Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío
Autora: Rocío Rossi -Juventud Femenina de Paraná
La fiesta del Sagrado Corazón de Jesús nos presenta la imagen del corazón de Cristo, herido y coronado de espinas, como símbolo de su sacrificio y amor redentor. Este corazón no solo representa el sufrimiento de Jesús por nuestros pecados, sino también su inquebrantable deseo de redimirnos. En este acto supremo de entrega, nos muestra que el verdadero amor implica darlo todo, incluso la propia vida, por el bienestar de los demás.
El Sagrado Corazón de Jesús nos recuerda que el Hijo de Dios está lleno de compasión, misericordia y perdón, dispuesto a acoger a todos sin distinción. Pero… ¿qué representa para nosotros? Este día nos invita a contemplar su amor y a permitir que transforme nuestros propios corazones, invitándonos a imitar su ejemplo en nuestras vidas diarias.
Es por eso que el Padre José Kentenich nos regala la frase: “Quien quiera conquistar los corazones, debe dar a cambio su propio corazón”, la cual nos desafía a pensar en el amor como un acto de entrega total. No podemos esperar ganar el cariño y la confianza de los demás sin primero ofrecer nuestro propio corazón, sin reservas. Esto significa ser vulnerables, honestos y genuinos en nuestras interacciones, estando dispuestos a sacrificarnos por el bien de los otros.
Entregar nuestro corazón, como sugiere nuestro fundador, es un acto de fe y amor profundo. Implica abrirnos al sufrimiento y a la alegría de los demás, compartiendo sus cargas y celebrando sus éxitos. Al igual que el Sagrado Corazón de Jesús, que late con un amor incondicional por toda la humanidad, somos llamados a amar sin límites, a perdonar sin condiciones y a servir sin esperar nada a cambio. Vivir según este llamado no es fácil, pero es esencial para construir relaciones auténticas y duraderas.
Este símbolo llegó de manera muy especial a los jóvenes de Paraná que nos preparábamos para vivir la Semana Santa de este año. En medio de una adoración previa a las misiones universitarias Ita Pater, tuvimos la gracia de ver reflejado el Sagrado Corazón de Jesús en el frente del Santuario. Tras reflexionar sobre las tres gracias que este nos regala, el Santísimo fue expuesto y automáticamente su sombra reveló la imagen del Sagrado Corazón.
La explanada del Santuario se llenó de caras de asombro, desconcierto y alegría, no terminábamos de entender si era un efecto de las luces, si estaba pensado previamente o si simplemente fue lo que sucedió, un milagro. Fue un momento que nos impulsó a misionar y lo sigue haciendo en nuestra vida diaria. Fuimos bendecidos con Su presencia viva.
Pensemos que no fue casualidad que de Jesús Eucaristía se desprenda su Sagrado Corazón, pues esta fiesta se celebra el viernes siguiente a Corpus Christi casi como para sugerirnos que la Eucaristía no es otra cosa que el Corazón mismo de Jesús, de Aquel que de corazón cuida de nosotros.
Aprovechemos esta solemnidad para recordar, para volver a pasar por nuestro corazón, ¿qué tenemos para dar a otros? ¿Damos a cambio nuestro propio corazón? Y para lograr todo esto, ¿lo alimentamos con el cuerpo de Cristo?
Que este día nos ayude a reflexionar cómo podemos vivir más plenamente el espíritu del Sagrado Corazón en nuestras vidas diarias, y a reconocer que el verdadero amor y la conexión surgen cuando damos nuestro corazón, tal como Jesús nos dio el suyo.