Con los pies en la tierra y los ojos en el cielo
Autora: Cami Paternó
Una de las cosas que más me llena de alegría en mi vida es salir a misionar, y cuando me preguntan “¿por qué?”, respondo de manera muy simple y clara:
“porque no hay oportunidad más precisa para ser los pies, la voz y el corazón de María.”
En este Misión número 16 de GM, cuyas siglas significan Gaudium Mariae, el Gozo de María, aprendí que hay algo básico que no podemos olvidar en nuestro día a día y se trata de mantener esa Alegría que María nos regala, nos transmite y la cual nos hace sentir plenos. Con esta alegría en el corazón, es que este año decidimos empezar un nuevo ciclo, una “Nueva Historia” como nos gusta decir; y sentimos que fue la Mater quien eligió a Colonia Caroya para ser misionada. Respondiendo a su llamado nos comprometimos allí como misioneros y cada día nos dirigimos a misionar y a brindar esa alegría que tanto nos caracteriza y que tanto queremos contagiar hacia los demás. Porque fuimos y somos fuego del amor de Cristo y hasta encender ese fuego en Colonia no hemos de detenernos.
Nuestro fuego del espíritu es encendido en cada misa, en cada adoración, en cada oración de la noche y en cada momento de comunidad que compartimos juntos. Tuve una vez más la oportunidad de ser puente entre el cielo y la tierra, de poder ser ese instrumento que María tanto necesita; sin pensar que eso se terminaba allí, sino sabiendo que la misión no es tan solo los nueve días que visitamos Colonia Caroya, si no que son los 365 días del año en el que acompañaremos a los caroyenses y en lo cotidiano de nuestro entorno diario.
Este es nuestro desafío, un desafío gigante pero hermoso, porque cuando flaqueamos y caemos, está Ella nuestra Mater del Cielo, sosteniéndonos de la mano y haciéndonos recordar que tenemos la misión de llevarla a donde la gente necesite: a la facultad, a nuestro grupos de amigos, a nuestra familia, trabajo e incluso a quienes en el trajín diario no habíamos reparado.
GM16 nos dió fuerza y encendió en nosotros una chispa divina, y es deber nuestro hacerla crecer para que sea llama y fuego que se contagie.
¡Esto recién empieza! Tomo en mi corazón la memoria de estos días de muchos amigos y compañeros en la Fé, consejos, risas, espiritualidad, un Sí, una Misión y sobretodo el amor de nuestra Madre del cielo que es el principio de un viaje que nos acompañará toda la vida.