Una Virgen peregrina e inquieta
Antes era común ver a los fieles asistir a la misa dominical. La parroquia se había constituido en el lugar de encuentro: con Dios, con los otros cristianos y con la vida eclesial. Hoy vivimos en una sociedad pluralista, donde los valores y la práctica cristiana han perdido temperatura.
Si la gente no va a la Iglesia, será necesario que la Iglesia vaya a la gente. Este pensamiento tan coherente está en el sustrato de la “Campaña de la Virgen Peregrina de Schoenstatt”. No nació, sin embargo, del raciocinio, sino de una experiencia de vida: en el sur de Brasil, un hombre muy sencillo recibió el encargo de llevar la imagen de María a los hogares. Lo hacía después de su trabajo y sin descuidar sus obligaciones de esposo y padre de familia. Así inició João Pozzobon la “Campaña del Rosario”. El pensamiento dominante fue: “la Virgen está inquieta y por eso desea apearse de su trono y recorrer las calles y las casas”; idea que acompañó a João desde 1950 hasta 1985, año en el que murió muy cerca del Santuario, en Santa María. En 1994 se inició su proceso de beatificación.
Entretanto, la Campaña se ha expandido por todo el mundo, y miles de familias reciben mensualmente la imagen de María, la Madre tres veces Admirable de Schoenstatt. El denominado “misionero” busca quince familias que deseen recibir la imagen, y así Ella peregrina por los hogares. La Campaña llega también a colegios, casas religiosas, hospitales, cárceles, hogares de niños, de ciegos, de desvalidos y de ancianos. Todas las imágenes salen del Santuario y se le pide a los que las reciben, que le devuelvan la visita a la Madre, peregrinando de cuando en cuando a los Santuarios o a las Ermitas de Schoenstatt.
¿Cuál es el secreto de la Campaña? María regala siempre seguridad, esperanza y armonía familiar. Tres valores que necesita el hombre de hoy. Cuando la imagen llega a una casa, se le prepara un lugarcito, la familia o alguno de sus miembros reza el Rosario o una decena y se le hacen los pedidos. Se leen también las anotaciones de un cuaderno que acompaña la imagen, donde hay meditaciones y algún saludo del párroco con informaciones útiles.
A través del gesto de recibirla se expresa otro deseo: se le pide a María que renueve la fe de los integrantes de ese hogar o de esa institución. La vida, tan agresiva a veces, nos deja desvalidos, sin fuerzas y sin armas para defendernos. Al entregarle a María nuestra confianza filial, Ella asume su tarea, y como Madre y Educadora despierta nuevas fuerzas, anima a la lucha, estimula a la concordia y regala mayores ganas de vivir.
Si el profeta no va a la montaña, la montaña va al profeta, afirma el dicho popular. Si la gente no va a María, María va a la gente. En los lugares adonde llega, no hay espacio para las sectas ni para las pseudo-religiones. La Virgen es un antídoto contra el mal. María nunca pasa de moda. Solo precisa un lugarcito sencillo en la casa. Lo demás lo realiza Ella: una saludable revolución interior, identificarnos con Cristo. Cuando se le entrega la imagen al misionero, el sacerdote proclama: “Ella es la gran misionera”. Y él contesta: “Ella obrará milagros”. No son palabras, sino realidades.