Federación 2020: Hoy y para los próximos cien años
Autor: Hugo Barbero
“A pesar de tener grandes expectativas de que el trabajo (con la Organización Externa) continuara, no le presté ninguna atención. Aun cuando diferentes personas me escribieron consultándome que hacer, guardé silencio. Todo debía comenzar a partir de ellos.” (P. Kentenich, 1927)
El tiempo previo al nacimiento de la Federación Apostólica fue protagonizado por la ansiedad de un lado y la paciencia desde el otro, pero, como todo en Schoenstatt, fue decidido a través de una conjunción de gracia de Dios y colaboración humana.
El Padre Fundador esperó confiado que se plasmase en hechos lo que parecía una iniciativa divina. Los jóvenes comprendieron que no se tiene lo que se desea sino lo que se quiere…y pusieron en juego su voluntad, dócil y firme a la vez. Experimentaron el Santuario como hogar y también como taller.
“Todo debía comenzar a través de ellos…”
“Ellos” venían de la guerra, es decir de la sangre, del miedo, del horror, de la muerte. Sin embargo todo comenzó a partir de esos veinticuatro jóvenes que habitaban un país derrotado, destruido, endeudado, triste… En ese ambiente decidieron cultivar la vida interior y proyectarla a otros. Los sostuvo la fe (“La fe es el esfuerzo por alcanzar aquello que esperamos”, Hb 11,1), los impulsaron la magnanimidad y la voluntad de superar obstáculos en nombre de Dios.
La voluntad, cuando se deja inspirar por el Espíritu, adquiere una dimensión superior: se hace conciencia de misión.
“Ellos” somos nosotros, los herederos.
Los herederos también habitamos en un país agrietado, empobrecido, endeudado, con un tejido social atravesado por múltiples “herejías antropológicas” (expresión de gran significado kentenijiano). Formamos parte de una Iglesia herida, agrietada, desacreditada a los ojos de muchos ¿cómo no desear algo distinto?
Cabe preguntarnos que sentimos si ponemos la mano en el pulso del tiempo y que auscultamos en el corazón de Dios…. Cabe preguntarnos cuales serán las actitudes y actos concretos que, con María, nos harán padres de un mundo nuevo desde el servicio desinteresado a la vida ajena (esa vida que no le es ajena a Dios).
Confiados en la ayuda de la gracia, que siempre está presente, parece ser, una vez más, que “todo debe comenzar a partir de ellos”…nosotros.
A nosotros “el amor de Cristo nos urge”.
Hugo Barbero, Médico Pediatra, miembro del Curso 4 de la Federación de Familias de Schoenstatt de Argentina.