María Canta la Esperanza
La fiesta de la Asunción nos invita año a año a recorrer el camino de la Escuela de María. La humilde niña de Nazareth alcanza el culmen de su vida siendo asunta al cielo en cuerpo y alma. La que recorrió el camino de Jesús como madre, como compañera, como gran colaboradora lo sigue haciendo desde el corazón de la salvación junto a su hijo. Qué misterio tan grande el de Aquel que por amor quería tener a su madre bien cerca.
Escuchamos en la liturgia el libro del Apocalipsis donde la mujer revestida de sol, con la luna a los pies y la corona de estrellas se enfrenta al dragón. Esa imagen poderosa contrastará con el evangelio donde la mujer vestida de simples túnicas, con tierra a sus pies por lo largo del camino recorrido a pie, y con cansancio en su rostro, llega a casa de Isabel para acompañarla.
Ambas realidades son, hasta el día de hoy, tarea y misión que María sigue viviendo. Se repite en cada corazón el encuentro de la alegría que en la visitación se hizo canto.
¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Dice Isabel. ¿Quién soy yo para que Ella, a pesar de mis caídas, de mis debilidades, de la cantidad de veces que erro el camino, siga viniendo a visitarme?
María no responde, ni a Isabel ni a nosotros. Simplemente canta la grandeza del Señor, por un Dios que me mira, me reconoce y me ama con ternura. Canta la esperanza de un Dios que nunca suelta la mano ni abandona a su pueblo. María canta para que en su canto nosotros busquemos la respuesta de nuestra propia historia personal.
La humildad de la mujer atrae la mirada de Dios. Es un corazón en el que hay lugar para que Dios pueda ser Dios y no está lleno de un sinfín de cosas sin sentido. Es la humildad del “hágase” de la Anunciación que se concretiza aún más en Cana. La humildad de que se haga en mí el querer de Dios, escuchando el propio Dios en Cristo. Porque el “Hagan todo lo que él les diga” es el compromiso que asume el discípulo para vivir la fiesta del Reino.
La Asunción a los cielos es lo que posibilita su continua intercesión. Luchando y venciendo la falta de amor que puede haber en mí, María posibilita la experiencia de humildad personal para así poder yo también atraer la mirada de Dios.
La primera de nosotros asegura que el cuelo esté al alcance de nuestra mano. La primera de nosotros dejó señalado el camino a recorrer. La primera de nosotros no espera simplemente a que lleguemos, sino que en su ida y vuelta entre cielo y tierra, camina junto a cada uno.
Sigue cantando su canto de esperanza, y en él hay estrofas que llevan mi nombre; que me impulsan a cantarlas yo también. Ser peregrinos de esperanza hacia el jubileo del próximo año se trata de eso. De la certeza de que el cielo está ganado, que Jesús regala la salvación a todos, y que en verdad, es mucho lo que tendríamos que hacer para perderlo.
Celebramos la Asunción de la Virgen, y celebrándola cantamos con esperanza que el camino al cielo no solamente está abierto, sino que se estamos invitados a recorrerlo con la alegría de que jamás lo recorremos solos.