Schoenstatt en Salta: nuestra historia
Autor: Matías A. Lanusse, Coordinador Diocesano de Salta
Llega Schoenstatt a Salta
Corría el año 1975, era el mes de junio y en el Bachillerato Humanista Moderno se vivía tiempo de clases y estudio. El Padre Esteban Uriburu – que había llegado a Salta desde Buenos Aires por un plan pastoral – visitó el colegio un miércoles de ese mes y dio una charla a los alumnos reunidos a la hora de salida.
Un grupo de adolescentes de 14 años, que cursaban el 4to año, pidió al Padre que fuera a su curso porque les había agradado su disertación. Para ello solicitaron a la profesora de historia que les cediera las horas del día siguiente, a lo que la profesora accedió. Y allí estuvo el Padre las dos primeras horas de clases de ese día jueves, hablándoles del ideal de tomar a María como modelo de mujer, de Schoenstatt y citándoles la vida de Bárbara Kast (miembro de la Juventud Femenina de Chile) de quien acababa de escribir su biografía.
Al retirarse prometió enviar el libro para el curso y se llevó consigo la dirección de una alumna por medio de la cual comenzaron los contactos. Así se iniciaba Schoenstatt en Salta, justo después que el Instituto de los Padres había decidido no iniciar ninguna “nueva fundación” por no contar con instrumentos suficientes para atenderla, lo cual nos muestra que Schoenstatt en nuestra tierra estuvo en los pensamientos de Dios, en sus planes de Padre.
Un cielo en la tierra
Era el mes de enero de 1976 y acababa de finalizar el campamento de la Juventud Femenina en Córdoba. Dos chicas que habían tomado parte en él sabían que en Salta había un grupito de cinco jovencitas que estaban en el Movimiento y decidieron aventurarse a venir a conocerlas. Con ellas tuvieron un maravilloso encuentro en las puertas de La Choza (casa de retiros de hermanas franciscanas en San Lorenzo) el 7 de febrero de ese año, en un día nublado y fresco.
Entonces, por primera vez, el grupo – que después se llamaría Pilares ardientes de la Inmaculada – conoció a la Madre Tres veces Admirable de Schoenstatt, al Padre Kentenich y al Santuario por medio de fotos, interiorizándose en la Obra de Schoenstatt. Aprendieron la primera canción schoenstattiana: Caminando en Alianza – compuesta por el mismo sacerdote de quien escucharon por primera vez la palabra Schoenstatt, el Padre Esteban Uriburu – y fueron tan felices que bautizaron a ese día como “Un cielo en la tierra”.
Monseñor nos da el terreno
Vivían en Córdoba unos muchachos salteños que estaban realizando sus estudios universitarios y se habían unido al Schoenstatt cordobés. Cuando supieron que en su tierra natal se había iniciado el Movimiento, quisieron apoyarlo y comenzaron a hacerlo por medio de cartas y más cartas con las que alentaban a las principiantes.
En el verano de 1976/77 vinieron de vacaciones y se conocieron con ellas. Los muchachos sabían que lo más importante en Schoenstatt es el lugar de gracias, por eso insistieron en definir un lugarcito en donde colocar la imagen de la Mater como sitio de vinculación permanente.
Fueron audaces y para ello llegaron hasta el mismo Arzobispo, Monseñor Carlos Mariano Pérez, en busca de la posibilidad de colocar una imagen en la Curia. Desconocían que en uno de sus cuartos había, desde hacía años, “un enorme cuadro” que le mismo Monseñor Pérez había traído desde Milwaukee – la ciudad de Estados Unidos donde estuvo exiliado 14 años el Padre Kentenich -. Frente a esta imagen Monseñor pedía a la Santísima Virgen que Schoenstatt se instalara en su tierra salteña. Lo más hermoso fue que, antes que ellos hicieran su pedido, Monseñor Pérez dijo: –“Yo tengo un lugar para el Santuario”.
Y ese mismo día, 10 de enero de 1977, fue con los muchachos y las chicas del grupo hasta el terreno de Tres Cerritos, donde hoy está el Santuario, llegaron hasta el arbolito – donde se colocaría después la primera ermita -, bendijo el lugar y dejó junto a él una medalla del Señor y la Virgen del Milagro. Los muchachos dejaron una de la Mater.
Se bendice la primera Ermita
El terreno de la quebrada de Tres Cerritos había comenzado a ser el tan ansiado lugar de peregrinación y encuentro. Y fue el 15 de septiembre de 1977 cuando se bendijo la primera ermita: una pequeña caja de madera que se colocó en el arbolito a los pies del cual Monseñor Pérez había bendecido el terreno. Ese mismo día, las primeras chicas sellaron su compromiso de grupo, por el que asumían la fundación en Salta como tarea y misión frente a la Familia.
El 24 de agosto de 1978, con la presencia de peregrinos y vecinos del barrio, se celebró la primera Santa Misa en el nuevo terruño de María en nuestra tierra.
Y fue otro 15 de septiembre, esta vez de 1979, cuando se selló la primer Alianza de Amor, en un día de sol, frío, bendecido…
Desde los comienzos siempre estuvo la conciencia de que Schoenstatt ha de estar en nuestra Salta entrañablemente unido a la tradición del Milagro.
Una nueva Ermita nos cobija
Los años fueron pasando y poco a poco el Movimiento, en sus comienzos un grupo, se fue haciendo Familia.
El Santuario todavía se veía lejano pero, con el incentivo del Párroco de la Medalla Milagrosa, se pensó en la posibilidad de hacer una Ermita Grande: un lugar de recogimiento que sirviera a la vez para hacer pequeñas reuniones y que pudiera cobijar el altar de las Santas Misas en caso de que lloviera. Así, con mucho esfuerzo, con entusiasmo, con amor y con fe en la Providencia, se construyó la ermita de material que el mismo Monseñor Pérez bendijo el 10 de diciembre de 1983 en una hermosa y concurrida ceremonia.
A ese acontecimiento siguió un tiempo de crecimiento y cambios.
Caminamos hacia el Santuario
Había que seguir dando pasos hacia el Santuario, por eso el 18 de noviembre de 1985 se peregrino con la primitiva ermita de madera hacia el lugar que se había mirado como el sitio para el Santuario: se sacó la cajita del árbol, la pequeña ermita que nos cobijó desde el comienzo, y se la colocó en la Tipa grande que nos esperaba unos metros más arriba.
Por entonces, todavía se caminaba para llegar hasta allá por un angosto sendero entre arbustos y yuyos. Durante mucho tiempo se haría así, hasta que se tomó la decisión de abrir un camino y construir una escalera que llevase las estaciones del Vía Crucis hasta el lugar del Santuario, Tabor de María, pedacito del cielo en la tierra.
El Santo Padre bendice la piedra fundamental del Santuario
Los años seguían pasando, pero no pasaba el anhelo por el Santuario, sino que crecía.
Se vivía el año 1987 y el Santo Padre Juan Pablo II llegaba en abril a Argentina y a nuestro suelo. Surgió entonces un deseo: -“Que el Papa bendiga la Piedra Fundamental para nuestro Santuario”. Con este anhelo, un grupo de hombres peregrinó hasta uno de los lugares más altos de la provincia con acceso por ruta. De allí, de lo alto, trajeron una pesada piedra.
Esa piedra fue llevada al predio de Limache – donde habría un encuentro masivo con el Papa – y colocada justo a los pies de la primitiva cruz del Señor del Milagro. Un grupo de representantes de la Familia se ubicó entre la gente en un lugar destacado – que podía ser bien visto por el Papa – con un gran cartel que, en letras rojas sobre blanco, llevaba escrito en polaco: Santo Padre, bendiga la piedra fundamental del Santuario de Schoenstatt. Estamos seguros que en su corazón así lo hizo.
Recibimos el lema para la construcción del Santuario
La pequeña y primitiva ermita de madera esperaba siempre al peregrino allá arriba, pasando aquella otra ermita grande y sólida que se había construido para nuestra Señora. Llegar hasta allá tenía el encanto de los primeros tiempos de la fundación y recordaba que la meta aún no había sido alcanzada, que había que construir el Santuario.
Era el mes de diciembre de 1987 y se cumplía un nuevo aniversario de la Ermita. Para festejarlo se invitó a Monseñor Blanchoud a celebrar la Santa Misa. Terminada la ceremonia, se peregrinó hasta el árbol que cobijaba la pequeña ermita de madera a cuyos pies estaba la Piedra Fundamental, llevada hasta allí el 18 de octubre.
Se hizo entonces un acto, que fue sencillo y emotivo, para reafirmar la decisión de caminar hacia el Santuario. Entonces, Monseñor contó que, cuando había sido designado Arzobispo de esta arquidiócesis, se encontraba en Río Cuarto, en Córdoba, trabajando como Obispo y que terminaba una campaña de evangelización en cuya clausura no había podido estar presente por tener que venir a cumplir con su nueva función.
Quiso dejarnos por ese motivo aquel lema que había acompañado esa campaña como lema para el tiempo de construcción del Santuario. Y, entonces, tras bendecir el lugar nos entregó el lema: Cristo Redentor llega por María.
Construimos el Santuario
Siete largos años pasaron desde que se recibiera el lema para la construcción del Santuario y el inicio de ese tiempo. Los plazos se acortaron y la concreción del tan acuñado sueño se precipitó.
El 5 de marzo de 1994 en un cálido encuentro familiar, se dio la primera palada. ¡Y ahora está ahí! ¡El sueño del hogar ha dejado de ser un sueño! ¡Es una realidad casi veinte años después de que la llamita se encendiera! Ahora esa llama brilla segura. Pero, todo regalo exige una tarea. Habrá entonces que velar para que, ya encendida, nunca se apague sino que brille con más y más fuerzas, ¡hasta que el mundo entero glorifique al Padre!
Bendecimos nuestra Casa
El 18 de octubre de 1994, Monseñor Julio Blanchoud, en una muy sentida e inolvidable ceremonia, bendijo nuestro Santuario. El trabajo de años, primero de un grupo de jóvenes, luego de una Familia y de una poderosa Campaña del Rosario, dio sus frutos. El permanente aporte al Capital de Gracias, el ir descubriendo día a día el profundo paralelismo que tiene Schoenstatt con el Milagro Salteño, hizo posible que María tuviese su casa.
El primer Santuario del NOA, como se lo llamó en un principio, el décimo quinto en Argentina, ya era una realidad. El 15 de septiembre el pueblo salteño renovó su Pacto de Fidelidad con el Señor y la Virgen del Milagro: “Tú eres nuestro, nosotros somos tuyos”. El 18 de octubre la Familia de Schoenstatt de Salta, del NOA, renovó su Alianza de Amor con la Madre Tres veces Admirable: “Nada sin Ti, nada sin nosotros”.
La Ermita primitiva, chiquita, en su cajita de madera, aún nos ilumina y espera a lo alto del predio, donde terminamos la escalera de piedra y el Vía Crucis. Ya los años transcurridos, sentidos en sus físicos por varios de los pioneros Aliados de María, acompañaron una nueva idea de que la Ermita Grande, debía ser como el grano de trigo, debía morir y dar sus frutos.
Por estas dos razones, una profética y la otra realista, hoy a la entrada del Santuario, con una piedra de mármol redonda se recuerda el lugar donde estaba la Ermita Grande que nos cobijó durante 10 años. Con toda su historia, su vida, su Capital de Gracias, hoy son los cimientos del Santuario que acompañan la Piedra Fundamental bendecida por Juan Pablo II.
Coronamos a María
Se acercaban los 15 años de la bendición de nuestro Santuario. Schoenstatt en Salta había tenido épocas de crecimiento y épocas de “la noche oscura del alma”, como dijera San Juan de la Cruz. En estos tiempos es cuando más se notó el compromiso y entrega personal de un grupo de peregrinos fundadores muchos de ellos, y un grupo de señoras: “Las Piedras Vivas”, que fueron quienes semana a semana estaban con las puertas abiertas del Santuario para que nuestra Madre cobijara a sus peregrinos y pacientemente nos esperara para continuar con nuestra transformación interior y posterior envío apostólico.
El crecimiento de la Campaña del Rosario, sobre todo en diferentes pueblos del interior de la provincia de Salta y en barrios aledaños a la ciudad, también fue fundamental para el crecimiento de Schoenstatt, para la bendición de innumerables ermitas y Santuarios Hogar.
Después de 4 años, donde se llevaron a cabo sendos Ciclos de Conferencias públicas en Salta, dando a conocer Schoenstatt, y la pedagogía de nuestro Fundador en pos del Hombre nuevo para una Comunidad Nueva, la Familia vuelve sus tiempos al Santuario y decidimos coronar a nuestra Mater.
El 18 de octubre de 2009, festejando los 15 años de la bendición del Santuario, coronamos a María como “Reina de la Familia, corazón del Santuario”, regalándole una corona que representa en su simbología lo que cada Rama, la Campaña, cada peregrino, quiso destacar en esta corona como la rayera de las imágenes del Milagro que también están presentes, recordando la profunda vinculación de nuestros Patronos con nuestra querida Mater.
Nuestra identidad
La Familia de Salta crecía. Año tras año se iban consolidando las Ramas de Juventud Femenina y Juventud Masculina, fortaleciendo y ofreciendo a la comunidad salteña y del NOA, sus retiros, cenáculos y la Misión de Verano Ignis Mariae. Nuevos Grupos de matrimonios en la Obra Familiar, Federación, Instituto, a la par de más peregrinos que la Mater atraía a su Santuario a través de nosotros sus instrumentos. La Campaña, la Misión Familiar.
No podemos dejar de nombrar el Colegio Santa María con su impronta schoenstattiana y decenas de promociones ya egresadas y sus docentes y directivos que se formaron también con el acompañamiento de nuestros asesores los Padres Esteban Uriburu, Horacio Sosa, Antonio Cosp, Guillermo Mario Cassone, Guillermo Carmona, Juan Pablo Cattoggio, Pablo Mullín, Pablo Pol, Tommy Delloca y ahora Tute; las visitas de Isabel Mujica, y el sello que dejó muy marcado no sólo en el Colegio sino en todos nuestros corazones, la Hna. Marie Madeleine, por nombrar en ella a todas las demás Hermanas que vinieron desde los primeros días allá en la década del 70 hasta nuestros días, principalmente acompañando a las chicas de la JF.
Y a toda esta historia queríamos ponerle nombre y plasmar nuestra misión. Mucho camino recorrido, de crecimiento y no tanto, pero siempre volviendo a nuestro Santuario y siguiendo nuestra devoción generacional al Señor y la Virgen del Milagro.
Nuestro Santuario cumplía sus 20 años y ya caminando hacia la “mayoría de edad”, fue cuando empezamos a juntarnos y a compartir talleres y a despuntar cuál sería el nombre de nuestro Santuario y fundamental, cuál sería nuestra misión.
El 19 de abril de 2015, y bajo una explosión del Espíritu Santo, bautizamos nuestro Santuario como “Milagro de Fidelidad”, y plasmamos nuestra misión reconociendo lo que se había hecho, lo que se había vivido hasta ese momento, que era lo que queríamos seguir haciendo y creciendo con este fin, “Fidelidad por fidelidad, ser Familia para la Iglesia”.
Un tirón de orejas
Nuestro Santuario estaba reluciente, tenía su nombre, reconocimos nuestra Misión, la Mater coronada… Pero el 2 de diciembre de 2016, nos robaron la corona de la Mater. Más que una pérdida material, nos dolió mucho más, que en ella estaba plasmado lo que cada uno quiso regalarle a su Reina.
En las “Doce Estrellas de María”, el himno a la Señora del Milagro, hay una estrofa que describe la súplica de María al Padre por el perdón de su pueblo salteño, y dice así: “Perdona Dios mío a tu pueblo, sino la corona de Reina aquí os dejo”. Inmediatamente que conocimos el robo, tomamos en forma personal y como Familia esta estrofa y nos preguntamos cuál era el mensaje de la Mater para todos nosotros como instrumentos suyos, como Familia.
Todo un año trabajando para volver a sellar nuestra Alianza de Amor con Ella, con nuestra Reina, todo un año de nuevos compromisos y de caricias de la Mater que nos mostraba el camino para la Familia Salteña. El 2 de diciembre de 2017, al año exacto del robo, re-coronamos a nuestra Mater como “Reina de la Familia, corazón de la Iglesia”. La corona en sí tiene algunas modificaciones sobre la original, y el nombre dado a María como Reina también, fruto de las nuevas generaciones que tallaron fuerte en los 8 años que habían pasado.
Jubileo de los 25 años
Durante el transcurso del “Año del Padre” empezamos a vivir la proximidad del cumpleaños número 25 de la bendición del Santuario. Y surgió la propuesta de iniciar la conquista espiritual y material del Arcángel San Miguel.
Los últimos años que hemos vividos por los argentinos, han sido extremadamente duros, entre la realidad político social de nuestro país, los ataques permanentes a nuestra Iglesia y sobre todo a la Familia, el intento de reconocer una ley que libere el aborto, entre los momentos más tensos. Qué mejor que prepararnos para nuestro Jubileo de los 25 años de la bendición del Santuario, pidiéndole al Arcángel San Miguel “…defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la adversidad…” y bajo su protección y su presencia a los pies de nuestra Mater, nos fortalezca como instrumentos y en nuestra misión “Fidelidad por fidelidad, ser Familia para la Iglesia”.
Y unidos a la Familia Nacional, vamos a coronar a nuestra Mater como “Reina de la Unidad de los argentinos”, y a nuestro Arcángel le rogamos:
Hacia la unidad de los argentinos, San Miguel Arcángel, muéstranos el camino.