estaba concelebrando también.
Hasta nos llevamos un pequeño “souvenir” para el alma. Tuvimos la suerte de estar en la casa de Apolonia Mining, cuyo fondo fue cedido para la construcción de la Ermita. En esta casa, las dos hermanas de María constituyeron un hogar para niñas y siendo Apolonia una adolescente, las conoció, posó en una foto con ellas y conoció al Padre Kentenich.
Llegó el tiempo del retorno y nos despedimos con mucha paz. Se había hecho realidad lo que decía un volante de convocatoria: “Dios bendice a los que dan con alegría”; “San José bendiga a todos los que, con tanta generosidad, han contribuido a que su “Casa”, su “Santuario” esté restaurado. ¡Muchas gracias a todos!”. Para nosotros especial y providencialmente se nos había regalado un “momento de Tabor”. Junto a la Mater, a las huellas del Padre Kentenich. En el Santuario San José, Colonia San José. Provincia de La Pampa. En un pequeño lugar, un gran lugar.