Cuaresma: tiempo de preparación
Con la celebración del miércoles de ceniza comenzamos el tiempo de la Cuaresma, un camino penitencial de preparación que concluye con la pascua. Iniciamos este camino con el rito de la imposición de las ceniza. Siempre que tenemos cosas muy importantes para realizar y/o celebrar nos solemos preparar desde un tiempo antes, por eso durante la Cuaresma nos preparamos por cuarenta días para la gran fiesta que es la Pascua. En este caso es un tiempo de preparación espiritual, es un tiempo en el cual, como nos dice San Pablo, “les suplicamos en el nombre de Cristo: déjense reconciliar con Dios” (2Cor 5,20).
Este día de inicio de la Cuaresma, que comienza con la imposición de las cenizas, nos llama a la conversión a través del signo externo sobre nuestras cabezas como signo de penitencia. Este signo público de penitencia es para nosotros la simbolización de este inicio de conversión interior.
En la lectura de la Profeta Joel, escuchamos cómo el Señor nos llama y nos dice: “vuelvan a mí de todo corazón, con ayuno, llantos y lamentos. Desgarren su corazón y no sus vestiduras, y vuelvan al Señor, su Dios” (Jl 2, 12-13). Allí vemos cómo desde el antiguo testamento se ha dedicado un tiempo de conversión, que está acompañado con signos externos que nos ayudan a la conversión. Los signos externos sólo son una ayuda a la conversión verdadera del corazón para regresar al Señor.
El miércoles de ceniza es un día de ayuno, pero el ayuno que se nos propone es un ayuno que debe ser acompañado con oración pidiendo especialmente perdón y buscando la conversión de corazón. De poco sirve que hagamos un ayuno externo perfecto si no lo acompañamos de oración para la conversión del corazón. tal como leemos en el evangelio de Mateo: “cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que ve en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mt 6, 17-18).
Este tiempo de Cuaresma que iniciamos, como dice San pablo, “es el tiempo favorable, éste es el día de la salvación” (2Cor 6, 2). Es el tiempo en el que estamos llamados a reconciliarnos con Dios, y es por eso que se nos propone un camino de conversión. Para este camino de conversión Mateo hace referencia a tres obras de misericordia que ya estaban presente en la ley mosaica: la limosna, la oración y el ayuno.
Mateo hace énfasis en su evangelio en que las obras de misericordia no las hagamos para que los demás las vean, tampoco como un cumplimiento externo, sino algo que debe ser conocido por Dios, por nuestro Padre que ve en lo secreto.
Este tiempo de Cuaresma que iniciamos hoy es un tiempo particularmente propicio para poder ofrecer “capital de gracias”. Deberíamos tratar de que nuestras vasijas se llenen, se colmen con el capital de gracias que ofrecemos. Podríamos cada uno tratar de hacer un propósito particular para el inicio de esta Cuaresma, tratar de pensar y rezar que capital de gracia (obras de misericordia) podemos ofrecer como preparación interior para prepararnos para la pascua.
P. Federico Nadalich