Fundamento bíblico del vínculo con el Padre Fundador

Fundamento bíblico del vínculo con el Padre Fundador

Compartimos la segunda entrega de este conjunto de reflexiones en torno a los fundamentos teológicos del vínculo que une a la familia schoenstattiana con el Padre Kentenich. Estas conclusiones surgen a partir del trabajo elaborado por un Círculo de Investigación integrado por siete miembros del Movimiento de Schoenstatt de Argentina que busca aportar pistas para una catequesis actualizada del vínculo con el Padre Kentenich.

Autor. P. Juan José Riba

Me he propuesto aportar algunas pistas para una catequesis actualizada del vínculo al Padre. En ese sentido me parece que el punto de partida es esencial. Por eso quiero comenzar este camino destacando el cimiento bíblico del vínculo al Padre Kentenich. Schoenstatt se nutre del “hontanar”, la fuente de las fuentes de la Iglesia, como tantas veces observara en su vida. Una de ellas es la Palabra de Dios. Me anima mostrar en este encuentro como nuestra tradición de la Alianza con el Padre Fundador hunde sus raíces en la Sagrada Escritura y nos ayuda a vivirla de manera original.

La figura de San Pablo

Comenzamos presentando una palabra de San Pablo: “Aunque tengan mil maestros que os lleven a Cristo, de hecho sólo tenéis un padre ya que yo os he engendrado en Cristo. Os exhorto a que seáis mis imitadores como yo lo soy de Cristo” (1 Cor 4, 15-16).

Para Pablo evangelizar era muchísimo más que compartir una nueva doctrina o llamar a una vida moral intachable. Era un nacimiento: se trataba de engendrar hijos del Evangelio que llevasen su vida en ellos. Él se sentía hondamente padre de aquellos a los que Dios, a través suyo,  había llamado a compartir la vida de Cristo, que él mismo había recibido.

Pablo no separa de Cristo sino que une a su gente al único Señor. Esto es tanto un rasgo básico del ADN de todo líder cristiano como un criterio de su autenticidad: no nos separa de Cristo sino que con su palabra y su ejemplo nos invita a atarnos entrañablemente a Él y a seguirlo como él mismo lo había hecho. Está muy lejos de ser un iluminado o un gurú que cautiva y ata la gente sólo a él.

Finalmente se anima a ponerse de ejemplo en lo que significa la imitación de Jesús. No pide a los demás algo que él no hace. El da el primer paso y va adelante.

Lo que pasó entre Pablo y los primeros cristianos, se repite en cada fundación eclesial de manera original. Esto sucedió también con el Padre Kentenich y los suyos. En el próximo encuentro nos detendremos en ello.

Finalmente quisiera recordar que el Padre se identificó mucho con la figura del apóstol Pablo. En especial en su actuar y entrega paternales a las comunidades que él había fundado. Podríamos afirmar que en él encontraba una especie de “alma gemela”.

La identificación de Kentenich con Cristo.

Queremos dar un paso más y adentrarnos ahora en la identificación de nuestro Fundador con Cristo. Como este tema es muy rico, para presentarlo, lo abordaré desde cuatro ángulos.

a) En su vida

Se trata de indagar en su vida momentos donde el Padre se ha mimetizado con Cristo. Elegiré sólo dos.

El primero es una confesión que aparece en una carta desde la cárcel del Carmelo en 1941. Dice así: “el Señor, al emprender el camino de la pasión rezó: nadie me quita la vida, yo mismo la doy porque quiero. Así lo hago también yo. Nadie me quita la libertad, yo la doy libremente, esto es, porque yo lo quiero así. Más exactamente porque así lo desea Dios. Y mi alimento y mi tarea predilecta es hacer la voluntad de aquel que me ha enviado” (Kentenich: Navidad 1941, cartas del Carmelo).

Lo que guía su vida es Jesús y su amor a la voluntad de Dios Padre que, si bien a veces se presenta oscura y difícil, llama a nuestra libertad y es garantía de triunfo y plenitud, pues Dios es el que tiene la última palabra en todo.

Así como Jesús transita libremente, por amor a nosotros el camino de la pasión, el P. Kentenich se siente llamado a hacerlo en su vida por amor a su Familia.

Un segundo texto muy semejante al inicio del exilio, reza lo siguiente: “Mater preocúpate tú que yo llegue a ser un alter Christus; adéntrame en Cristo, en la catarata de Cristo. Concédeme participar en el menosprecio, las calumnias, la deshonra del Salvador. ¡Hoy es esto en gran medida una realidad! Recen a menudo el Via Crucis, en lo posible diariamente y la vida del Salvador se nos revelará en forma renovada y profundizada”.

Tenemos un fundador que se tomó muy en serio asemejarse a Jesús hasta lo más hondo, con sus palabras: llegar a ser un alter Christus, otro Cristo.

Es muy bella y elocuente la imagen que se vuelve súplica: “adéntrame en la catarata de Cristo”. El verdadero amor al Señor mueve y conmueve, no se amedranta hasta llegar a lo máximo, aunque esto sea compartir deshonras, calumnias.  Nos adentra en la hondura de Cristo. “Hoy esto es una realidad”. Esto lo exclama al inicio de Milwaukee. ¡Cuán ciertas eran estas palabras y cuán en serio las tomó Dios!. Él aceptó este ofrecimiento modelando los rasgos de Jesús en José a lo largo de 14 años de exilio.

b) En su forma de actuar

Para el Padre la figura del Buen Pastor plasmó toda su actividad como sacerdote paternal. Así lo expresó con estas palabras:“Una paternidad profundamente anclada en Dios piensa y actúa en este punto de una manera radicalmente distinta. En efecto, la paternidad anclada en Dios se inspira en el ideal del Buen Pastor, autoretrato de Jesús: el Buen Pastor da su vida por sus ovejas. No se queda de brazos cruzados a la orilla de un mar azotado por la tempestad, ni se limita a contemplar tranquilo e indeferente las aguas rugientes, en las cuales miles y miles de personas están expuestas al viento y a las olas., luchando desamparadas por no perecer. Tampoco se contenta con arrojar desde lejos el salvavidas, sino que él mismo se arroja al agua, arriesgando su vida, para salvar lo que se deba salvar. Así se cumplen aquellas palabras del Señor: el Buen Pastor da su vida por sus ovejas” (Kentenich; apología pro vida mea 1960).

Este texto fue escrito en uno de los momentos más oscuros y difíciles humanamente hablando del exilio, cuando era cuestionado en su actuar sacerdotal, manoseada su integridad y la de su Familia. Como Jesús, sabía que tenía que dar la vida por sus ovejas. A la larga sólo redime aquel sacerdote que se aventura a dejarse elevar como Jesús en la cruz, no aquel que predica bien o tiene éxito pastoral.

Recordemos que el Padre repetía con agrado una tríada: “el amor, cuidado y fidelidad de pastor”. Esta le servía no sólo como faro y fuente de inspiración en su sacerdocio sino que también la dejó como tarea para todos aquellos que tuvieran una función de paternidad y maternidad en la vida.

En el actuar del P.Kentenich vemos como Jesús está presente y nos hace vislumbrar cual vitral, la figura eterna del Buen Pastor en uno de sus hijos.

c) En su oración

Ahora debemos bajar a lo más profundo, el alma del alma del Padre: su oración. Indagar como estaba presente nuestro Señor y cómo actuaba en él. De los muchos ejemplos que podría traer, me enfocaré sólo en dos sacados del “Hacia el Padre”.

El primero es la oración “Recibe, Señor”. Tomaré un fragmento de ella.

“Por manos de mi Madre
recibe, Señor,
la donación total de mi libertad soberana
toma mi memoria, los sentidos, la inteligencia,
recíbelo como signo de amor.
Toma el corazón entero y toda la voluntad
y de este modo se sacie el mí el auténtico amor:
para mi mayor felicidad
cuanto Tú me has dado,
sin ninguna reserva te lo devuelvo.
Sobre todo esto dispón siempre a tu gusto:
sólo una cosa te pido:
¡que te ame, Señor!.
Haz que cercano o lejano, me sepa amado por tí
como la cara pupila de tus propios ojos…
Dame ser fecundo para el terruño de Schoenstatt
mi vida sea un sí creador
para cuanto bondadosamente
con la tierra de Schoenstatt Tú has planeado
para la salvación de los hombres”

Sabemos que esta oración fue inspirada en la oración de otro gran santo: San Ignacio de Loyola. No olvidemos el contexto: nació en la cárcel de Coblenza. De lo mucho que se podría extraer quisiera detenerme en dos cosas. La primera: no hay amor a Cristo si no hay entrega a Él. Esta entrega no puede ser mediocre y pálida: debe ser total, abarcadora de mi historia, mi presente y mi futuro, tocar cuerpo y alma. Esta entrega no es seca: pide sentir el cariño, cobijo y aliento del Señor. Tiene como único objetivo amarlo más. En segundo lugar espera que esta entrega sea fecunda. Confía en que su sí sea creador para seguir construyendo esa parte del Reino que Jesús le confió edificar.

La segunda oración nos recuerda la entrañable trabazón interior entre Cristo-cabeza y su cuerpo que es la Iglesia. Es la consideración de la oración “Mira, Padre, a nuestra familia” (estr.487-489):

“En Cristo Jesús nos ata
n estrecho vínculo,
estamos profundamente unidos
en sus santas llagas,
nosotros somos sus miembros,
Él la única cabeza
esta Buena Nueva
nadie nos la podrá arrebatar
Somos miembros de su Cuerpo
somos capaces de obtener méritos
tenemos derecho
a la gracia y a la gloria.
Mientras seamos
verdaderamente sus miembros
el Padre siempre
nos mirará con beneplácito”

Somos miembros de Cristo, sarmientos injertados en la vid nueva. No es un ligamento estático, sino savia que recorre el cuerpo, que, fundado en sus llagas llama a un amor más grande, a una esperanza más firme que nos penetra atándonos unos a otros.

d) En su anhelo

Si hay algo que caracterizó el alma del Padre fue su anhelo. Al final de la vida alguien le comentó: “usted tiene planes de loco y confianza de santo”. Aquí abordaré ese anhelo profundo del Padre de no morir hasta que la Familia “alcance a Cristo”.

Veamos sus palabras: “No quisiera morir antes de que la Familia, en sus diversos miembros, vea claramente su ideal de Cristo y lo capte con toda el alma. Esta es una de mis íntimas súplicas en el último tiempo: ‘Señor Jesús, si no me consideras capaz y digno de anunciarte a tus hijos predilectos, atiende a la intercesión de tu Madre y escoge otro instrumento para ello. Quiero ofrecerte entonces, al menos desde un segundo plano, mi salud, mi energía y mi vida por este regalo digno de Dios. Haz que tu Familia no sea sacudida por violentas tempestades antes de que ella te conozca mejor y te ame más.

Madre, por cierto, hasta ahora tu condujiste a tus hijos al Salvador, pero ahora para continuar y consumar tu acción, exiges nuestra colaboración consciente y profunda en todo sentido. No dejes a los tuyos en alta mar, hasta que ellos, a través de tus instrumentos hayan acabado en cierta medida este trabajo.

Para este fin estoy a tu disposición con todo lo que soy y tengo:

¿Quieres mi trabajo?  ¡Adsum! ¡Aquí estoy!

¿Quieres que todas las fuerzas de mi espíritu lentamente se desangren? ¡Adsum! ¡Aquí estoy!

¿Quieres mi muerte?  ¡Adsum! ¡Aquí estoy!

Pero tu cuida de que todos los que me has dado amen a Jesús y aprendan a vivir y morir por El.” 

(Nueva Creatura en Cristo y en María, febrero 1942).

Como Pablo quería que la vida plena de Cristo llenara todo el cuerpo de la Familia y que los suyos “aprendan a vivir y a morir por Cristo”. Por ello su “adsum”: estaba dispuesto a entregar todo por lograr esto en los suyos como un buen padre o madre lo hace por sus hijos para que vivan en plenitud.

Este anhelo continúa siendo actual en este tiempo: él anhela que nuestro vínculo a Cristo se fortifique y seamos más de Él, como lo fue él mismo durante su vida. Destaquemos que el anhelo se nutre de la esperanza, apunta hacia el futuro, nos libra de fosilizarnos en el pasado pues el Señor se seguirá mostrando como el Señor de nuestra vida y nuestra historia y continuará siendo “causa de nuestra esperanza”. Es uno de los rasgos esenciales de un alma marcadamente mariana.

Resumen:

Rescataría tres puntos de esta reflexión

1- el auténtico líder cristiano es padre de su comunidad como se manifestó en Pablo y los primeros apóstoles. No descansa hasta que se haya despertado la vida de Cristo en cada uno de los que le han sido confiados. Vida que él lleva en sí, pues él mismo “fue alcanzado por Cristo” (Fil 3, 12). Más adelante veremos que en este nacimiento la Mater juega un rol determinante.

2- la vida del cristiano es la conjunción entre un laborioso esfuerzo por identificarse y asemejarse más y más a lo largo de la vida a Cristo y una delicada modelación del corazón por la Providencia, que en los santos descuella como una verdadera obra de arte.

3- el criterio de autenticidad de todo líder cristiano es que nos una con su vida y sus palabras a Jesús, el único Señor.

Me parece que la consecuencia más importante es que nuestra Alianza con el Padre Kentenich nos debe llevar a avivar más el seguimiento de Cristo. Teniendo este sólido fundamento bíblico bajo nuestros pies podemos avanzar al próximo punto: “la relación entre fundador y fundación en la Iglesia”.