Año Mariano Nacional: “Originalidades de la espiritualidad de Schoenstatt”
Texto bíblico
Lectura del libro de Sirácida 24, 1. 3-4. 8-12 19-21
La sabiduría se alaba a sí misma, se gloría en medio de su pueblo,abre la boca en la asamblea del Altísimo y se gloría delante de sus Potestades.
Yo salí de la boca del Altísimo,
como primogénita de todas las criaturas.
Yo hice amanecer en el cielo una luz sin ocaso
y, como niebla cubrí la tierra; habité en el cielo
con mi trono sobre columna de nubes.
El Creador estableció mi morada:
“Habita en Jacob, sea Israel tu heredad”.
Desde el principio, antes de los siglos, me creó,
y no cesaré jamás.
En la santa morada, en su presencia, ofrecí culto
y en Sion me establecí;
en la ciudad escogida me hizo descansar,
en Jerusalén reside mi poder.
Eché raíces entre un pueblo glorioso,
en la porción del Señor, en su heredad,
y resido en la congregación plena de los santos.
Venid a mí, los que me amáis, y saciaos de mis frutos;
mi nombre es más dulce que la miel, y mi herencia, mejor que los panales.
el que me come tendrá más hambre, el que me bebe tendrá más sed;
el que me escucha no fracasará, el que me pone en práctica no pecará».
Oración del Año Mariano Nacional
(Se encuentra en la introducción al trabajo)
Reflexión
Una de las preguntas que deberíamos hacernos es: ¿dónde está lo original en la devoción y espiritualidad que Schoenstatt cultiva en su relación a María? ¿Qué le diríamos a un párroco, o a alguien, si nos inquiere en este punto? Se trata, al decir de San Pedro, de algo usual en los inicios de la Iglesia; el apóstol se lo pide a los cristianos: “Estén siempre dispuestos a defenderse delante de cualquiera que les pida razón de la esperanza que ustedes tienen” (1Pe 3,15). La palabra griega de “dar razón de algo” en el Nuevo Testamento se llama “apología”. Literalmente significa defender una concepción o acción. ¿Cuál es entonces nuestra “apología” mariana? O si quieren universalizarlo, ¿qué es lo más original en nuestro amor a la Mater?
No es una pregunta que se presenta por primera vez. Alrededor de los años 1935 y hasta las dos visitaciones a Schoenstatt -1947 y 1951- surgieron en el ámbito germano críticas serias al Movimiento por parte de algunos obispos. Provenían especialmente de tres diócesis: Tréveris, Limburgo y Bamberg. ¿En qué consistían? Fundamentalmente se criticaban cinco aspectos:
- Schoenstatt tiene una centralidad exagerada en una capillita, la que se considera fuente de gracia.
- Los schoenstattianos sellan una alianza de amor con María, la que consideran un “contrato bilateral” entre ellos y la Virgen. ¿Quién tiene derecho a exigirle a la Virgen que se comprometa de esa forma con él?
- Para “asegurar” la presencia de María en ese “lugar de gracias” (“Gnadenkapelle”, decía el cartel al frente del Santuario) los miembros del Movimiento hacen “capital de gracias”; con él pretenden condicionar a la Virgen a que traiga gracias especiales al lugar.
- Consideran Schoenstatt una “obra predilecta de la Divina Providencia”, lo que interpretan en forma exclusiva…
- Schoenstatt utiliza algunos términos que parecen heréticos y poco adecuados a la fe.
No eran, como puede verse, acusaciones sencillas… Mientras Schoenstatt se mantuvo en un círculo relativamente pequeño, las críticas no pasaron a mayores; pero cuando el Movimiento se hizo conocido, sobre a través de los retiros que predicaba el Padre Fundador en el lugar de Schoenstatt, se generó un mayor revuelo y escozor. Varios obispos pidieron la intervención del Movimiento; alguno incluso preguntó si no era bueno recurrir a Roma, pidiéndole que investigue estas “anomalías”.
Cuando el superior de los Palotinos le pidió al P. Kentenich que se expidiera sobre estas acusaciones, el Padre inició una abundante correspondencia, tratando de explicar estos conceptos, que llamó “ideas cuestionadas” o “discutidas”. Estas fueron también objeto de muchas discusiones, jornadas y, como dijimos, numerosos escritos.
En el transcurso del tiempo, estas ideas se fueron aclarando y -salvo una u otra que ya no utilizamos (por ejemplo, “Schoenstatt es una creación predilecta de Dios”), son parte del acervo más propio de Schoenstatt. A ninguna persona se le ocurriría hoy ponerlas en tela de juicio, aun cuando no adhiera a su espiritualidad.
En estas ideas originales se encuentran las respuestas a la pregunta que planteábamos al inicio. Tienen que ver con los acentos más propios de nuestra espiritualidad mariana. Las vamos a analizar en esta unidad.
Primera originalidad: Nuestro vínculo a María tiene su plasmación original en la Alianza de amor con ella.
La razón última de la alianza que sellamos con la Virgen la encontramos en el legado de Jesús: “He ahí a tu madre… He ahí a tu hijo”. San Juan afirma que el discípulo “la hizo suya” o -en otra traducción también válida- “la llevó a su casa” (Jn 19,25-27). Nosotros queremos hacer nuestro el testamento del Señor. La Alianza es tomar en serio el pedido y el ofrecimiento de la cruz.
La Alianza de amor es un intercambio de amor entre madre e hijo/hija y se sella en un Santuario o ermita. También pueden hacerlo grupos y, por supuesto, también matrimonios.
La alianza es una apropiación, “re-vivencia” existencial y religiosa, de la alianza que Cristo sella con cada cristiano el día del bautismo. De esa forma, la Alianza de amor es un camino para recordar y re-vivir la alianza con Jesucristo. En Jesús -y por Jesús- nos acercamos al Padre. El sueño de Dios Padre es sellar con cada hijo una alianza en el amor, ya que cada uno es amado originalmente en Su misericordia. Quienes sellan la Alianza de amor como matrimonio, la misma se transforma en una renovación, estímulo y fortaleza para vivir de manera fiel y lozana la alianza matrimonial.
Lo más propio de la alianza es ser camino. Se genera en una comunidad espiritual entre los dos aliados: es comunidad de vida, de tareas y de destino:
- Es comunidad de vida porque se comparten alegrías, tristezas, acontecimientos importantes y cotidianos.
- Es una comunidad de tareas, porque ambos contrayentes asumen el mandamiento del Señor, de amar a los hermanos y servirlos en solidaridad, paz y justicia.
- Es comunidad de destino, porque María conduce a los aliados a la auténtica felicidad y santidad.
La inquietud por la alianza comienza con una inspiración interior. Muchas veces es respuesta a una búsqueda -consciente o inconsciente- del hombre. Es una atracción basada en el amor (por parte de María) y en la necesidad (por parte del hombre); y es admiración que se torna búsqueda. En un momento determinado esta búsqueda se formaliza: se sella la alianza en un Santuario o una Ermita de la Madre Tres Veces Admirable de Schoenstatt. Es un ejercicio de plena libertad, ya que libertad implica una decisión por algo noble y bueno. Hay promesas, pedidos y ofrendas de amor.
La fidelidad es el compromiso de los aliados. Sabemos que María siempre permanece fiel; el hombre se esfuerza por serlo, aun experimentando debilidades e inconstancias. Por eso el camino conoce altibajos, momentos de mucha cercanía y desconciertos. La comunicación, la oración y los gestos de amor, mantienen viva la llama de la alianza. Los pequeños regalos, que en Schoenstatt se llaman “capital de gracia”, nacen de la creatividad humana en la alianza. María rompe la rutina y sorprende a su hijo o hija, quien se cubre de asombro al experimentar los regalos de la “aliada”. Esta dinámica supera el peligro del aburguesamiento. Finalmente, la alianza, como todo vínculo basado en el amor, se hace proyección: es la vida que se expande hacia los demás y se comparte. Lo que se ha recibido gratuitamente, debe darse también gratuitamente (cfr. Mt 10,7-10).
Segunda originalidad: El encuentro con María tiene un espacio preferencial: el Santuario.
El Santuario de Schoenstatt es un oasis. Quizás escucharon alguna vez el diálogo de los dos beduinos que caminaban por el desierto:
– Dime, ¿cuál es a tu parecer el pecado más grande que puede cometerse?
– ¡El mayor pecado es matar a un amigo!
– No. Ese no es el mayor pecado.- ¿Será pues robarle, mentir o traicionarlo?
– Tampoco lo es.
Caminaron unos metros en silencio…
– Y bien, podrías decirme entonces, ¿cuál es el mayor pecado?
– Ciertamente. El pecado más grande es andar por el desierto, haber descubierto un oasis y no comunicarlo a sus amigos.
El Santuario no es propiedad egoísta de Schoenstatt: está a la mano de quienes deseen aprovecharlo. En la vida es preciso contar con un hogar, un lugar de pertenencia y un oasis. No es bueno vivir a la intemperie. Los Santuarios de Schoenstatt cumplen esta función en forma maravillosa. La historia de los mismos se remonta a 1914 cuando un grupo de jóvenes, asistidos por su padre espiritual, le pidieron a María que se estableciera en una capilla abandonada, en el valle de Schoenstatt, cerca de Coblenza, en Alemania: “No podríamos realizar una acción apostólica más grande -les dijo el Padre Kentenich- ni dejar a nuestros sucesores una herencia más preciosa que inducir a la Virgen a que erija aquí su trono de manera especial, que reparta sus tesoros y obre milagros de gracia”. La historia posterior ratificó que María tomó en serio este pedido. Desde ese momento quiere anidarse en cada pequeño Santuario.
El schoenstattiano es un peregrino que se encamina a ese hogar, casa paterna y materna. Cada vez que él llega, abre las alforjas interiores -la mochila- y le entrega a la Madre el “capital de gracias”. Es el regalo del hijo en la alianza.
Antes de partir, el peregrino carga su mochila con las tres gracias que María regala en su terruño: sentirse en casa, protegido y más seguro, experimentando a Dios un poco más cerca; luego, ir transformando el corazón del hombre viejo -corazón rebelde- en el del hombre nuevo, solidario, religioso y pleno de esperanza. Y hay una tercera gracia, la de movilizar al peregrino para que sea un buen testigo, un apóstol de Jesucristo y de su Reino.
El amor a María y la alianza con Ella se “formaliza” en el Santuario. Hay 21 Santuarios de Schoenstatt en la Argentina. No son lugares cerrados ni exclusivos, sino abiertos a los que deseen sentir la cercanía de María. También numerosas Ermitas de la Madre tres Veces Admirable -cerca de 700- van poblando la geografía argentina, diciéndonos que es posible tener pequeños reflejos del cielo en esta tierra. En el silencio del alma, cada fiel puede hacer suya la confesión del Padre Kentenich: “Tu santo corazón es para el mundo, el refugio de paz, el signo de elección y la puerta del cielo”.
Tercera originalidad: María es madre, pero también educadora.
El rasgo distintivo de nuestra espiritualidad mariana es concebir a María como educadora. La primera proclama del Padre Kentenich a los jóvenes, cuando comenzó su labor pedagógica en 1912 en el valle de Schoenstatt fue: “Queremos educarnos bajo la protección de María para ser personalidades libres, firmes y apostólicas”. Esto señaló el tipo de vínculo que ligó desde un vamos al schoenstattiano con la Mater. No toda devoción mariana se la concibe así. Schoenstatt se distancia también de todo marianismo pietista o sentimental. Por el contrario, se preocupa de superar los peligros que pueden surgir de un amor a María no del todo maduro. Veamos algunos de estos peligros:
- Ignorar el lugar que María tiene en el Plan de Salvación. Ella no es solamente la madre de Jesús, la Inmaculada y Asunta al cielo. Ella es la Compañera y Colaboradora de Cristo en toda la Obra de la Redención, como define el P. Kentenich el rol de la Virgen y que él llama, su “ideal personal”.
- Oponer el amor de María al amor a Jesucristo. “Por Maria a Cristo” es el lema que siempre acompañó la espiritualidad mariana del Movimiento. El camino que Dios eligió para llegar al hombre debe ser el camino que éste debería usar para llegar a Dios. María no es fin, pero sí un instrumento privilegiado del encuentro con su Hijo y el Dios Trino.
- Cultivar una devoción “descarnada” y sin compromiso histórico. María no regala un pasaporte para la eternidad, sino que hace una invitación al compromiso. Ella es la promotora de un “nuevo orden social”.
- Recurrir a la Virgen sólo en casos de apuro y necesidad. María no es la aspirina o el alcanfor que soluciona los problemas. Es la que nos ayuda a asumir la cruz y el sufrimiento y a promover la alegría y la felicidad.
Es la educadora del hombre nuevo. El vínculo afectivo y real a una persona nos transfiere las actitudes y comportamientos de esa persona. La vinculación a María nos lleva a las actitudes de Maria: su alegría, bondad, dedicación, servicio, fidelidad, humildad, etc. Este proceso se llama “pedagógico”. La meta es poder lograr la transformación del hombre viejo en el hombre nuevo, o como dice el Antiguo Testamento, cambiar el corazón de piedra en un corazón de carne (Ez 36,26). - Creer que lo central de la devoción a María son sus apariciones o fenómenos extraordinarios y privados, descuidando la acción en la vida cotidiana, en las enseñanzas evangélicas o el Magisterio de la Iglesia.
María es “el camino más rápido, más seguro y más corto para llegar a Jesucristo”. Así lo enseñaron los Papas, indicando la experiencia del pueblo fiel y creyente. Cristo, después de darnos su Palabra, su Cuerpo y su Sangre quiso regalarnos a la Virgen. Ella debía ser la modeladora de nuestras vidas y ayudarnos a dar frutos en la Iglesia. Es ella la que cuida y alienta para que escuchen y sigan al Señor: “Hagan lo que Él les diga”. De esa forma ella es poder de reina y mano educadora.
Cuarta originalidad. El amor a María nos compromete con la Iglesia y nos impele a trabajar con el “nuevo orden social”.
a. María, modelo, madre y maestra de la Iglesia, nos compromete con ella.
El Concilio Vaticano II llama a María: “miembro muy eminente y del todo singular de la Iglesia… prototipo y modelo destacadísimo en la fe y en el amor.” (Lumen Gentium, n. 53). La expresión proviene del Padre de la Iglesia, san Ambrosio: “Ella es novia, pero virgen, porque es tipo de la Iglesia, que es inmaculada. Es esposa porque permaneciendo virgen nos concibió por el Espíritu”. Esposa, mujer y madre virginal.
En el tiempo en que el P. Kentenich permaneció en Milwaukee, sobre todo al culminar el Concilio, fue diseñando con mayor claridad lo que consideró acentos de la Iglesia que surgían del Vaticano II. María debía ser la maestra, la educadora de esta Iglesia renovada en la fuerza del Espíritu Santo.
Por eso, María nos impulsa a trabajar por la Iglesia que es como una barca que navega en mar bravío. Escucha una y otra vez la voz de su Señor que la invita a guiar mar adentro (cfr. Luc 5). No deja de ser la roca, pero se anima a moverse y a navegar en profundidad. Es una Iglesia libre y desprendida de formas anquilosadas y lejanas al hombre de hoy, sin por eso perder su anclaje en la tradición. María debe forjar una Iglesia que sea ante todo una familia, unida por una gran fraternidad y guiada por pastores que son servidores de la vida y no señores feudales. Siendo Ella pobre y humilde, podrá educar para una Iglesia pobre, lejos de la pompa y amiga de los pobres; es la Iglesia que no mendiga la benevolencia de los poderosos de su tiempo, sino que pone toda su esperanza en los corazones humildes y no en los magnates de turno. Es la Iglesia purificada en el perdón, que regala mucha misericordia y pide indulgencia cuando cometió errores y pecados. Sólo esta Iglesia -transida por el alma de María- puede ser alma de la cultura actual, alma del mundo. El amor a María tiene esta connotación y busca realizarlo. En estos rasgos se encuentra lo que más tarde supo llamar el P. Kentenich, “la Iglesia de la nueva orilla”.
b. María es forjadora del hombre comprometido con el “nuevo orden social”.
El vínculo a María, si es auténtico, jamás enajena. En el Magnificat ella cantó el compromiso de Dios con los más necesitados:
“Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.
Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.
Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías.
Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre”. (Lc 1, 50-55)
Hablamos de un “nuevo” orden, porque responde a los desafíos del tiempo. Lo nuevo se contrapone a viejo. Desde la prisión de Coblenza escribe el P. Kentenich:
“En el horizonte asoman, lentamente reconocibles, las grandes líneas estructurales de un nuevo orden mundial; un mundo viejo está ya en llamas…Mientras tanto, millones de personas de las generaciones actuales y futuras están ante nosotros, extendiendo sus manos hacia nuestra arca que, surcando las aguas del diluvio, los rescatará llevándolos a la ribera celestial.”
La palabra Orden habla de meta y de medios. Dos aspectos hacen al orden: los valores y las estructuras. Respecto a los valores. María quiere enseñarnos desde los Santuarios ciertos valores, que se describen en el “Hacia el Padre”:
“Siempre allí reinen amor, verdad y justicia, y esa unión que no masifica que no conduce al espíritu de esclavo” (HP,496)
“Envíanos al Espíritu de fortaleza del Señor para que por El surja la creación renovada: el Reino de Schoenstatt, nación de Dios, que se asemeja a la eterna ciudad de Sion, donde triunfa el amor y reinan siempre la justicia y la verdad” (HP, 29,30)
“Alegremente venga a nosotros tu Reino, que asemeja la tierra al cielo; siempre rijan en él verdad, amor y justicia” (HP, 120)
En el “Cántico del Terruño”, el P. Kentenich explica lo que él entiende por valores del nuevo orden social. Una de esas estrofas reza así:
¿Conoces aquella tierra, ciudad de Dios, que el Señor se ha construido: donde reina la veracidad, y la verdad domina todo y sobre todo triunfa; donde las santas normas de la justicia determinan lo que se hace y lo que se evita; donde el amor une los corazones y los espíritus y el Señor y Maestro empuña el centro? (HP, 604)
La verdad no es una realidad estática sino dinámica. Es la identidad del hombre y la mujer, del matrimonio y la sexualidad, la vida y la muerte. La verdad está relacionado a la veracidad, honestidad y sinceridad…
La justicia nos invita a respetar los derechos y deberes, a ser solidarios y compartir con los demás lo que tenemos. Es el presupuesto de la paz.
El amor no puede separarse de la justicia y la verdad. Es un instinto primario y natural, pero también la vocación sobrenatural a que hemos sido llamados por Aquél que nos creó y que es Amor. El amor se cultiva viviendo uno en, con y para el otro.
La palabra Social visualiza el mundo, las estructuras familiares, laborales, educacionales y sociales. La familia natural es el punto de partida para la realización del nuevo orden social; de allí que revista gran importancia: es el “fundamento y la corona” de la Iglesia y de la sociedad. Allí se aprenden y vivencian los valores del nuevo orden social. Dentro de esta realidad familiar, recobran los vínculos el carácter de nexo y articulación. Son las herramientas desde donde se comienza a forjar el mundo nuevo. Hay que salir a cambiar el mundo a partir de uno mismo y la familia, y explayarlo en los ámbitos del trabajo y la sociedad.
Algunas preguntas para la reflexión personal o grupal
1. ¿En qué cambió tu vida desde que comenzaste a vivir “en Alianza de amor” con María? ¿Para qué te sirvió, en qué te aportó?
2. ¿Qué significa para vos el Santuario de Schoenstatt? ¿Cómo cultivas tu vinculación a él? ¿Has podido llevar a otras personas a conocerlo y aprovechar de sus gracias?
3. María es nuestra madre, pero sobre todo la educadora del hombre nuevo. ¿Experimentas en tu vida aspectos que cambiaron desde que la conociste a María? ¿Qué actitudes de María son las que más te has podido “apropiar”?
4. ¿Creció tu vínculo a la Iglesia desde que ingresaste al Movimiento o te comenzaste a vincular al Movimiento?
5. ¿Vislumbras algún canal para vivir tu compromiso social y hacer algo en el ámbito de la sociedad en que vives?