Carta de Alianza septiembre 2020
Querida familia de Schoenstatt de Argentina:
Les deseo un bendecido día de Alianza. Necesitamos estas gracias para continuar nuestro camino. Hace poquito celebramos los 70 años del inicio de la Campaña del Rosario a través de João Luiz Pozzobon. También recordamos un aniversario más del paso a la eternidad de nuestro Fundador. En este tiempo de crisis, quisiera meditar con ustedes sobre estas dos personas que, durante sus largas vidas, fueron caminantes incansables que supieron atravesar pruebas y dificultades.
Cuando Dios quiere decirnos algo, lo hace a través de personas que encarnan ese mensaje. Es el sentido de la vida del P. Kentenich y del diácono Pozzobon. Se conocieron mutuamente. Creo que captaron profundamente la densidad espiritual uno del otro y unieron sus vidas en la misma misión: tirar el carro de triunfo de María.
Uno alemán (sajón), el otro brasilero (latino). Uno sacerdote, fundador de un movimiento; el otro almacenero, papá de siete hijos. Pero unidos por un mismo amor: María. Ella les dio una fineza y delicadeza de alma que se manifestó en muchos gestos, palabras y acciones a lo largo de sus vidas.
Pozzobon, en su relación con Kentenich, lo experimentó no sólo como padre, sino como un maestro. Se autodenominaba un alumno del Padre José. Se comprendió también como Cireneo del Padre a la hora de ayudarlo a cargar con la cruz de su misión.
Como maestro de vida
Don João fue captado por la espiritualidad de Schoenstatt, por la persona y misión del Padre. Durante toda su vida previa, cuenta el diácono, experimentó una nostalgia (saudade) que permanecía en su interior, hasta descubrir la misión de la “esforzada campaña del Santo Rosario de la Madre y Reina”
“¿Quién será el José Engling de Latinoamérica?”, preguntó el P. Kentenich en un retiro para hombres en Santa María, Brasil. “Yo” se respondió interiormente João. Y lentamente su vida fue encendiéndose por completo. “Descubrí la misión y mi entrega por ella fue total”.
El mundo de Schoenstatt encontró tierra fecunda en su alma:
○ El valor de los lugares: peregrinaba a diario al santuario. Se sabe que pidió le llevasen una foto suya y de su familia al Santuario original.
○ El valor de los vínculos personales:cultivó siempre el vínculo a personas concretas. Su familia (esposas e hijos) fueron una prioridad. La campaña y las familias que visitaba.Su “Villa Noble de la caridad” y cada vecino; la iglesia local, su obispo y párrocos; la iglesia universal y la persona del Papa, por quien rezaba a diario; la familia de Schoenstatt y la persona del Fundador.
Como maestro espiritual
La primera imagen de Don João es la de un hombre fuerte. Pero tuvo sus fragilidades. De niño, por una afección, tuvo que abandonar el seminario menor y posteriormente, en su juventud por problemas en su visión fue declarado no apto para el servicio militar. Dos experiencias de incapacidad que dejaron herido el corazón de João. Muchos años más tarde escribirá: “La infinita bondad y misericordia de Dios no me juzgó incapaz, me utilizó como soy, y me confió a su Madre Santísima para una gran campaña del Santo Rosario. Nadie es juzgado incapaz al servicio de Dios…” 1.
Estas experiencias sumadas a una connatural alma de niño hicieron de él un gran exponente de la filialidad característica de la espiritualidad de Schoenstatt. Sentirse un niño en manos de su madre fue parte esencial de su vida espiritual.
Lo simbólico, muy propio del mundo de Schoenstatt, fue intuitivamente articulado por João. Cada año sacaba una línea espiritual con su correspondiente simbología, que enviaba a un amigo suyo para que lo dibujara y confeccionara en un cuadro. Estos cuadros, testigos presenciales de la vida de los Pozzobon, cuelgan en la habitación matrimonial de la casa familiar y dan testimonio de la riqueza espiritual de nuestro diácono.
Como maestro en la misión
La “Vila Nobre” fundada por Don João nos habla de su comprensión de la problemática social. No lo vio desde la ideología sino desde la ayuda concreta a las personas necesitadas de un techo para vivir.
Pozzobon desarrolló una pastoral urbana, abierta al progreso de la humanidad. No se quejó del avance de la ciudad por sobre el campo, sino que puso su ingenio para responder a las necesidades que los pueblerinos tenían.
Finalmente tuvo humildad y apertura para intuir la globalización querida por Dios de su esforzada Campaña. Así se dio, a través del contacto con el P. Esteban Uriburu y unos matrimonios jóvenes de Buenos Aires, la explosión y desarrollo internacional de la campaña.
A modo de conclusión, recuerdo con alegría que, como familia argentina, tuvimos el pasado 15 de septiembre, dos grandes regalos. Por un lado renovamos nuestra Alianza Filial peregrinando virtualmente al Santuario del Padre en Nuevo Schoenstatt, haciendo memoria, para acercar más nuestra vida al ideal nacional de la familia argentina: Con María, familia del Padre.
Y también recibimos la gracia de ser testigos de un hecho histórico para el Schoenstatt argentino: fue ordenado el primer obispo salido de filas schoenstattianas, Monseñor Jorge González, flamante obispo auxiliar de La Plata, de la Federación de Presbíteros de Schoenstatt. Nos comprometamos con nuestra oración y capital de gracias a sostener el ministerio episcopal de este hermano nuestro en la Alianza. Él actualiza y hace muy concreto y palpable aquel “Dilexit Ecclesiam” tan querido por nuestro fundador.
¡Ánimo en este tiempo de pandemia! ¡Les deseo una feliz primavera y bendiciones a los estudiantes en su próximo día!
Quedamos en eso, permanecemos fieles.
Padre Pablo G. Pérez
Director Nacional
1. P. Esteban Uriburu, “Joao Luiz Pozzobon, peregrino y misionero de María”, pág. 29, Editorial Patris.