Carta de Alianza octubre 2020
Querida familia de Schoenstatt de Argentina:
¡Bendecido aniversario de la primera Alianza de Amor de los fundadores con la Mater en el Santuario original! Hoy, nos puede ayudar remontarnos en nuestra historia. “Schoenstatt es hijo de la guerra”, solía decir nuestro Fundador. Permanecer confiados ante la prueba es el máximo desafío heroico de santidad de los hijos de la Reina.
Más santidad
El programa que seguimos desde hace más de 100 años, nos marca el rumbo: “Aceleración del desarrollo de nuestra propia santificación y, de esta manera, transformación de nuestra Capillita en un lugar de peregrinación” (Acta de Fundación). Ante la aceleración de la historia, en aquel momento la primera guerra mundial y hoy claramente esta pandemia que nos aqueja, aceleración en el desarrollo de nuestra propia santificación.
Entiendo así el mensaje de la beatificación reciente de Carlo Acutis. En plena pandemia, el Papa beatifica a un muchacho con pinta de pibe de barrio. Nos muestra así que nuestra santidad se juega, aquí y ahora, en las simples cosas de la vida, en el saber interpretar lo que Dios nos va pidiendo en cada momento de nuestra vida. Aunque cueste y sea doloroso.
La mejor oportunidad
“Pruébenme primero con hechos que me aman realmente y que toman en serio su propósito. Ahora tienen para ello la mejor oportunidad” (Acta de Fundación). El Padre Fundador pone en boca de la Virgen María la guerra mundial como la mejor oportunidad para sus congregantes de mostrarle a Ella que la aman profundamente.
¿Acaso esta pandemia no es hoy “la mejor oportunidad” para mostrarle cuán grande es nuestro amor a ella? En aquella primera guerra mundial entre los congregantes/soldados y el joven P. Kentenich hubo un tráfico epistolar que posibilitó un compartir la vida y gestarse una red de vinculaciones. Concluida la guerra, muchos soldados se transformaron en peregrinos y se acercaron al Santuario.
En la historia de Schoenstatt las catástrofes mundiales han sido fuente de un mayor crecimiento y profundización de la corriente de gracias que fluyen desde el Santuario. Así lo fueron las dos guerras, los años de nacionalsocialismo en Alemania y el tiempo del P. Kentenich y otros schoenstattianos en los campos de concentración. Lejos de acabar con Schoenstatt, ayudaron a expandir el reino de María. ¿Volverá Dios a hacer algo similar con esta pandemia?
En varios lugares en los que antes no había posibilidad de tener contacto con Schoenstatt, ahora, de manera virtual, es posible. Pueblos del interior y países más alejados, como Venezuela, por ejemplo. Quizás en el advenimiento de la “nueva normalidad”, nuevos peregrinos se acerquen a nuestros Santuarios. Además, la pandemia ha llevado a cada aliado a crecer en la certeza de la presencia de la Mater en su propia casa, viralizándose así una corriente de conquista de Santuarios Hogares.
Esto no significa que no estemos siendo confrontados con el dolor, la enfermedad, los miedos y angustias. Pero lo que va haciendo Dios con nuestra historia, cómo va tejiendo los hilos, nos ayuda a darle sentido a nuestros sufrimientos. Sabemos por nuestra fe que nuestra felicidad plena será en el cielo. Por el momento somos peregrinos. Y Dios no quiere que lo hagamos solos. Caminamos como familia y pueblo de Dios. Somos sus hijos y por ende caminamos como hermanos, Fratelli tutti nos dice el Papa Francisco citando al santo de Asís. Dios, además, se hace hermano peregrino y camina junto a nosotros.
Vamos rumbo al cielo. “Hacia el cielo”, es el verdadero nombre que el P. Kentenich le puso a nuestro conocido librito de oraciones que en la traducción al castellano quedó titulado “Hacia el Padre”. Es clave conocer nuestra meta final porque eso nos ayuda a soportar las dificultades que todo peregrinar acarrea.
¿Seguimos rezando de manera virtual?
En varios lugares de Argentina esperamos con ansias las eucaristías compartidas, los reencuentros de grupos, rosarios rezados en comunidad, volver a misionar y un largo etcétera. Pareciera que se han transformado en actividades de lujo, cuando nosotros sabemos que son actividades esenciales para nuestra vida espiritual y eclesial. Pero la vida en sociedad nos pide sacrificios y entregamos estas restricciones como nuestro capital de gracias a María en este tiempo exigente.
En el correr del año, nos hemos vinculado a través de grupos de WhatsApp, canales de YouTube, páginas de Facebook, cuentas de Instagram, etc. En todos esos espacios, se está cultivando la vida de Alianza. Son las “revistas MTA” de hoy, donde compartimos y nos alimentamos. Se ve a las claras que somos hijos e hijas de un padre que nunca se cansó de comunicar, de escribir, de predicar. Caritas Christi urget nos. Estaba apremiado por la misión. Su ejemplo nos sigue movilizando, tampoco nosotros podemos callar lo que experimentamos.
Por nuestra mentalidad kentenijiana, no oponemos virtualidad y presencialidad, las comprendemos como realidades que pueden ser complementarias. Lo virtual como camino, expresión y seguro en este tiempo de pandemia de lo personal, que siempre es presencial.
Ya en el Acta de Prefundación el P. Kentenich se cuestionaba: “¡Es preciso decidirse! ¡O adelante o atrás! ¿Hacia dónde entonces? ¡Hacia atrás! ¡¿Tenemos entonces que retroceder a la Edad Media, sacar las líneas férreas, cortar los cables telegráficos, devolver la electricidad a las nubes, el carbón a la tierra, cerrar las Universidades?! No ¡nunca! ¡No queremos, no debemos ni podemos hacer eso! Por lo tanto ¡adelante! Sí, avancemos en el conocimiento y en la conquista de nuestro mundo interior por medio de una metódica autoeducación. Cuanto más progreso exterior, tanto mayor profundización interior.”
No somos ingenuos y vamos experimentando los límites de la virtualidad: perdernos en tantas posibilidades y ofrecimientos de formación, charlas, encuentros, etc. Siempre en lo que se comparte y presenta hay un riesgo de mostrar algo que no es real. Pero corremos ese riesgo. Lo central no pasa por la estética de un contenido transmitido sino por la vida de fe testimoniada. Creemos que Cristo está vivo en medio de la pandemia y que la vida de Alianza nos ayuda a vivir con esperanza.
Reina de nuestra esperanza
El pasado 15 de abril, cuando en nuestra patria comenzábamos a ver los efectos de la pandemia, coronamos a la Mater internacionalmente. Hoy, en este día, hagamos valer esa coronación. La situación ahora sí ya es acuciante. El pico de contagios nos encontró ya desgastados por el trajín del año. Volvamos a darle a Ella el poder de nuestras vidas. Que nos dé las fuerzas que ya no tenemos para seguir cuidándonos y caminando.
En algunas diócesis y zonas se la está volviendo a coronar. Un título que escuché y me quedó resonando fue “Reina de nuestra esperanza”. Sigue la línea propuesta por el Año Mariano: “María, esperanza nuestra”. Necesitamos esa esperanza. Este año está siendo duro. ¿Quizás el más duro de nuestra vida? Hemos perdido hermanos en la Alianza en distintos lugares, otros están o estuvieron enfermos. Yo mismo lo estuve y aprovecho para agradecer los saludos y oraciones recibidas.
Creemos en el valor del sufrimiento y de esas vidas entregadas, como creyeron los fundadores de Schoenstatt en la entrega de los primeros congregantes. Cada 18 de octubre es una invitación a recordar a los primeros y a los aliados cercanos que ya partieron. Vaya por ellos una oración en este día.
Les mando un saludo especial y mi bendición a todas las madres en este día. Gracias por haber aceptado esa invitación de Dios a ser madres. Gracias por ser transparentes de la maternidad de la Virgen María para sus hijos y los demás. Gracias por ser alma y alegría de cada hogar. O al menos, intentar serlo. La vocación de madre es sacrificada y totalmente desprendida. Gracias por la fidelidad a este llamado.
Quedamos en eso, permanecemos fieles.
P. Pablo Gerardo Pérez
Director Nacional