Fundador y fundación en la Iglesia

Fundador y fundación en la Iglesia

Tercera entrega de las reflexiones en torno a los fundamentos teológicos del vínculo que une a la familia schoenstattiana con el Padre Kentenich. Estas conclusiones surgen a partir del trabajo elaborado por un Círculo de Investigación integrado por siete miembros del Movimiento de Schoenstatt de Argentina que busca aportar pistas para una catequesis actualizada del vínculo con el Padre Kentenich.

Autor: P. Juan José Riba

En el segundo encuentro nos detuvimos en el fundamento bíblico del vínculo al Padre. Ahora queremos dar un paso más y adentrarnos en la relación entre fundador y fundación en la Iglesia. 

El Espíritu suscita continuamente nuevas fundaciones dentro de la Iglesia, las cuales, teniendo una impronta evangélica original, le ayudan a plasmar el rostro de Cristo en el siglo que peregrina.

Testimonios fundacionales

Una pregunta esencial es: ¿Cómo experimentaban y veían a su fundadores? A continuación ofrezco algunos testimonios de ello.

Un testigo de la primera hora afirma de San Benito, el fundador de los benedictinos: “San Benito es realmente nuestro padre, porque él es quien a través del Evangelio nos engendró en Cristo. De su regla proviene todo lo que de pureza en vuestra castidad se encuentra; toda la dulzura espiritual que se vislumbra en vuestro amor; toda la gloria que vuestra conciencia agradece por una atención no esclavizada del mundo, por vuestros trabajos, vuestros ayunos y vuestra pobreza voluntaria. ¿No es verdad que todo lo beneficioso que se halla en vuestras meditaciones y oraciones, en vuestras liturgias y en otros bienes espirituales, les han sido comunicados por la gracia de Dios a través de su servicio y ejemplo? Benito es, por lo tanto, para ustedes más cercano que todos los otros santos”.

Aquí el cronista relata como la espiritualidad y actuar cotidiano benedictino es impensable sin la palabra que guía y el ejemplo que enciende de él como fundador. Esto hace que lo experimenten como el santo más cercano, “su santo”. Con razón se afirma que cada espiritualidad dentro de la Iglesia marca un camino original de santidad.

Cuando aún Francisco caminaba entre los suyos escuchó muchas veces estas palabras: “Tú fuiste siempre para nosotros padre y madre, pues nos engendraste y nos iluminaste en Cristo”.

El testigo rescata que el vínculo a Francisco es el punto de implante en Cristo, pues él los engendró en el Señor. Mirarlo a él, era contemplar a Cristo redivivo. Aún más: la paternidad espiritual de Francisco, su cuidado, su guía, su cariño fue modelando el rostro del Señor en ellos. Es un eco a aquella actitud que ya habíamos conocido en San Pablo y las comunidades fundadas por él.

Pedro de Ribadeneira, el primer biógrafo de San Ignacio, sostenía: “De diversos y múltiples modos fueron las formas que seguía nuestro venerable Padre, para plantar en el alma de sus hijos la perfección y todo aquello que él deseaba. Más el principal camino consistía en que ganaba su corazón a través de una dulce y delicada paternidad. Pues él era realmente para sus hijos un padre. Y como cabeza de ese cuerpo desarrollaba una preocupación especial por cada miembro y como raíz de esa planta otorgaba fuerza y savia al tronco y a todas sus ramas, hojas y frutos que poseía según sus necesidades y receptividad”.

En Ignacio volvemos a encontrar esa paternidad espiritual fuerte y tierna generadora de hijos adultos. Era una renovada experiencia del viñador elegido por Dios al cual el Señor le había confiado una parte importante de la viña. ¡Los primeros jesuitas se sentían felices de pertenecer a esa viña nueva plantada por Dios mediante Ignacio!.

René Voillaime, cofundador de los Hermanitos de Jesús confiesa de Charles de Foucould: “Sólo Dios sabe, cuanto te costó la vocación de cada uno, el alma de cada uno, pues tú eres nuestro padre. No existe para nosotros ninguna duda para creer en qué medida nosotros realmente somos tus hijos. Sin duda estás en el origen de nuestra hermandad, que Jesús atestigua”

Aquí la paternidad de Charles de Foucuold tiene una nota única pues la comunidad de los “Hermanitos de Jesús” no fue fundada directamente por él. En vida anhelaba fundar una comunidad. La sueña e intenta armarla en el Sahara argelino, más nadie se le une en esta aventura de “la espiritualidad del desierto”. René Voullaime, luego de su muerte, lee el diario de su vida y su martirio y decide fundar esa nueva familia religiosa que ve la luz cuando los ojos de Foucould ya se habían apagado. Se vuelve a repetir aquella matriz: “¡pues tú eres nuestro padre!. Has conquistado a cada uno de tus hijos por tu entrega y abandono en Dios en medio del desierto. Aunque muerto Dios cumple tu deseo más hondo”.

Quisiera terminar estas semblanzas con unas bellas y precisas palabras del teólogo Ives Congar: “el Espíritu Santo es quien suscita la irradiación de la santidad. Prácticamente no son los discursos más inteligentes los que hacen surgir en el mundo una cosecha espiritual; son las almas escondidas en Dios, totalmente abandonadas y entregadas, perdidas para el mundo y entregadas incondicionalmente a Dios. Un Serafín de Sarov, un Charles de Foucould. Los hechos están ahí, son evidentes: estas son las vidas que cambian otras e irradian la santidad”.

Palabras de Juan Pablo II

En septiembre de 1985 el Papa Juan Pablo II dirige estas palabras a la Familia internacional de Schoenstatt reunida en Roma:“Habéis sido llamados a ser partícipes de la gracia que recibió vuestro fundador y a ponerla a disposición de toda la iglesia porque el carisma de los fundadores se revela como una experiencia del espíritu que es transmitida a los propios discípulos para que ellos la vivan custodien profundicen y desarrollan constantemente en comunión y para el bien de toda la Iglesia.”.

El Santo Padre nos recuerda que:

* hemos recibido una gracia de lo alto que le fue otorgada al Padre. Él no es sólo un genio, sino una persona agraciada por el paso del Espíritu en su vida. En el origen hay una iniciativa de Dios que encuentra un corazón abierto a recibirla.

* es una experiencia espiritual que toca alma y cuerpo, historia y presente, carne y soplo. Es mucho más que una simple doctrina o un impulso que se agotará y desaperecerá.

* nos fue confiada para cuidarla, ahondar en su vetas más profundas, liberando sus potencialidades, abiertos a la Iglesia que la espera y para quien fue pensada.

Hagamos un breve resumen del misterio del fundador en la Iglesia:

Ser fundador en la Iglesia significa:

1- ser fuente de vida y de gracia para una comunidad de fe determinada. Posee la llamada “gratia capitis” (la gracia de ser cabeza): de ahí se habla de “fontalidad”.

2- es centro de unión vital de la misma como padre o madre espiritual.

3- es el portador primero del carisma que entrega a los que Dios suscita como sus seguidores y nuevos portadores y propagadores del mismo.

4- fue puesto para servir a la Iglesia en comunión con ella y ayudarle a plasmar el alma del mundo.

En el próximo encuentro nos detendremos en la originalidad de nuestra fundación y del vínculo al Padre en ella. 

Consecuencia: todo verdadero fundador católico nos enraíza en la Iglesia.