Los inocentes de hoy
Autor: Hugo Barbero
Herodes “El Grande” fue proclamado rey de los judíos en el año 39 a.C. El suyo fue un reinado caracterizado por oportunismos de toda clase y una política de tirano, con un temor obsesivo por sediciones, complots y traiciones.
Murió en el año 4 d.C., habiendo perseguido antes a un niño que había nacido en el pequeño pueblo de Belén, al cual consideraba una amenaza para su reino. Bajo el influjo de esa amenaza y contrariado por el fracaso en engañar a unos magos venidos de Oriente, mandó matar a todos los niños menores de dos años que vivían en Nazareth. Unos pocos y AMENAZANTES niños.
¿Qué amenazas trae consigo la vida de un niño?¿Qué temores despierta? ¿Contra qué seguridades atenta?¿Qué orden establecido se verá alterado?¿Qué intereses serán afectados?
Lucas, en el primer capítulo de su Evangelio, registra una pregunta distinta, esperanzadora, una pregunta que interroga sobre posibles talentos ocultos en cada nueva vida, sobre sensibilidades que habrán de despertarse a lo largo del futuro….si es que a ese futuro se le concede la posibilidad de que, alguna vez, se transforme en presente. ¿Qué será de este niño? (Lc, 1, 66)
Herodes ya no está, pero sus temores u otros temores sí.
El niño, los niños, siguen siendo motivo del recelo de los adultos. No son los niños quienes recelan y temen a los adultos, son éstos los que se sienten amenazados por ellos. Debe ser cierta una frase que escuché hace poco “el adulto no es más que un niño empobrecido”.
Si, sin duda eso es lo que ha pasado. Ese empobrecimiento ha sido contagioso y ha adquirido características de PANDEMIA, pandemia que se traduce en 73 millones de niños a lo largo y ancho del mundo, a los cuales se “interrumpirá” su vida intrauterina cada año.
Es que son niños que amenazan en muchos casos seguridades, intereses, comodidades. En otros, son parte de realidades de vida adversas que deberían recibir una respuesta distinta, que no sea la muerte.
No hay progresismo alguno en la muerte. No se puede, en nombre de ideologías o intereses económicos, cercenar el primero de los derechos humanos. No caben los cálculos sobre los costos económicos del aborto legal versus el clandestino, ni las consideraciones sobre en qué momento se es persona (del ámbito filosófico proviene una frase acorde a estos planteos: “hay quienes enturbian las aguas para que parezcan más profundas”). Dos gametos humanos solo pueden generar una naturaleza humana, desde la cual se desarrollará la CONDICION HUMANA, ese SER único e irrepetible al cual parecen esperar expectantes los vecinos de Zacarías, en el cap. 1 de Lucas.
Soy médico pediatra, en mis años jóvenes he pasado noches en vela junto a niños de menos de 1 kg. que luchaban por la vida en una incubadora. En esas horas cargadas de expectativas y temores, comencé a preguntarme por qué le concedíamos a ese niño la posibilidad de vivir, de ejercer su primer derecho y por qué otros, con mayores posibilidades, eran privados del mismo. Aún hoy me pregunto esto…
“Hay que salvar en la cuna el porvenir de la Patria”. La frase es de Ricardo Gutierrez, ilustre pediatra argentino, fundador del Hospital de Niños que hoy lleva su nombre.
Hoy es necesario acompañar, proteger, asistir, cuidar a las madres, no dejarlas a merced de sus temores, sus miedos más profundos.
Porque “hay que salvar en el vientre el porvenir de la Patria” hay una tarea por hacer: ayudar a que el niño viva, protegerlo, educarlo para que no llegue a ser, cuando adulto, “un niño empobrecido”.
Hay una tarea por hacer.