Conducir una Parroquia con categorías pastorales Schoenstattianas
Autor: Padre Sergio Hayy
A días de celebrar al Santo Cura de Ars, patrono de los párrocos y de todos los sacerdotes, escribo estas palabras para expresar lo que según mi parecer significa la conducción de mi Parroquia en categorías pastorales Schoenstattianas.
El primer punto o categoría es vivir anclados. Tanto el sacerdote como cada miembro de la comunidad está llamado a vivir arraigado, unido fuertemente a la vida de la Parroquia, lugar donde uno regala su presencia y encuentra a Dios presente. Lugar donde damos el tiempo, los esfuerzos y donde encontramos la Fuente de Agua Viva.
La Parroquia, es la Iglesia viva, donde cultivamos los vínculos, el proceso cotidiano de la Vida y de la Fe; en Ella pecamos, somos reconciliados, morimos y volvemos a vivir. Muere el hombre viejo y surge el hombre nuevo.
Como sacerdote, soy padre y estoy llamado a engendrar, dar a luz, y acompañar la vida. Por tanto, es mi misión formar la comunidad-familia, acompañarla y alentarla en torno a la vida, en torno al altar. Pero, sobre todo, ofrecerlo todo, todos los días, siendo altar vivo para la Gloria de Dios.
Al formar a la Comunidad, también formar a cada persona en su singularidad, que cada uno se sienta protagonista en el camino, capaz de forjar su destino y sentir que es corresponsable con el destino de la comunidad parroquial.
Las cruces que experimenta la Comunidad, son cruces que tienen que ser asumidas por todos.
En el diálogo de los miembros, cultivar que sea vivido desde el corazón, de corazón a corazón. Vivir con decisión, con convicción, vencer la tentación del formalismo, del conceptualismo, del mecanicismo personal y pastoral. Ser concreto y real.
La gran categoría pastoral, será sin duda el amor, alma de la comunidad y el signo elocuente de la presencia de lo Divino.
La Parroquia está llamada a convertirse en casa y escuela, por eso tiene que respirarse el clima de hogar, de cercanía, de Nazaret, refugio de pecadores. Y sin duda nunca dejar de hacer fiesta, celebrar como cuando regresa el hijo pródigo a la casa del Padre.
En la Parroquia debe haber un claro compromiso: toda persona está llamada a ser salvada, amada y transformada por el Amor Divino encarnado en la comunidad.
Y por supuesto tiene que ser una Parroquia enviada… allí donde los hombres necesiten la Palabra y la Vida de Dios. Una Parroquia esencialmente apostólica, en la que pueda percibirse la brisa fresca y pura del Espíritu Santo.
Como la Santísima Virgen, captar el ideal de instrumentalidad; vivir dóciles al Espíritu, aceptar el desafío de ser profeta, tomando el pulso del tiempo y aprendiendo juntos como comunidad a poner el oído en el corazón de Dios.
Finalmente, una parroquia donde, como hombres nuevos, sepamos elegir Tu Misión.
Padre Sergio Hayy