Mes de María
Autor: Hugo Barbero
Este es un mes especial, dedicado a una mujer MUY especial.
Una mujer de contrastes desconcertantes y encantadores a la vez.
No hay mayor contraste que ser virgen y madre.
La suya fue una maternidad inesperada para ella, pero deseada por todo el pueblo de Israel.
Sí. Una mujer MUY especial.
Siendo elegida, se sintió humilde. En su ser tuvieron cabida la pequeñez y la grandeza, la contemplación y la acción, el asombro y la gratitud.
Vivió una vida en apariencia rutinaria, pero en realidad atravesada por hechos y circunstancias excepcionales. Sin embargo, permaneció confiada y, aun en el dolor, mantuvo la calma.
Se anonadó. Se abandonó. Se refugió en una gozosa intimidad con Dios, desprovista de seguridades humanas.
Con su vida testimonió el silencio, la reflexión, el servicio, la docilidad, pero también la firmeza.
No exhibe nada, no brilla; pero irradia e ilumina. Su estilo de vida, pobre y austero, es fruto de una espiritualidad sobria que la hace majestuosa en su sencillez.
Es señora de sí misma, capaz de poseerse para darse. Señala un camino y me invita a recorrerlo, a acompañarla y seguirla.
No me lleva a un palacio; también a mí quiere darme a luz en un pesebre.
Es que, por gracia de Dios, fue y es llamada a ser madre y, por eso, también a ser modelo.
De mi libertad depende que yo le permita, o no, ser también modeladora, mi modeladora… porque la Alianza es eso, nada menos que eso.
Que me modele como a otro hijo y me ayude a transitar por la vida tal como ella lo hizo: “fuerte y digna, sencilla y bondadosa, irradiando amor, paz y alegría.”
Que en nosotros, en todos, en mí, recorra nuestro tiempo preparándolo para Cristo Jesús.