Domingo de Ramos
Autor: Padre Pablo Pérez
Con la celebración del Domingo de Ramos da comienzo la Semana Santa, momento culminante de nuestra fe. Acompañamos a Jesús en su entrada a Jerusalén. “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”.
Entrada triunfal en Jerusalén
Los judíos para su Pascua peregrinaban a Jerusalén. Por eso estaban allí Jesús y sus discípulos. Había también muchos peregrinos que lo reconocieron y comenzaron a aclamarlo. Hoy queremos unirnos también nosotros a esa aclamación.
Cuentan las estadísticas que la misa del Domingo de Ramos es la misa más concurrida del año. Se dice que es por el hecho de ser de las pocas misas, quizás la única, en que uno recibe algo material a modo de souvenir. “El ramito”. En las otras, simplemente, comulgamos. Ni más ni menos. No deja de sonarme curioso este fenómeno. Pero es la realidad. Quizás lo que se vivió en aquel domingo de ramos no diste demasiado de lo que todavía vivimos. Esos judíos que lo aclamaban nos sabían bien quién era éste Jesús. Todavía nosotros no sabemos bien cómo es éste Jesús. Y por eso un simple ramo hace la diferencia.
Desatados para amar
Otra imagen fuerte del día de hoy es la del burro. Jesús pide que sea desatado porque él lo necesita. ¡Quiero ser ese burro! Que Jesús me convoque porque me necesita. Y que Él mismo pida que sea desatado. Es mi deseo, y quizás el de muchos, ser desatados porque queremos brindar ayuda a nuestro Señor.
En general, tenemos poca libertad. Menos de lo que creemos. Basta ponernos manos a la obra para que nos demos cuenta que hay cosas que nos detienen, nos paralizan, nos complican, nos dan miedo, inseguridad y angustia. A veces, el pasado nos condiciona. El pecado siempre esclaviza y anuda. La de ser desatados es de las últimas imágenes que pueden representar la gracia de la conversión propia de la Cuaresma. Queremos ser liberados por Jesús. Ser desatados para amar.
Mesías esperado. Rey humilde
Hay un mensaje claro en esta entrada de Jesús. Él es el Mesías esperado. El canto de “Hosana al hijo de David” es fiel reflejo de esta expectación. Él es rey. El asno, los mantos, los ramos y los cantos nos hablan de esa dignidad real. Aunque paradójicamente es un rey humilde. No hay gestos ni signos que busquen expresar ningún poderío ni agresividad. Es un rey pacífico.
Otros de la ciudad no sabían quién era aquel a quien vivaban. Se enteraban por los peregrinos. Esa es nuestra vocación. Acompañar al Señor en su entrada y paso por nuestras vidas. Dar testimonio de Él a los que no lo conocen. Tenemos vocación de ser “ramos”, que alaban y señalan a Jesús, que advierten a los demás la cercanía de Jesús. Tenemos vocación de ser “mantos”, para que Jesús se apoye y pase a través nuestro. Porque nosotros somos también parte de su realeza.