Sábado Santo: Con María, transformados por la Pasión
Autores: P. Juan Molina – Benjamín Biagosh / Equipo de Espiritualidad Misión Quo Vadis
El sábado nos invita a la espera. Nos abre a la espera. Sin embargo, experimentamos que esa espera necesita razones para sostenerse ¿Cómo sostener que todo eso tiene un sentido? Vemos en María un modo de vivir este día. Es con María. Ella, al ver a Su Hijo completamente herido y ensangrentado, muerto colgado de una cruz, ¿cómo perseverar en la Fe? ¿cómo sostener esa espera?
Los discípulos, casi todos, se habían escondido. Por miedo, por frustración. Todo eso por lo que habían luchado, por lo que habían entregado sus vidas, se caía en frente de sus ojos. Se sentían señalados, y también asustados. ¿Cómo mostrarse como discípulos del que era crucificado? Más aun, ¿cómo ser discípulo de alguien que había muerto?
Inspira una vez más contemplar a María quien ante tanto horror y desesperanza, se para al pie de la Cruz. Algo hay en su modo de mirar y de amar a Jesús, que hace que no pueda separarse de Él, que la lleva a amarlo hasta el final. Incluso más: a abrirse y a esperar un más allá. El amor de verdad, el amor profundo, tiene deseo de eternidad. El amor de verdad rechaza límites y siempre espera más. Así, no es la fuerza de voluntad lo que sostiene la espera sino ese modo de amar y de mirar. De la Mater, ¿de nosotros?
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Nosotros podemos separarnos de Dios. De hecho, nos pasa mucho. A veces nos comprometemos y después no cumplimos. A veces también necesitamos de algunos fuegos fuertes a lo largo del año para volver a darnos cuenta de lo que es importante. Nos pasa a menudo cada vez que vuelvo recontra encendido de misionar, de un retiro, de algún momento fuerte. Sé que en Jesús está la Verdad, que con Él estamos bien. Sin embargo, dejamos que el tiempo pase y la distancia con Él se siga dilatando. ¿Por qué será que nos permitimos esos desvíos? A veces nos hundimos en nuestra debilidad.
En el Santuario encontramos el mayor ejemplo para nuestra espera, para no darla de baja en esta mañana de muerte. En el Santuario nos espera María. Ella nos educa y nos enseña a amarlo. A amarlo como lo hace Ella, incondicionalmente. Fruto de ese amor, será nuestra espera. Con María somos transformados por la Pasión. Con María aprendemos a amar. Ese amar nos convoca a esperar.
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Quizás Ella sabe amar de verdad porque se sabe amada de verdad. Cuando acepta la misión que Dios le encomendó, María dice a su prima: Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque él miró con bondad la pequeñez de su servidora. María se entrega a Dios con un corazón agradecido. Dios se fijó en Ella. María sabe que Dios se fija en Ella y que la ama más allá de todo; quizás es por eso que no hay nada que pueda separarla de Cristo. María sabe de la grandeza de Dios a pesar de verlo humillado, a pesar de verlo colgado de una cruz. El amor es más fuerte.
¡Cuánto bien nos haría a nosotros no olvidarnos nunca de cuánto nos bendice y nos regala Dios día a día! En este día en que esperamos la resurrección y nos abrimos a ello, nos hará bien volver a tener presente cuánto hemos sido amados por Dios. Ese amor que es misericordia. Ese amor que se manifiesta en el amor de tantos. Ese amor que nos impulsa a amar. Ese amor que llama a ser respondido. Ese amor, no quedará defraudado.
Mater, danos tus ojos y tu corazón, para mirar y amar a Jesús de tal forma, que no dejemos de esperar en Él.
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La Misión Quo Vadis se desarrolla desde hace 16 años en la Parroquia San Pantaleón en Florencio Varela. Nació en el seno de un grupo de vida dl Santuario de Confidentia y año tras año fue ampliando su convocatoria a toda la Juventud Masculina de Buenos Aires a partir del último año de colegio. En la edición de 2024 contará con la presencia de 49 misioneros de las juventudes del Santuario de Confidentia, de Belgrano, San Isidro y Pilar.