Desplegar las alas del alma
Autor: Hna. María Pilar Carrère
“La única ley es la que guía a la libertad… para volar tan rápido como el pensamiento a cualquier lugar, debes comenzar sabiendo que ya has llegado”. Estas palabras de Richard Bach en su libro Juan Salvador Gaviota me dan la llave para entrar o mejor dicho, asomarme apenas, al mundo de los ángeles, tema central de este artículo.
El 29 de septiembre la liturgia nos invitó a celebrar a los arcángeles Miguel, Rafael y Gabriel, y el 2 de octubre recordamos especialmente a nuestros ángeles custodios. Los ángeles son creaturas de Dios que despiertan mucha curiosidad y dan mucho que hablar en los últimos años, quizás porque conectan con esa necesidad de trascendencia y de espiritualidad que toda persona lleva en lo profundo de su corazón, aún sin ser consciente de ello.
De por sí, lo primero que podemos decir de los ángeles es que son seres espirituales, espíritus purísimos dotados de inteligencia y voluntad, servidores de Dios a quienes él encomienda misiones especiales, tan trascendentales como la que confió a Gabriel en la anunciación a María o a Miguel para luchar contra los ángeles rebeldes, espíritus del mal. El arte religioso los representa alados, sin duda para expresar de algún modo comprensible a nuestros sentidos su naturaleza netamente espiritual. Pero sus alas son mucho más que un recurso artístico, pienso que son el símbolo de su libertad para servir a Dios. Hay en ellos una disponibilidad plena para responder a las órdenes de Dios, una prontitud sin demora, una obediencia libre. Puede ser que corran (vuelen) con ventaja en relación a nuestra condición humana porque carecen de las limitaciones y la pesantez propias de nuestra dimensión corporal.
Sin embargo, son libres, pueden no obedecer. De hecho, el Apocalipsis nos habla de una tremenda lucha entre los ángeles, dos bandos enfrentados: Satanás y sus ángeles aliados y los ángeles fieles a Dios. (Ap 12, 7-12). Se interpreta que la prueba que debieron pasar los ángeles fue aceptar que la segunda Persona de la Trinidad tomara la naturaleza humana y de ese modo la naturaleza angélica se viera superada por la humana al ser asumida por Dios. Una prueba de humildad y obediencia. Lucifer no la pudo superar.
A mí me enseñan mucho los ángeles purísimos y humildes, con una inteligencia tan luminosa y viviendo en la gloria de Dios, lo sirven obedientemente y nos sirven a nosotros, creaturas en realidad inferiores a ellos. No se redime lo que no se asume decía San Ireneo, entonces Dios asume todo lo humano, menos el pecado. Nosotros no somos ángeles somos seres humanos con cuerpo y espíritu y Jesús se hizo hombre para que, con el cuerpo y con el espíritu lleguemos a ser como él, hijos de Dios.
Los ángeles se asociaron al plan misterioso de Dios para redimirnos, aceptaron colaborar, ayudarnos siempre a cumplir también nosotros la voluntad de Dios. Quizás el primero fue Gabriel en la hora de la anunciación que de modo discreto y silencioso facilitó el fiat de la Mater. En la hermosa oración del Credo de la Misa del Instrumento, el Padre Fundador reza: “Pones un ángel a nuestro lado, presto a custodiarnos, y nos das una Madre bondadosa, que con amor cuida de nosotros” (estrofa 70). Nuestro ángel custodio y la Mater son nuestros grandes protectores y aliados que nos llevan por el camino de Dios. Mi ángel y María son quienes de modo especial me enseñan a desplegar esas alas de la libertad interior que me permiten salir presuroso de mi yo para realizar lo que Dios me pide.
Recuerdo una imagen de la Virgen alada de Quito, posee alas de ángel. No solo es de las más originales sino que es la estatua más alta del mundo, situada en el cerro El Panecillo. La Mater desplegó las alas de su libertad al máximo, Gabriel seguramente la ayudó no solo en la anunciación, sino, durante toda su vida a pronunciar los fiat innumerables que Dios le solicitó. Así nuestro ángel custodio – muchos le ponen nombre -, no solo nos ayuda en situaciones físicas de peligro y necesidad, (todos seguramente tenemos testimonios para compartir), sino que nos ayuda en nuestro camino de autoeducación, que es esa lucha diaria por lograr la santidad, como dice la canción.
El Padre Fundador también nos invitaba a considerar las situaciones de nuestra vida y las personas que influyen bien en nosotros, como “ángeles” que nos anuncian algo, como mensajeros de la voluntad de Dios, que a menudo, se nos comunica por estos medios.
Los invito a que nos aliemos aún más a nuestro ángel custodio, a que lo invoquemos en momentos de necesidad, le agradezcamos su amistad y cuidado fiel y le pidamos que nos ayude a recordar los buenos propósitos que nos ponemos para que nuestras alas del alma se desplieguen cada vez más en libertad.