Los envió de dos en dos
Autora: Agustina Suvá
Entre el 26 de diciembre y el 5 de enero más de 400 jóvenes de distintas provincias fueron a misionar. A pesar de que todo les jugaba en contra por el aumento de casos de COVID a nivel nacional, se pudieron concretar las misiones… y realmente fueron una fiesta.
60 jóvenes salteños misionaron en el El Galpón, 80 tucumanos en Trancas, 120 cordobeses en Colona Caroya y 150 bonaerenses en Balcarce. Fueron acompañados por sacerdotes de la Comunidad de los Padres de Schoenstatt y, en algunos casos, por Hermanas de María. El grupo misionero MTA de Buenos Aires este año cumplió 20 años.
“¿Pasar Año Nuevo misionando? No hay chance.” “¿10 días muriéndote de calor, durmiendo en el piso?” “¿Bañarse con agua fría?” … Expresiones como estas se pueden recoger miles, y boicoteadores de misioneros hay varios más. Por suerte el joven misionero tiene un no sé qué en su corazón inquieto que lo motiva, que lo impulsa, y que le enseña que realmente vale la pena jugársela por algo más grande.
“Yo vuelvo cada año a misionar porque me enriquece terminar y empezar el año con María y con Jesús. Este año en la misa de Año Nuevo justo se hicieron las 12 en el momento de la Consagración, y realmente fue muy emocionante poder estar en ese lugar y vivir el comienzo del año de esa manera. Este año fue más difícil por la pandemia, hubo actividades que no pudimos hacer o tuvimos que modificar, pero a pesar de todo la misión fue increíble.” Rosario García Bes, misionera de Ignis Mariae Salta.
Misión Ignis Mariae Salta Misión Ignis Mariae Salta
En el año 2009 fui rectora de la Misión Ignis de Salta y Tucumán. En una visita a una casa una señora nos preguntó cómo teníamos la fuerza para misionar, cómo éramos capaces de dedicar tantos días a ayudar a los demás “sin recibir nada a cambio”, cómo hacíamos para cargar con los problemas de los demás. En ese momento, iluminada por el Espíritu Sant, le dije:
“Nosotros cargamos con nuestras cruces todo el año, sin duda tenemos nuestros problemas, nuestras dificultades, y somos jóvenes comunes y corrientes. Sin embargo, durante estos días de misión elegimos ayudar a otros a cargar sus cruces para aliviárselas, aunque sea unos días, unas horas. Simplemente venimos a que por un ratito compartamos nuestras cruces y nos aliviemos mutuamente.”
Hasta el día de hoy recuerdo la expresión de asombro de mis compañeros cuando salimos de la casa, y me río porque realmente fue una iluminación. La señora quedó aliviada, pudo abrir su corazón y contarnos aquello que tanto le pesaba. Pasaron más de diez años de eso y hasta el día de hoy lo sigo recordando como si hubiera sido ayer. Las misiones en la juventud me enseñaron que lo importante es regalarse como uno mismo, hablar de corazón a corazón y contagiar la alegría de vivir en Cristo.
Misionar es encuentro, encuentro con el otro y con uno mismo. Sonará trillado, pero sin dudas el misionero termina misionado, termina aprendiendo de aquél al que supuestamente fue a ayudar. El joven misionero termina lleno de enseñanzas y lecciones de vida.
“La escuela de MTA te conecta. En tiempos de hiperconexión y sobreabundancia de pantallas, un diagnóstico postpandemia compartido en distintos niveles: “no conecto”. Lo escuché en relación con los amigos, con Dios, con parejas y con uno mismo. En esos momentos peleo con la tentación de ofrecer protocolos de conexión, de cambiar routers y de forzar apagones. La mejor conexión se da en la medida que cada uno puede descubrir sus propias señales. Voces del alma. Mociones del espíritu. Mundo interior. Cada vez estoy más convencido. Es desde adentro. Es desde uno. Afuera están las recetas protocolizadas, la técnica desencarnada que diagnostica y la tradición despersonalizada que te anula. Dios ya está tirando señales adentro tuyo. Navidad toda la vida y una noche junto a Vos; si no hay galope se nos para el corazón.” P. Juan Molina.
Joven misionero, ¿por qué seguís misionando? A pesar de que todo te juega en contra, a pesar de que todos te dicen que es más divertido irse de vacaciones o salir en Año Nuevo. ¿Por qué lo hacés?
Porque misionar es alegría, es camino y enseñanza. De cada misión uno crece, de cada charla uno aprende, de cada peregrinar uno se educa. Es una escuela de humildad, donde los gestos valen más que mil discursos, donde los abrazos llenan el alma, y donde las lágrimas lavan heridas del corazón. Misionar es único e indescriptible, “es el mejor estado del hombre” diría Jose María Sanguinetti, misionero de Salta.
Y lo mejor de todo es no estás solo. Son cientos de jóvenes a lo largo y a lo ancho del país jugándosela por el mismo ideal: enviar el mensaje de alegría de Jesús y de María con su testimonio joven. “Los envió en grupos de dos en dos” (Lc 10, 1). Acá no estás solo, siempre va a haber alguien al tuyo acompañándote en el salto de confianza y jugándosela por lo mismo.
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