Carta de alianza julio 2022
El Espíritu en Pentecostés enciende el alma y nos da una misión
A pedido de Pablo, el Director del Movimiento, les escribo esta carta para compartir algunos pensamientos en este día de Alianza.
Como es de esperar, hoy nos siguen llegando las repercusiones del Congreso de Pentecostés, celebrado hace un mes y que nos deja mucho material para seguir trabajando y pensándonos como Familia.
El valor del Congreso de Pentecostés
El espacio del Congreso, la capacidad de convocar a personas de muchos países y la posibilidad de dialogar sobre los temas importantes del Movimiento y discernir la vida desde un encuentro fraternal son cuestiones que lo vuelven importantísimo para este tiempo. Por eso, sería crucial que muchas más personas de otros países ausentes y, sobre todo, dirigentes del Movimiento, tuvieran más participación en el próximo Congreso. Es necesario que ya se vaya pensando desde lo económico para que cada vez sea más un espacio donde se decidan los pasos que debemos dar como Familia en cada época. Son quienes coordinan o dirigen el Movimiento quienes tienen que participar con su presencia y voz porque son quienes más conocen la realidad, especialmente los consejos diocesanos y los asesores. Así, también, podría abrirse la participación a las comunidades internacionales, que desde su lugar como pars motrix de la familia, podrían asegurar una representatividad y participar, así como lo hacen en la vida del Movimiento, compartiendo la vida de los institutos y federaciones.
El Padre Kentenich: su carisma, nuestro carisma
Sin duda, la voz del tiempo nos puso una vez más frente a la persona de José Kentenich como fundador, pero también, cuestionado por distintas instancias debido a las acusaciones que derivaron en la suspensión del proceso de canonización.
Esta suspensión fue un cimbronazo para la Familia, dado que hizo aflorar el temor de lo que pueda pasar al movimiento a partir de esta resolución del Obispo de Tréveris. De todos modos, con matices, he podido comprobar dos cosas: primero que, más allá que no hay elementos que pudieran incriminar al Padre de lo que se lo acusa (hubo serias investigaciones en la década del 90 ́ y una reciente que hizo el Obispo de Tréveris que no hallaron pruebas condenatorias hacia el Padre), la Familia sigue teniendo plena confianza en la figura del Padre y sigue reconociendo su lugar central: casi nadie en la familia duda de la santidad del Padre Kentenich a pesar de que no esté declarado por Roma.
Lo segundo es la centralidad que sigue teniendo el Carisma del Padre Kentenich en la configuración de Schoenstatt. No es un simple movimiento mariano que se destaca por rezar a la Virgen o hacer misión con una imagen. Su esencia incluye esto, pero es mucho más original. Schoenstatt es un movimiento profético y lo es porque Kentenich es un profeta. ¿Qué quiero decir con esto? Tengo la convicción de que Dios elige a determinadas personas a lo largo de la historia para guiar a su pueblo, imprimiendo nuevas formas que contengan mejor el Espíritu. Los tiempos cambian, las formas también, el Espíritu es el que anima. Y son los profetas los que descubren el sentir del Espíritu para el tiempo. Por eso el Padre se adelantó al Concilio Vaticano II y, no solo eso, dijo que donde terminó el Concilio es donde debería haber empezado.
Un ejemplo claro es la sinodalidad, que estuvo en el origen de Schoenstatt en el modo en que el Padre guió a la Congregación Mariana y en el modo en cómo se gestó la Confederación Apostólica en Hoerde. Yo que soy presbítero diocesano conocí la sinodalidad en Schoenstatt. Y recién ahora, en esta época, la sinodalidad toma fuerza como proceso vital en la Iglesia. Schoenstatt se configuró sinodalmente desde principios del siglo XX. Sirva esto como ejemplo de lo que llamamos profetismo.
También vivió con la suerte del profeta. Lo dijo Francisco en la audiencia del Movimiento en Roma en el 2014. “Su fundador es un profeta y tuvo la suerte del Profeta”. El profeta es perseguido cuando expresa lo que el Espíritu dicta para la Iglesia.
El carisma del Padre le permitió (y nos permite a nosotros) entender el corazón del ser humano de esta época. El hombre antiguo tenía otras características, el hombre nuevo (varón y mujer) tiene las características del tiempo y para poder seguir el camino de la fe debe hacerlo en sintonía con el tiempo. De aquí se desprende que el sentido de la Nueva Orilla, no es una renovación estructural simplemente, o un cambio de formas, sino una nueva configuración según la nueva imagen de Dios, Hombre y Mundo que nos brinda el tiempo. La lectura del corazón del ser humano y la respuesta de fe adaptada a ese corazón era la acción evangelizadora que identifica al Padre. El ideal personal y la vinculación como núcleos del hombre nuevo capaz de vivir en un mundo que ya no ofrece seguridades exteriores. El ser humano, autoeducado como personalidad firme, libre y vinculada a Dios es la respuesta a la sensación de abandono del hombre moderno.
Por eso, profundizar en el Carisma del Padre nos ayuda a tener una mirada más concreta de la misión de la Familia, que no es simplemente otra expresión de fe, sino, que habiendo conocido estas cosas, conduce a la Iglesia hacia la Nueva Orilla.
Dialogar con la Iglesia: somos Iglesia
El otro punto fundamental del congreso es el diálogo con la Iglesia. Dicho así suena mal. Parece que dijera que la Iglesia es una cosa y Schoenstatt otra. Por supuesto que no. Schoenstatt es la Iglesia.
Si concebimos a la Iglesia como una estructura, en la afirmación del principio podríamos interpretar que la Iglesia Jerárquica, especialmente el Papa y los Obispos, dialoga con el Movimiento. Sin embargo, si concebimos a la Iglesia en su originalidad, que no es una institución sino un movimiento, un grupo de personas creyentes que se agrupan y siguen a un maestro sin otra organización que la enseñanza de este, podemos entender que los distintos carismas dentro de la Iglesia son expresiones de la misma y no dejan de ser Iglesia. El desafío del creyente es descubrir qué es lo que Dios suscita en la Iglesia Universal cuando irrumpe un nuevo carisma. Por eso Schoenstatt, como un carisma original, no debe diluirse en las generalidades de los movimientos, como no lo tiene que hacer ningún movimiento, sino que debe dialogar desde su identidad.
El diálogo es posible si decimos lo que somos sin recortes. Y nuestro aporte más importante a la Iglesia es brindarle nuestro carisma, aún si algún tipo de jerarquía la censura. Ese es el espíritu del 31 de Mayo, lo que quiere Dios para la Iglesia no es un Schoenstatt diluido, sino un Schoenstatt Original, total, que ofrezca su carisma a la Iglesia toda.
No es presunción, no desvalorizamos los otros carismas, pero sabemos qué es lo que podemos ofrecer y que eso es lo que Dios propone a través de sus instrumentos. ¿Qué pasaría si se hubiera dado curso a las críticas de la época de Francisco de Asís que denostaban su pobreza y lo trataban de loco? ¿Podrían decir los franciscanos: la pobreza es nuestro carisma, pero la vamos a simular para no contrariar a nadie? Tenemos este tipo de tentación. Muchos dicen que es presunción conducir a la Iglesia hacia la nueva Orilla, nosotros sabemos que no, que no es presunción, sino que es misión.
Esto no quiere decir desconocer los otros carismas o pensar que solo Schoenstatt es lo querido por Dios, sino en plan de comunión y llevando adelante la doctrina del cuerpo místico sabernos parte fundamental de la Iglesia cuando vivimos nuestro carisma.
Somos portadores del Schoenstatt de la Mater, somos quienes tenemos que asumir la misión del Padre y, proféticamente, navegar hacia la Nueva Orilla con toda la Iglesia.
Pbro. Maximiliano Bartel
Presidente de la Región Padres del Plata
Compartimos el link del video de Alianza de julio 2022: