Seamos fuego de su fuego
Autor: Hna. M. Elizabet Parodi
El carisma del Padre José Kentenich
Si te preguntan qué es un carisma, ¿qué dirías? Ana pensó un instante y respondió: una misión. Y agregó que además, es un desafío. Su respuesta me hizo pensar. Obviamente es ambas cosas, pero antes que desafío, incluso antes que una misión, el carisma es un don, un regalo, algo que nos fue dado gratuita e inmerecidamente.
El carisma del P. Kentenich no es en primer lugar una tarea, antes que nada es una experiencia de Dios, un modo concreto de encuentro con Él, un camino de santidad: su modo de vivir en comunión con Dios, con la Iglesia y con la familia humana.
Es que la novedad de un carisma no está en primer lugar en su contenido teológico; lo nuevo es la originalidad de la experiencia y la forma concreta en que la viven el fundador y sus seguidores. Por eso, cuando al P. Kentenich le preguntaban qué es lo nuevo de Schoenstatt, la respuesta en un primer momento puede desilusionarnos porque solía comenzar aclarando que todo lo que anunciamos, en realidad, ya está en la tradición de la Iglesia…
En Schoenstatt lo nuevo es la experiencia personal de encuentro con Dios por la alianza de amor, por la presencia educadora de María en el santuario. La novedad es nuestro camino pedagógico para vivir desde esa experiencia. Lo nuevo es que descubriendo la plenitud humana de María me vuelvo capaz de descubrir a Dios, de manera concreta, en cada persona, en mi trabajo, en mi red de vínculos, en mi historia. Lo nuevo es que esa experiencia ilumina mi vida, se hace un fuego que me enciende y que comparto.
El carisma se anuda en la alianza de amor
En su vínculo con María en el santuario el P. Kentenich sana y ordena toda su red de vinculaciones –consigo mismo, con los demás, con Dios, con la historia de su vida– y anuda su imagen del hombre y de Dios a quien descubre en diálogo vital y permanente con nosotros. A tal punto que ese descubrimiento se transforma en su “visión del mundo”, en lo que él llama una fe capaz de encontrar activamente a Dios en todos los acontecimientos de la historia y de vivirlos en diálogo con Él. Fe práctica en la divina providencia, la cosmovisión de Schoenstatt, es lo que el fundador solía llamar nuestro carisma. Esta experiencia se anuda en la alianza de amor con María.
Ser fuego de su fuego
El carisma de nuestro fundador es un regalo inmerecido, un fuego que recibimos y que nos ha encendido, un fuego que no es nuestro, pero que a la vez somos nosotros mismos. Es decir, que no lo llevamos como quien lleva una antorcha, sino que nosotros mismos somos esa antorcha. La misión no la hago yo, con el tiempo, la misión “soy” yo.
51 años después de la muerte del fundador el Espíritu Santo nos regala otra forma de encendernos en ese carisma que no se da por la presencia física del Padre y fundador entre nosotros, pero que se da por su experiencia del carisma, por la fuerza de su espíritu, de la mens fundatoris.
Esa fuerza nos regala el discernimiento para para elegir las formas y caminos que consoliden la continuidad del carisma pero que, a la vez, respondan a las nuevas exigencias y desafíos, a las preguntas que el Padre no respondió porque no las conoció. Si no se da ese doble juego sucede lo siguiente: o bien Schoenstatt se desprende de su origen o bien se anquilosa en la historia y el carisma pierde su fuego.
La certeza de una alianza que transforma es nuestro modo de llevar el fuego del carisma a la Iglesia. Desde Evangelii gaudium hasta Gaudete et exsultate el Papa lanza un clamor para afirmar la dignidad del hombre en el horizonte de cambios y de confusión cultural que vivimos. Nosotros respondemos a ese clamor a través de nuestra vida en alianza de amor con María. La Iglesia necesita nuestro testimonio, la Iglesia necesita que vivamos hoy el carisma que recibimos de nuestro fundador.
¿Dónde están los santos schoenstattianos que son fuego de su fuego? Ana se quedó pensando y luego contestó: Dios quiera que estén entre nosotros, vos, yo, los que lean estas líneas.