Tiempo de preparación
Autor: P. José Javier Arteaga – Padres de Schoenstatt
Queridos hermanos y hermanas:
Ha comenzado el Mundial de futbol y toda la atención en las conversaciones y en los medios gira en torno a los partidos, a la selección y si nos posicionamos para ganar la copa. La gran pregunta es si la selección está bien preparada para ganar.
Pero sin hacer tanto ruido – como todas las cosas trascendentes – este domingo comienza el tiempo de Adviento y un nuevo año litúrgico.
La palabra adviento proviene del latín adventus y significa “venida”, por eso estas cuatro semanas del Adviento son un tiempo de preparación a la venida del Señor.
El Adviento tiene una doble significación: es un tiempo de preparación para Navidad, donde recordamos y celebramos la primera venida de Dios a nosotros y, además, el Adviento nos motiva para la futura segunda venida de Cristo al final de los tiempos. Por eso nos preparamos para recibir al Señor. ¡Cristo vino, viene y vendrá!
En los primeros días del Adviento la liturgia destaca la esperanza en la segunda venida de Cristo al final de los tiempos. Lo vemos en las lecturas bíblicas de hoy:
- En la lectura del profeta Isaías nos revela su visión de la Ciudad Santa de Jerusalén, símbolo del Reino de Dios en el cielo. Los hombres de todos los pueblos se encaminarán hacia esta ciudad celestial, que se halla al fin de nuestro camino en nuestra vida terrenal.
- En la segunda lectura, San Pablo nos exhorta a decidirnos en favor de Cristo; Él es el verdadero camino para llegar a la Jerusalén celestial. Nos dice: “Dejemos las obras propias de la oscuridad y tomemos las armas de la luz”. Necesitamos las “armas de la luz” que Cristo nos da para enfrentar las tinieblas, las tentaciones y luchas que abundan en esta vida. Quien vive en la espera de la venida del Señor se esfuerza por caminar en la luz de Cristo, no se deja estar ni se adormece: “Ustedes saben en qué tiempo vivimos y que ya es hora de despertar”. Este tiempo es para nosotros el tiempo decisivo: se trata de nuestra vida eterna.
- Por eso, en el Evangelio de hoy, Cristo nos muestra claramente las consecuencias de nuestras decisiones de vida: “De dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro dejado. De dos mujeres que estén moliendo, una será llevada y la otra dejada”. Nos recuerda que la venida del Señor, como nuestro final, será inesperado como el diluvio en tiempos de Noé o un ladrón que llega en la noche. Cristo nos exhorta a una espera atenta y esperanzada, tal como lo indica en el Evangelio de hoy: “Esten preparados, porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora menos pensada”.
Esta actitud de estar preparados para Dios, Jesucristo no sólo la enseñó, sino que la vivió durante toda su vida aquí: Cristo vive abierto, atento, en diálogo con Dios su Padre, y – fiel a esa “escucha atenta” de Dios – realiza la voluntad del Padre.
¡Viene el Señor! Tengamos esa misma actitud de apertura, de espera atenta y confiada en Dios. ¡Se juega nuestra vida eterna! ¿Estamos bien preparados?
Decía el P. Kentenich que “la medida del anhelo es la medida de la gracia”. Si anhelo poco, si espero poco, poco me esforzaré y poco recibiré. El que anhela mucho, si se esmera y trabaja, recibirá más. Más aún si mi anhelo y meta es la gracia de Dios, que Dios venga y reine en mi vida. Entonces pediré: ¡Ven Señor!
En estas cuatro semanas la Iglesia nos invita a esperar, anhelar fuertemente y preparar el corazón para recibir a Dios. ¿Cómo podemos prepararnos?
- En la oración de cada día, reflejo de mi anhelo y esperanza: ¡Ven Señor!
- En la conversión interior, rechazando lo que me aleja de Dios: ¡Ven Señor!
- En las obras de amor, expresión concreta de mi anhelo de Dios: ¡Ven Señor!
Miremos a María y a José, ellos reciben al Señor: primero en el anhelo y luego en la presencia cotidiana de sus vidas. Ellos son imágenes de la espera anhelante, que con su sí generoso hacen posible la Navidad diciendo en su corazón ¡Ven Señor!
Queridos hermanos, que la oración, la conversión interior y las obras de amor simples y concretas, sean la fuerza y expresión del anhelo de recibir a Dios que viene en la Navidad.
En el Santuario pido al Señor y a nuestra Madre y Reina, para todos ustedes y sus familias, abundantes gracias y anhelos de Navidad.
Que tengan un bendecido tiempo de Adviento.