Firmeza y Libertad
El 20 de enero de 1942 el Padre José Kentenich, fundador del Movimiento de Schoenstatt, ofrece libremente su vida y la posibilidad de ir al campo de concentración con tal de que sus hijos espirituales crezcan en la libertad de los hijos de Dios, y su Familia espiritual sea santa y fecunda hasta el fin de los tiempos. Este segundo hito de la historia de Schoenstatt marca el crecimiento de una conciencia común: esta Familia tiene un Padre, que está dispuesto a dar la vida por ella. Conscientes de esta comunidad de destinos reflexionamos sobre la vivencia personal del P. Kentenich que es expresión de su pedagogía.
Autor: Hugo Barbero
En 1933 el nacionalsocialismo llegó al poder en Alemania de la mano de un líder carismático, Adolfo Hitler.
En 1935 la Gestapo percibió que un sector de la Iglesia, Schoenstatt, esparcía ideas contrarias a las del estado alemán y comenzó una lenta y paciente tarea de seguimiento e infiltración. Todos los indicios conducían a otro líder que permanecía hasta ese momento en las sombras, el padre José Kentenich.
El 20 de septiembre del 41debía presentarse en el cuartel de la Gestapo en Coblenza. Así lo hizo y fue muy puntual, a las 8 de la mañana estaba allí. Permaneció solo y en silencio en espera de ser interrogado, algo que recién ocurriría a las 13 hs. “El que espera, desespera”. Así reza el dicho popular y la Gestapo bien lo sabía. La espera prolongada, cuando está acompañada de restricción de movimientos, como sucede en situaciones de enfermedad crónica, de confinamiento, de precariedad económica, se traduce en incertidumbre, en ansiedad ante un futuro amenazante, en desesperación y miedo. Toda situación de crisis acelera y a la vez prolonga los tiempos. Las preguntas interiores no encuentras respuestas valederas que vengan desde un entorno que se percibe como amenazante. Pero no desesperó.
Entonces lo confinaron a un bunker estrecho y sin luz, con un catre y un balde que hacía las veces de retrete. Solo. Pero no desesperó.
Luego lo pasaron a una celda. Notaron que, a pesar de lo vivido, mantenía la calma, estaba en paz. No parecía estar en paz, ESTABA en paz. Irradiaba paz. No era necesario nada más para ganarse el respeto de los carceleros, es que nada convence más que lo que se irradia.
El 13 de enero del 42 es interrogado nuevamente, pero todo es en vano. Ese cura obstinado no reniega de lo que cree, es peligroso para el régimen y necesita una instancia superior de corrección. Se le comunica que será confinado en Dachau.
Tanto sus seguidores como él mismo saben que quizás no vuelva. Es por eso que quienes lo siguen y lo aman apelan a la posibilidad de que sea dispensado del campo de concentración en razón de su enfermedad, una tuberculosis que probablemente hubiese contraído en su infancia, durante su estadía en Oberhausen. Solo debía firmar un pedido solicitando un nuevo examen médico Una mera formalidad que debía cumplimentar antes de las 17 hs. del 20 de enero.
La tentación, muy sutil, se disfraza muchas veces de conveniencia y de amoroso cuidado, cantos de sirena que parecen ser irresistibles. Suelen serlo en situaciones de crisis. No es un pecado aferrarse a ellos en medio de la desesperación. Pero no desesperó
En medio de la misa que celebraba clandestinamente, justo en el momento de la Elevación percibió la voz de Dios. Rodeado de ese entorno amenazante dejó atrás las seguridades humanas y siguiendo la voluntad de Dios no procedió de acuerdo a conveniencias, procedió de acuerdo a convicciones, es decir a la voz de Dios actuando en su conciencia.
Enseñó que no hay realidad, por adversa o incierta o difícil que sea, que no pueda ser iluminada por Dios. No la hubo en la soledad de su celda, tampoco debería haberla hoy en Argentina.
En medio de su soledad se hizo fuerte en la oración. La Oración (así, con mayúsculas) no es refugio, es fortaleza, es envío cuando se hace vida. Desde su prisión dejó un mensaje que, en medio de nuestras múltiples prisiones cotidianas que nos alejan de Dios, deberíamos recordar a diario: no hay libertad sin firmeza. Y la firmeza solo se sustenta en la fe.