Un paso a la vez
Autora: Vanesa Gómez
La Peregrinación de los Pueblos se realiza desde una localidad de la provincia de Entre Ríos llamada Hasenkamp hasta el Santuario de La Loma que se encuentra en Paraná. El recorrido comprende 90 kilómetros que se realizan a pie. El trayecto cuenta con cinco paradas. Generalmente quienes participan de la peregrinación se anotan en una parroquia que es la encargada del traslado desde Paraná hasta Hasenkamp y posteriormente de la asistencia durante las paradas. Quienes van como servidores de las parroquias esperan con la comida, con un espacio para descansar y ayudar en todo lo necesario. A su vez la organización cuenta con los Servidores que son personas que asisten durante todo el camino. También forman parte las personas que trasladan el agua, los vehículos de apoyo, los sacerdotes que confiesan, el equipo de oración y música, los bomberos, la policía, las ambulancias y los profesionales que se trasladan y tantas personas que durante todo un año trabajan en silencio para que pueda ser posible esta peregrinación que se realiza desde hace 42 años.
El camino es una analogía de la vida misma, se sale a media tarde con el sol que quema las pestañas y con la Mater coronada de pétalos de flores desde la Ermita de la localidad. Emociona el sonido de las sirenas, la cuenta regresiva y el avance de la multitud que, en algunos casos, por primera vez se embarca en el caminar; mientras que algunas personas religiosamente la realizan todos los años.
Fiesta de fe
Este año el inicio de la peregrinación, viernes 18 de Octubre, coincidió con el Día de la fiesta de la Virgen de Schoenstatt.
Días previos pensaba cómo era posible caminar 90 kilómetros en un día, sin comer ni descansar bien y racionalmente no existía ninguna respuesta. En mi caso, en mi corazón sólo anidaban cada una de las intenciones, de las personas, los anhelos que llevaba conmigo para depositar en manos de María. Pero aún así era un enigma el camino, la dinámica, el cansancio, la fortaleza y la perseverancia. Tenía una certeza: de que iba a caminar hacia y con María, además contaba con un regalo: poder realizar la peregrinación con mi marido. El resto estaba en manos de Dios.
El camino de la vida
Todos caminamos a ritmos diferentes pero con una oración en común que nos hermana. La organización dispone de tres vehículos que llevan los equipos de música que se ubican al inicio, medio y final de los caminantes para que podamos rezar juntos. Y esa dinámica se regala y se encarna en toda la experiencia con una mirada con una sonrisa o un persona que viaja en moto solo para ir a saludar a los peregrinos cuando pasan, en un padre que en su bicicleta lleva un carro con su hijo y pedalea al costado de la ruta simplemente para ser compañía, en un paquete que recibís de una persona que no conoces pero que te lo envia un hermano de Federación de Schoenstatt , en la búsqueda con la vista de la hija de una hermana del curso para confirmar que está bien, en la mano que te abraza y en el caramelo compartido: se peregrina en comunidad.
La peregrinación es cómo la vida misma; en la oscuridad -cada persona tiene su noche- hay momentos en donde todo se hace cuesta arriba y nos cuesta volver nuestros ojos a la Reina Madre, los pies pesan y la oscuridad obstruye tener la vista limpia para poner el foco en el objetivo central. Cuando se parte desde la parada de la localidad de Cerrito, pasada la medianoche, se sale con antorchas y pensaba en los fuegos de Galeano que plantea que todos los fuegos son distintos pero me permitia agregar la importancia de arder para iluminar al que tengo al lado, para sostener, para escuchar, para empatizar. Al costado de la ruta se puede observar que avanza un malón de luces que acompañan con canciones y oraciones y que justamente es esa una de las certezas de la peregrinación: ser luz y mostrar que la iglesia somos todos, que vive.
Con el alba surge la certeza de que estamos un poco más cerca y que en el transcurso del sábado 19 de octubre estaremos llegando a casa donde nos espera María.
En este trayecto la caminata es la más larga en cuanto a cantidad de horas caminadas sin parar. Para avanzar cada paso
vuelvo a pasar por el corazón cada intención que llevo en fotos, que tiene una historia y un nombre y que anhelo depositar en la Mater. Con la botella de plástico de medio litro vamos recargando el agua y degustando el sabor de la gratitud. Agradecer por cada palabra de aliento, por la posibilidad de poder hablar y estar en contacto con la naturaleza mientras avanzamos, por lo bello de caminar de la mano y la riqueza de la oración.
El almuerzo es la última parada previa a la llegada del santuario. Los pies duelen, aparecen músculos que no sabíamos que existían y el sol del mediodía pesa. Comenzamos el último tramo con la creencia de que será el más fácil pero paradójicamente y aunque estamos más cerca es uno de los que más pesa. Estamos cerca de la ciudad de Paraná y la gente desde los puentes tira golosinas y grita: “¡Vamos peregrino vos podes!” La piel se pone tensa cómo piel de pollo y las lágrimas hacen de las suyas. Pienso en Simón de Cirene, que fue quien ayudó a Jesús a cargar la cruz y la importancia de recordar: el dolor se hace más liviano cuando podemos compartirlo. Ayudar y dejarse ayudar.
Llegar al Santuario
Ya en el último trayecto la gente desde sus casas comparte agua, naranjas cortadas y con las mangueras hacen lluvias artificiales para que nos refresquemos las cabezas. Leo una remera de una peregrina que dice: “lo hago por mis hijos” y entiendo un poco más; Dios nos ama primero y hace todo por cada uno de nosotros y es ese mismo amor el que se derrama en las miles de personas que deciden dar su sacrificio físico en pos de llegar a María con el cuerpo cansado pero con el alma llena, con las miles de intenciones que Ella toma, acuna y lleva a Jesús.
La entrada al Santuario es la certeza de que Dios nunca se deja ganar en generosidad, porque ahí está la Mater sosteniendo a su hijo, abrazando a cada persona que entra y siendo la garantía de que todo en manos de Dios Padre tiene otro color, de que se toma en serio nuestros ofrecimientos y que siempre estamos acompañados en cada rostro que nos espera, nos sostiene y nos anima a ir por más con el corazón desbordado de amor, de gratitud y de esperanza.
Mientras tanto un paso a la vez y los ojos al cielo para que algún día alcancemos la santidad a la que estamos llamados y mientras tanto voy/vamos rumiando el anhelo de peregrinar el próximo año.