Misa exequial del Padre Antonio Cosp
Compartimos la homilía del P. Martín Gómez Asensio, Director Nacional del Movimiento en Paraguay, de la Misa exequial de nuestro querido P. Antonio.
Queridos hermanos:
Celebramos esta Eucaristía en el Santuario Joven para despedir a nuestro querido hermano el Padre Antonio y para encomendar su alma, después de una hermosa, fecunda y plena vida sacerdotal. Rezamos todos juntos como familia para que Dios lo reciba en su Reino eterno. Junto a la Iglesia celebramos hoy a las grandes mujeres mártires de Cartago, santas Perpetua y Felicitas. Hago un juego de palabras con sus nombres, para pedir al Padre Dios que le de la “perpetua felicidad” a su hijo y servidor que trabajó por su Gloria hasta el último momento de su vida.
Es muy difícil hablar en estos momentos. Ayer, Domingo de noche, estuve con él en el hospital: se reía…hablaba lo más bien…cuando le decíamos que le íbamos a llevar su helado preferido se le iluminaban lo ojos…rezamos, me dio su bendición de la noche (que guardaré para siempre como un tesoro…) y luego yo le di la bendición a él…siempre con su sonrisa permanente…con esa alegría que lo caracterizaba…hasta el final…con esa alegría y esa sonrisa, -estoy seguro- nos estará iluminando desde el cielo…Hoy tuve la gracia de poder darle la santa Unción y mientras rezábamos el rosario, después, exhaló su espíritu…su corazón se detuvo…ese corazón que latió y latió toda su vida por amor a Dios, por amor a la Mater, por amor a Schoenstatt, por amor a las personas que Dios le confió en su larga y fecunda vida sacerdotal; ese mismo corazón dejó de latir a las 9,45 hs…El Padre Dios, llamó a su hijo junto a sí, para siempre. Se me vinieron a la mente las hermosas palabras de nuestro Padre:
“Cuando el Esposo me invite a las bodas y en el cielo me colme de amor; cuando la Madre con orgullo guíe hasta el padre a su hijo, que en la tierra le causó a él tanta alegría, entonces mi alianza suscitará todas mis fuerzas diciéndome: ¡Ha llegado la hora de tu amor!” (HP nº599)
¡Sí, querido Padre Antonio! Ahora estás renovando esa alianza para toda la eternidad…llegó la hora del amor eterno, del amor para siempre…
Quisiera aprovechar para decir unas palabras de agradecimiento. Agradecer al Dios de la vida que nos regaló al Padre Antonio y agradecer por todo lo que él nos entregó…Es mucho, y es imposible resumirlo en tan pocas palabras…Voy a intentar…
1) Quiero agradecer a Dios por la filialidad del Padre Antonio; por el amor a Dios y ese amor cálido, filial a la Mater que él irradiaba. Era un niño con un corazón de Padre. Él encarnaba muy hermosamente lo que el Padre Fundador decía del Ideal del varón: “un niño ante Dios y un Padre para los demás”. Así llegó también al final de su vida, con sus casi 80 años (el próximo 26 de marzo), poniéndose como un verdadero niño en las manos del Padre Dios, sobre todo en este último tramo de su vida, con sus limitaciones y su enfermedad, los achaques de la edad…
2) Queremos agradecer por su gran amor y su fidelidad a la Mater. Él ya desde niño le tenía un gran cariño a María, por su familia y su formación salesiana. Pero desde que se “enamoró” y se consagró a la Mater de Schoenstatt, su Reina, se dio por entero a Ella. Le dio totalmente su corazón; se puso en sus manos también como sacerdote e instrumento y vivió esa fidelidad a Ella hasta el final. Podemos aplicarle al Padre Antonio las palabras de Pablo: “he combatido el buen combate, he llegado a la meta en la carrera, he conservado la fe” (2Tm 4,7).
3) Ese gran amor a Ella se expresó en un gran amor a su terruño, a su santuario, a la tierra santa de Tuparendá. En el evangelio que acabamos de escuchar (Cfr. Jn 14,1-6) Jesús nos asegura que Él nos ha preparado un lugar, una casa en el Cielo, y que ahí hay muchas moradas, muchas habitaciones. Nos podemos imaginar que Jesús y la Mater han recibido en el Schoenstatt eterno, en el Tuparendá eterno, a aquél que tanto amó y trabajó por la fecundidad de nuestro lugar de gracias, por ese lugar que se ha transformado en la casa de todos, en la casa de innumerables personas; ese santuario que ha cambiado tantas vidas…(Me lo imagino paseando junto a tantos que nos han precedido por los cocoteros del cielo…).
4) El Padre Antonio fue un gran apóstol de Schoenstatt. Su entrega a la Mater, en aquellos lejanos años de 1959, se fue expresando con el tiempo en su gran amor a la familia de Schoenstatt, a la que se entregó con todas sus fuerzas especialmente aquí en Paraguay, como también en Argentina… años y años de entrega fecunda, silenciosa, alegre. Todo el inicio y el desarrollo del Schoenstatt paraguayo no se puede concebir sin el aporte y la fecundidad generosa y abnegada de nuestro querido Padre Antonio, uno de los primeros de la generación fundadora. Estas estrofas bien podemos aplicárselas a él: “nos escogiste a nosotros (a él), para a los vientos lanzar, la misión que el Padre eterno al Paraguay entregó. Edificar nuestra patria como la Nación de Dios, de nuestra América joven, generoso corazón”. Un gran Padre, pero también un gran estratega y visionario, un gran impulsor y dinamizador de la familia y de tantos corazones…un gran constructor de la Nación de Dios…
5) Él fue un gran apóstol de la Alianza de Amor. Por eso, quise que se leyera esta lectura del Apocalipsis que describe la vida eterna como una alianza de amor sin fin: “el vencedor heredará estas cosas: Yo seré su Dios y el será mi hijo” (cfr Ap 21,1-8). Es la fórmula bíblica para la Alianza. Como hijo, fue instrumento y apóstol, y por eso se entregó para poder anunciar este gran mensaje de la alianza a tantas personas. Podemos decir que su misión de vida fue poder vincular a los hombres al corazón inmaculado de María Santísima. ¡Cuántas personas le deben al Padre Antonio el hecho de que ellas hayan llegado al corazón de la Mater, al santuario, a Dios, por medio de su paternidad sacerdotal!
6) El Padre Antonio fue profundamente sacerdote. El vivía con pasión su sacerdocio en nuestra comunidad de los Padres de Schoenstatt. Y no se puede entender su vida sin el misterio de este sacramento que recibió hace ya casi 51 años atrás y que vivió con tanta alegría hasta hoy, desgastándose por los demás(¡Para mi personalmente y para muchos, su sacerdocio fue siempre un gran ejemplo y testimonio de vida!). El año pasado, celebrábamos sus bodas de oro sacerdotales, y con él dábamos gracias por su fecunda vida sacerdotal, en la que él se empeñó en imitar el sacerdocio de nuestro querido Padre Fundador, el Padre José Kentenich, a quien el padre Antonio le tenía una gran admiración y cariño. Junto a todo su curso, llamado el “Verbum Patris”, (“la Palabra del Padre”), en su ministerio fue un particular difusor y apóstol del carisma del Padre Fundador, sobre todo, con su ejemplo y su paternidad.
7) Queremos agradecer a Dios por la bondad del Padre Antonio. Él irradiaba una bondad innata, esa bondad que brota de los corazones puros, de las almas limpias y transparentes, “sin doblez”, como es el elogio que Jesús hace a Natanael en el evangelio (Cfr Jn 1,47). Esa bondad que se manifestaba en sus gestos, en su calidez, en su sonrisa y en sus palabras…siempre tenía una palabra de estímulo, siempre intentaba ver lo positivo en cada persona, siempre contagiando optimismo y esperanza…
8) Queremos agradecer a Dios por la paternidad del Padre Antonio. El fue nuestro “paí Guazú”. Un hombre muy fraterno, muy hermano, pero también un gran Padre para muchísima gente. Sin duda que nos sentimos huérfanos hoy…mucha gente me ha dicho: “siento que se me ha muerto un padre, un referente, un papá”. Y sí, en su sacerdocio el vivió esa hermosa paternidad espiritual que despertó tanta vida y se irradió de modo particular en nuestra querida familia de Schoenstatt.
Para ir culminando. El Padre Antonio fue miembro de esa generación fundadora que dio la vida por Schoenstatt y por la Mater. Miembro de esa primera legión y por tanto podemos quiero aplicar a su persona estos versos de aquella famosa canción:
“La primera legión,
quién podría olvidarla,
entre miles y miles ella fue la escogida;
muchachada que alegre,
victoriosa y gallarda
por el Reino de Schoenstatt
inmolaran sus vidas.
Se entregó por entero,
con audaz corazón,
sin preguntas ni quejas, la primera legión.
La primera legión fue la más victoriosa,
acallar nadie pudo su cantar de esperanza;
ni prisión ni destierro, ni la sangre ni el fuego,
ni el morir con la muerte que sellara su alianza.
Todo, todo, lo dieron, por cumplir su misión.”
Querido padre Antonio, te vamos a extrañar muchísimo. Pero damos gracias por haber compartido tanto con vos en esta tierra y por la bendición que ha sido tu vida para todos nosotros. Sabemos, como santa Teresita de Lisieux, que no vas a permanecer ocioso en el cielo, sino que “pasarás tu cielo haciendo el bien en la tierra”. Seguí bendiciéndonos, seguí sembrando desde arriba, seguí alentándonos, seguí mostrándonos horizontes amplios y grandes sueños, y sobre todo, seguí enseñándonos a amar a Dios, a la Mater y a los demás como vos nos mostraste con tu vida. Amén…