Llegó la hora de las mujeres convocadas
Autor: Hna. Clara María Bercetche
En un revolucionado mes de octubre signado por el adviento electoral, las inundaciones, los brotes de violencia en Latinoamérica, Europa y Medio Oriente, quizás pasó como una noticia más la 34º edición del Encuentro Nacional de Mujeres realizado en La Plata.
¿Nos habremos tomado el tiempo de observar ese fenómeno y de elaborarlo como voz del tiempo, del ser y del alma, así como nos enseñó a hacerlo el Padre José Kentenich?
Cuando se presentaban situaciones nuevas, él solía orientarse por tres palabras:
Werden, es decir, cómo surgió esto, de dónde viene.
Wesen, cómo definir su esencia.
Wirken, cómo se manifiesta, qué es lo que trae aparejado, cómo se refleja en vida.
Sigamos entonces estos pasos:
Werden. En 1985 un grupo de mujeres argentinas participó en la Clausura de la Década de la Mujer en Kenia, África. Cuando regresaron, pensaron en la necesidad de autoconvocarse para tratar la problemática específica de las mujeres en nuestro país, “donde al igual que en el resto del mundo sufrimos una marcada discriminación en el rol que tenemos en la sociedad”. Desde entonces se reúnen cada año en distintos puntos del país. Esta es la génesis más cercana, no hay duda de que emerge de una larga historia muchas veces mirada de soslayo.
Como bien escribía Víctor Manuel Fernández, Arzobispo de la ciudad de La Plata: “son mujeres, de muchos colores, con diversas formas de defender sus derechos, y también con diferencias entre ellas… Las une el sueño de una verdadera igualdad, y la ira se entiende cuando se recuerda la historia, siglos de opresión, de humillación, de dominio machista, de violencia”.
Wesen. Según la información que brindan las mismas mujeres, se trata de un encuentro: autoconvocado, horizontal, federal, autofinanciado, plural y profundamente democrático. En el corazón del encuentro se declara la independencia de todo otro agente que pueda aglutinarlas: son autoconvocadas. Ellas deciden quiénes son, qué necesitan y cómo lo lograrán. Ellas son parámetro para toda decisión. Declaran el “no” a toda dependencia.
En su horizontalidad se decapita todo principio superior. No hay espacio para un orden sobrenatural.
Wirken. Como resultado se percibe una enorme cantidad de mensajes, diversos y hasta, a veces, contradictorios. Se presentan como mujeres, pero exigen pleno respeto a la diversidad de género. Abogan por el cese de la pornografía infantil, la prostitución y la trata de personas, pero piden la eliminación de la objeción de conciencia en lo que respecta a la salud sexual. Por eso concluyen que “a partir de ahora somos un colectivo de seres que se unen”.
Nos resulta muy esclarecedor el término que ellas mismas escogen: “Somos un ‘colectivo’ de seres que se unen”. Deducimos entonces que ese ‘colectivo’ es una sumatoria de reclamos que se proclaman desde el llano. Escuchemos lo que nos decía nuestro Padre y Fundador luego de haber pasado por el campo de concentración, en sus conferencias de 1946 tituladas “La imagen católica del hombre”:
“Aprendamos a juzgar correctamente la época actual y, al final, tengamos la certeza respecto al rumbo que se ha de tomar…Se trata de la revolución del ser… Nuestra misión es estudiar el orden objetivo del ser en todo sentido y adecuar nuestro obrar a ese orden. Por eso la gran ley: Ordo essendiest ordo agendi. El orden objetivo del ser tiene que seguir siendo la norma para nuestro orden de la vida. ¿Qué efecto tiene la revolución del ser? … Aquí vemos las cinco llagas de la época. Es el hombre: desdivinizado, despersonalizado, sin moral, sin alma, disociado – disociado de Dios – disociado de los hombres y dividido en sí mismo”.
Al mirar las imágenes de la prensa nos encontramos con miradas vacías, opacas, miradas desafiantes o expresiones de amargura y violencia. ¡Con cuánto gusto deseamos ofrecer a esos ojos, la luz que desconocen!
Muchas de esas vidas sufren lo indecible porque nadie les indicó un norte certero. Por eso continúa nuestro Padre y Fundador en la fuente ya citada:
“El hombre autosuficiente estalla de ambición e ilusión por el poder y, por otra parte, dice: mi existencia es la existencia de una criatura colmada de angustia… Los hombres se han convertido en una masa de hielo. También el mundo que nos rodea se ha convertido en hielo”.
¡Con cuánto gusto deseamos ofrecer a esas vidas, la calidez que desconocen!
A esta imagen de mujer que nos presentan, queremos ofrecer un modelo más acabado. Conocemos una mujer plena de luz y calor: María. Ella nos enseñó la verdadera femineidad.
A la mujer que está enferma por huir de Dios, le contraponemos aquella que lo busca de día y de noche, aquella que es “adicta” a Él.
A la mujer que busca un espacio de poder y de lucha le contraponemos aquella que es toda alma y reconoce que su dignidad es inconmovible porque surge de Alguien que la amó, que la hizo a su imagen y la acompaña. Esa dignidad se manifiesta en el servicio, porque servir es reinar.
Monseñor Fernández nos recuerda que “hay una serie de reclamos urgentes que las unen a todas… y que debemos caminar hacia una sociedad más inclusiva”.
Sí, no hay duda, estas mujeres autoconvocadas son un mensaje de Dios. Este nuevo encuentro del que fuimos testigos es un “disparador” de algo muy profundo que se va perfilando cada vez más. Visualizamos un cambio de época del que ya nos hablaba nuestro Padre y Fundador desde la cárcel de Coblenza. Desde allí, el 31 de diciembre de 1941 escribía: “Un mundo viejo está en llamas y en el horizonte se están perfilando los rasgos de un mundo nuevo que va a nacer”.
Un tiempo de cambio en el que se visualiza otra imagen de Dios, pero sobre todo, del hombre. Y en este tiempo de cambio, ¿juega la mujer algún rol particular? ¿Es osado afirmar que la imagen de mujer define el futuro de la humanidad? Leemos en la Escritura que “el Dragón persigue a la Mujer” (Cf Ap 12, 4) ¿Por qué justamente a ella? Porque es ella la que gran Educadora del hombre nuevo, la que engendra a Cristo en cada alma y en el alma de la cultura. Un tiempo nuevo exige una nueva imagen de hombre: de varón y de mujer. Pero es justamente la mujer la que acompaña esta gestación y alumbramiento, la que lo forma nuevos rasgos en él.
Estamos en el umbral de los cien años de la presencia de la mujer en Schoenstatt, queremos ser y dar respuesta. Somos convocadas, pero no por nuestra propia voz, débil e inconsistente, sino por la Palabra del Padre que se hace carne en María. Esa voz superior nos llama, nos une y nos envía como un ejército de pequeñas Marías al campo de batalla del mundo de hoy.
Sabemos bien cuál es el mensaje que necesita el mundo, sabemos bien hacia dónde caminamos: nos orienta nuestro Padre y Fundador, él se dejó sanar por María: mujer y madre. Él tiene algo que decir a la mujer porque oyó su grito interior, leyó su alma y con reverencial entrega, se puso a su servicio.
Con él rezamos: “¡Que surja María! La oscuridad rodea la tierra, allí debería nacer Cristo. Y María dio a luz a la Luz, a Cristo. También hoy reina la oscuridad en toda la tierra. Y por eso: ¡que surja María!”
Hna. Clara María Bercetche
Profesora de Biología. Actualmente responsable de la Editorial Schoenstatt Nazaret de las Hermanas de María de Schoenstatt en Argentina.