108° Aniversario de la Alianza de Amor
Queridos hermanos:
Charles Peguy, un gran poeta francés, escribió estos versos al finalizar una peregrinación a Ntra Sra de Chartres:
“Oh Reina, aquí estoy después de larga ruta.
Yantes de regresar por el mismo camino.
La palma de tus manos es mi único lugar de descanso
Y también el jardín secreto en el que el alma se abre por entero”
En este día, 18 de octubre, entendemos bien estas palabras y parecen expresar diáfana y cálidamente nuestra propia experiencia cuando nos acercamos con fe a la pequeña capillita. Más, ahondemos y dejémonos inspirar por la verdad que entrañan sus sones. Hoy nos hemos acercado como tantos otros peregrinos que desde ese lejano 18 de octubre de 1914 caminan hacia los santuarios de la Madre y Reina a lo largo y ancho del mundo.
“Reina, aquí estoy después de larga ruta”. Llegamos cansados, llenos del polvo del camino. Quizás las fragilidades y las experiencias amargas del pecado han mellado nuestra alma, la desesperanza haya echado raíces en ella y me cueste arrancarlas, la tristeza y la soledad estremezcan mi andar, la voz profunda de sentirme amado y amar se haya apagado.
Más sabiendo que la meta está cerca, se apresura, casi din darme cuenta, mi paso. Cuando uno se acerca a la casa amada, salta de alegría el corazón en el pecho, los dolores del camino apenas se sienten, la esperanza renace, el camino parece acortarse.
“Y antes de regresar por el mismo camino”. Nuestro poeta intercala el final antes. Sabemos que debemos volver a la lucha de cada día y al amor cotidiano, siente que le esperan proyectos que le exigirán, personas conocidas y desconocidas que le pedirán que los respete y ame, que tenga confianza en ellas, que las consuele y guíe. Antes de volver al camino de la vida tenemos que hacer algo importante para lo que vinimos al Santuario: reposar en sus brazos.
“La palma de tus manos es mi único lugar de descanso”. Es lo que le dijo María a Juan Diego en Guadalupe: “…¿de qué te preocupas, mi hijo el más pequeño, no sabes que estás en la cuenca de mi mano?”. ¡Sí, estamos hoy en tus manos, Reina! El único lugar donde puedo descansar, como lo habrá hecho Jesús, cuando era aún pequeño y sabía como niño, dónde está el solaz que trae ternura y consuelo.
“Y también el jardín secreto en el que el alma se abre por entero”. ¡Qué bien comprendemos nosotros, los hijos de Schoenstatt este verso!. María es el jardín donde todas las flores y árboles pueden florecer con vigor. Ella entiende el alma de los hombres de hoy que, para abrirse, debe sentir el soplo de la confianza, el viento cálido que ablanda tantas durezas del alma, la palabra suave que penetra sin dañar lo frágil y nos hace renacer haciéndonos exclamar: quién soy yo para estar hoy cara a cara contigo, Madre (cfr Lc 1, 43).
Aquí, en el Santuario, se producen los grandes milagros que cambian realmente mi vida y que me permiten influir con vigor en la fuerza del testimonio y la palabra en la vida de mis hermanos. “Ella es la gran misionera, Ella obrará milagros”, dicen los misioneros de la Campaña. Esos milagros que transforman desde adentro la vida, que hacen que podamos tener la palabra justa en el momento indicado.
Hermanos, hoy celebramos, no me quiero olvidar a San Lucas, uno de los 4 evangelistas, que fue el que más escribió sobre la Sma. Virgen y que podríamos llamarlo “un juglar de María”.
¡Ojalá que cada uno de nosotros después de estar hoy en su Santuario o ermita, nos convirtamos en juglares de María como lo hizo el P.Kentenich, José Engling en medio de los campos de batalla de la primera guerra mundial en Francia, Francisco Reinisch en la cárcel de Berlín antes de morir como mártir, la Hna Emilie en su pequeño camino de filialidad, Don Joao aquel eterno misionero aventurero que desandó 140.000 km a pie para llevar a todos su mirada que resplandecía en la santa imagen peregrina!
Como nosotros ellos caminaron también un día a su Santuario y la gracia que recibieron no permaneció infecunda en su vida. Que esta gracia que hoy percibimos se vuelva también fecunda en nuestra propia vida.
Es lo que el Evangelio nos manifiesta hoy. Son 72 discípulos, de los cuales no conocemos el nombre, salieron en la fuerza del Señor a anunciar el Evangelio de la vida y la esperanza que habían escuchado en tantos encuentros con Jesús. También nosotros queremos salir a compartir aquello que hemos recibido gratuitamentre: la gracia de haber conocido más profundamente a María, de tener intimidad con Ella que nos enternece y fortalece, de haber encontrado un lugar de gracias donde se respira un aire puro de cielo en esta tierra, de haber despertado nuestro espíritu de servicio en una maternidad que se consume o en una paternidad que sabe sostener a los suyos, de haber descubierto el sendero siempre nuevo y antiguo de la filialidad, seguido por el mismo Cristo, de una Familia que camina junto a nosotros y aviva nuestra santidad y fraternidad. ¡Cuántas cosas tenemos, hermanos míos, para compartir a tantos que están buscando aquello que María nos ha reglado! No nos guardemos nada: ¡gratis hemos recibido, gratuitamente demos!
Voy llegando al final de esta homilía. “Tus santos anuncian la gloria de ru reino, Señor” repetía la antífona del salmo. Los santos en la Iglesia primitiva eran los cristianos que creen en Cristo y siguen su camino como lo indica varias veces el Libro de los Hechos. Junto a los santos canonizados que ya contemplan el rostro de Dios, Francisco ha destacado los “santos de la puerta de al lado”. Son hombres y mujeres que, como nosotros, viven y anuncian sin estridencias día a día la alegría del evangelio.
Que, como ellos, anunciemos también nosotros hoy la gloria de tu reino, Señor. Así sea.
P. Juan José Riba