Fiesta de Todos los Santos

Fiesta de Todos los Santos

Autora: Sofía Beltrán – Familia de la Providencia, Santuario de La Loma, Paraná

Hace unos días (en una reunión con la Junta Arquidiocesana de Laicos de Paraná) nuestro querido Arzobispo, Monseñor Juan Alberto Puiggari, nos dijo una frase que creo que cuando la escuché, quedó grabada profundamente en mi corazón. Me impactó, me caló… y hoy me ayuda a contemplar y tratar de vivir esta fiesta tan bonita que nos regala la Iglesia en Su amor, la fiesta de todos los santos: “Cuando Jesús nos dice SEAN santos, no nos está haciendo ‘una invitación’. Nos está Dando un MANDATO”. Qué fuerte.

Me quedó resonando mucho esto de que la Santidad No es una opción. Es un Deber.

Es el único camino posible, si queremos ser cristianos.

¡Wow!

Qué hermoso también, en este día, en esta fiesta, volver a preguntarnos: ¿Qué hace a un santo, ser Santo? ¿Qué tengo que ver yo con esto? ¿Qué nos dicen los santos a nuestras vidas?

“Un fuego que enciende a otros fuegos”

Esta frase, que muchos aplican a San Alberto Hurtado y al padre José Kentenich, nos ilumina mucho el misterio de la Santidad.

Y no son fruto de poesía humana, sino que provienen de la Boca del mismo Dios: “He venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo quisiera que ya estuviera ardiendo!” (Lc 12, 49).

El Señor, que nos dio el don de la vida, NOS HIZO DON, y como DON, nos “envía” allí donde vivimos. Nos “da” a otros… Y nosotros, al autodeterminarnos libremente a donarnos (siempre hay un empujón previo de la Gracia, sin ser conscientes de ello) desde nuestra originalidad más auténtica, en esa Gracia, ¡vamos iluminando nuestro alrededor!

“Ustedes son la luz del mundo” (Mt 5, 13), afirma el Señor. Lo somos, porque fuimos creados a imagen y semejanza ¡de Quien Es La Luz! (Jn 8, 12). Cuando estamos unidos a Él, realmente somos como un pequeño fuego.

Por eso la Iglesia nos enseña que en cada santo podemos descubrir un poco del hermoso rostro de Cristo, de su santa faz… Qué maravilla pensar que vos, que estás leyendo esto, sos una Luz y un Fuego UNICO, irrepetible del Dios de la Vida, que, al vivir en Cristo y Cristo en vos, irradiás esa vida que viene de lo alto. Esa vida que da más vida, vida en abundancia.

Gaudete et Exsultate

“Alegraos y regocijaos” significa en latín la expresión del subtítulo, y da nombre a la exhortación apostólica que escribió el Papa Francisco hace pocos años para recordarnos nuestra llamada a la santidad.

Sí: porque vos y yo estamos llamados a ser santos.

¿Cómo no alegrarnos de un Dios que nos invita a vivir en el Amor y la Comunión para siempre? ¿Cómo no alegrarnos con la buena noticia de la salvación, de la misericordia, del triunfo de la gracia y la vida de modo definitivo, sobre la muerte?

De tan sólo pensar en Dios, no podemos no enamorarnos, no podemos no fascinarnos por quien es fuente de vida, de esperanza, de plenitud, y quien quiere tomarnos con ternura de las manos para sanarnos, para enderezarnos, para mirarnos fijamente a los ojos y sonreírnos, ¡Por el simple hecho de existir! ¡Porque nos ama con LOCURA! Dios es el SANTO de los SANTOS, y todos sabemos bien que los santos están un poco locos. Locos para el mundo, pero estrellas para la familia de Dios.

¿No les pasa, cuando están enamorados de alguien, de exclamar interiormente: ¡qué hermosa persona, qué hermoso que él o ella exista!? Eso exclama Dios de cada uno de nosotros, y así suspira también el santo con su vida, con sus acciones, regalando la fragancia de Cristo quizás sin palabras, tan sólo con su vida, a TODOS a su alrededor.

Sabemos con certeza que Dios nos ama con todo su ser… Y que quien ha descubierto Su tan profundo amor, ya no puede quedar igual.

Ese encuentro de amores, es el comienzo y camino de la santidad.

Vos y yo podemos y debemos ser santos.

Pero ¿Asumimos el llamado?

Asumamos el llamado en la vida diaria

El Papa Francisco nos deja en este documento cinco manifestaciones de Amor que pueden ayudarnos a vivir la santidad cada día, en lo cotidiano de nuestros ambientes: el aguante, la alegría, la mansedumbre, la paciencia, la audacia:

El aguante, que implica soporta no con nuestras propias fuerzas, sino con la solidez interior que nos da el estar apoyados en Cristo, el estar unidos a la Roca Firme.

La mansedumbre, que implica no devolver mal al mal, ser sencillo y humilde, frente a la realidad.

La paciencia, también llamada ciencia de la paz… Si aceptamos todo sabiendo que viene de la mano del Padre, no sucumbiremos frente a las dificultades. Esperaremos en Dios sin miedos, llenos de confianza en Dios y con tranquilidad en los pasos que podamos dar.

La alegría, que nace siempre de la Esperanza. El santo siempre espera Todo de Dios, ¡sabiendo con certeza que jamás defrauda!

La audacia. Hoy te invito a ser audaz: ¿te animás a creer en la santidad? ¡Vamos!

La aventura de la santidad es posible porque NUNCA ESTAMOS SOLOS.

Los santos son nuestros amigos, que, desde el Cielo, nos acompañan, nos quieren mostrar a Dios.

Los santos caminan a nuestro lado para evidenciarnos que Jesús es el Camino.

Que, si vivimos en Él, aunque muramos, Viviremos.

Los santos nos ayudan a sonreír y a andar la Vida de modo pleno.

En clave de permanencia, de sanación, de Esperanza, de Eternidad…

Entre ollas y pucheros, como decía Teresa, en la familia como Enrique Shaw, entre los jóvenes como Carlo Acutis, en todas partes, podemos ser signos del Amor.

Gracias, Señor, ¡por el regalo inmerecido de la santidad!

Gracias por esos fuegos que nos encienden con tu amor…

Danos la Gracia de ser, desde nuestra originalidad más profunda y unidos a Tu Amor, signos fieles de Tu Amor.

Desde nuestra pequeñez y pobreza, danos la posibilidad de regalarle al mundo como schoenstattianos, de la mano de nuestra Madre, Tu Bondad, Tu Presencia, Tu Amor.

Amén.