Razones del vínculo al Padre Kentenich
Este 16 de noviembre recordamos el cumpleaños del Padre José Kentenich. Desde Schoenstatt Argentina queremos celebrarlo durante todo el mes compartiendo estas reflexiones en torno a los fundamentos filosóficos y teológicos del vínculo que une a la familia schoenstattiana con su fundador. Esta es la primera entrega de un trabajo elaborado por un Círculo de Investigación integrado por siete miembros del Movimiento de Schoenstatt que busca aportar pistas para una catequesis actualizada del vínculo con el Padre Kentenich.
Autor: P. Juan José Riba
El 2 de julio de 2020 la teóloga alemana Alessandra von Teuffenbach publicó un artículo en el diario alemán “Tagespost”, donde exponía con crudeza una serie de acontecimientos en la vida del P. Kentenich que lo había llevado al exilio. Se detenía especialmente en acusaciones de abuso de poder e, incluso, de índole sexual que, según ella, no habían sido suficientemente sopesadas en el ya iniciado proceso de canonización. El artículo levantó un manto de sospecha sobre el actuar del padre y su integridad.
Este escrito cayó como una piedra arrojada el lago sereno de la Familia provocando muchos círculos concéntricos. Padres, Hermanas de María, laicos se apresuraron a salir a clarificar y cuestionar lo afirmado. El tema estuvo en el primer plano del Movimiento (en especial en algunos países) unos dos meses y luego se fue apagando. De todas maneras su planteo quedó repicando y ameritaba investigar y estudiar más las razones de la vinculación al Fundador que en Schoenstatt, como es sabido, conforma unos de los tres puntos de contacto.
Así fue que, semanalmente durante dos meses con un pequeño grupo de siete personas armamos un “Círculo de investigación” para abordar “el vínculo al P. Kentenich”. Del mismo participaron laicos, sacerdotes y consagrados. Este escrito quiere recoger las investigaciones, si bien queda bajo mi responsabilidad lo afirmado. Busca aportar pistas para una catequesis actualizada del vínculo al P.Kentenich.
El apóstol Pedro exhorta a los primeros cristianos a “dar razones de vuestra esperanza a cualquiera que os pida explicaciones” (I Pe 3, 15). También nosotros estamos llamados a dar razones del vínculo al P.Kentenich que para la Familia ha sido manantial de vida a lo largo de los años.
Agreguemos que Von Teuffenbach nos ha llamado una vez más a volver al Padre, su historia, que es nuestra historia como Familia. Ella nos movió a indagar sobre la verdad de la historia. Nos asiste el espíritu evangélico expresado en aquella frase del Señor: “la verdad os hará libres” (Jn 8, 32) y el anhelo del Padre: “…mi respuesta es la misma: lo que me importa es la canonización de la verdad. Todo lo demás para mí es secundario” (Kentenich 1951).
El misterio del vínculo
Estamos hablando de un vínculo y se hace necesario recordar qué entendemos por ello.
Al P. Kentenich le gustaba destacar que “el hombre es un ser atado a un nido”. Este nido está constituido por múltiples lazos los cuales, cual raicillas, mantienen viva a la persona y a las comunidades. Distinguía entre vínculos ideales, locales y personales. Los ideales los conformaban aquellas ideas, valores, convicciones que sostienen y orientan mi vida. Los locales son vínculos al suelo donde nací, a la patria y terruño donde vivo, a la lengua que hablo, etc. Los vínculos personales: a mi familia, a mis parientes, mis amigos, sacerdotes, religiosas, maestros, etc. Todo esto hace que sea una persona arraigada y me protege de devenir en títere de las opiniones, de los poderosos y sus maquinaciones. El desarraigo del hombre de hoy, “el sentimiento de orfandad” con palabras de Francisco, es uno de los costados más oscuros y dolorosos de la cultura contemporánea, que lleva a una sociedad de masas, magistral y sutilmente conducida por la sugestión y los massmedia. Por eso, si queremos personalizar al hombre y darle un rostro humano a la cultura de hoy debemos comenzar recordando, sanando y plenificando los vínculos.
Debemos destacar que todo vínculo personal es propuesto, no se puede imponer al hombre. Se despierta con la simpatía y llama a la puerta de mi libertad. Por lo tanto necesita de un tiempo para madurar, consolidarse y así, sostenernos y sostener.
En los vínculos personales hay también una jerarquía. Para una persona casada su conyugue, sus hijos revisten más importancia que alguien de su entorno. Confusiones afectivas en este campo provocan desconcierto y dolor. En el mundo religioso es lo mismo: un sacerdote, un catequista, una religiosa puede jugar un rol decisivo en mi vida espiritual. Esto nos invita al siguiente punto.
El vínculo al P. Kentenich
En este contexto vincular hay que colocar la relación al Padre Kentenich que tiene rasgos especiales. El P. Hernán Alessandri, en este sentido, nos recuerda tres leyes, desarrolladas por el Padre, que conducen y orientan el actuar humano.
La primera es la ley antropológica de los símbolos: “por ser el hombre un espíritu encarnado, para poder entregarse enteramente a una causa y a una idea, necesita conocerla no sólo con su inteligencia, sino de manera que todo su ser vibre por ella, también la parte sensible. Esto trae por resultado una ley universal: la necesidad de los símbolos”. En nuestra historia argentina encontramos símbolos personales como Perón, Alfonsín, Favaloro, Vilas, etc. En la Iglesia los Papas Juan Pablo II, Pablo VI, la Madre Teresa de Calcuta. Son símbolos que movilizan nuestro ser y que manifiestan en sí mismos todo un mundo. El hombre los necesita y no puede vivir sin ellos.
La segunda ley es la importancia de las causas segundas: “Según ella, Dios gobierna el mundo a través de causas segundas, es decir, a través de criaturas y, especialmente, de causas segundas libres, de los hombres. (Ex. 4, 15-16; Rom. 13, 1ss)”. Para gobernar el mundo Dios quiere servirse de personas, sea en el plano de la familia, de las instituciones, de los países. Él no hace esto por incapacidad sino para que el hombre participe en la construcción del mundo. “Tú prolongas en sus pequeñas manos tus grandes manos, Señor”, dice bellamente un himno de laudes.
Si bien esto vale para todos hay, sin embargo, quienes resultan casos preclaros: “Hay criaturas, personas, a las cuales Dios transmite de manera especialísima sus cualidades y que, por lo mismo, no solamente son mensajes encarnados suyos, sino que pasan a ser también modelos de lo que Dios quiere realizar con nosotros”. Esto se da por excelencia en Jesucristo, también en María. Pero pensemos en Abraham, en Moisés, en los grandes santos que han sido casos insignes como San Benito, San Francisco, San Ignacio. En el plano secular se da esta misma realidad: pensemos en la figura de George Washington para los EEUU o San Martín para nosotros. Lo que sucedía a ellos, acontecía de alguna manera a todo el pueblo del que eran sus referentes.
Esta ley está íntimamente entrelazada con la ley de dependencia membral, genialmente explicada por Jesús con la imagen de la vid y los sarmientos (cfr Jn 15, 1-7). Hay personas que Dios escoge regalándoles un don para entregar al mundo. Si me adhiero a ella con fe también participaré de su carisma. Sobre esto volveremos más adelante.
Resumiendo:
1- El hombre para ser y crecer necesita de vínculos.
2- En los vínculos personales hay una jerarquía: unos son más importantes que otros, Esto vale tanto para el plano religioso como secular.
3- Todo vínculo necesita crecer y no puede ser impuesto a nadie: si es verdadero despierta mi amor y mi libertad para atarme y crecer juntos. Si no es verdadero, se puede volver una atadura tóxica que me va minando lentamente.
En la próxima entrega nos detendremos en el fundamento bíblico del vínculo que nos une al Padre Kentenich.