Cuidar la vida es regalar humanidad
Entrevista a la Hermana María Teresa Buffa
Todavía resuenan en nosotros los ecos de la conmemoración del Día internacional de la Mujer. Y seguimos nutriéndonos del espíritu de tantas mujeres que desde su lugar asumen el desafío de dejar su impronta y construir un tiempo nuevo.
Autor: Departamento de Comunicación – Schoenstatt Argentina
Unos días antes de Navidad recibimos una noticia de esas que ensanchan el corazón de alegría y (un poquito) de orgullo: nuestra querida Hermana M. Teresa Buffa, a cargo de la Dirección de Hermanas del Sanatorio Mater Dei, había sido seleccionada como una de las personalidades de Argentina del año 2020 en la clásica tapa de la Revista Gente.
A mediados de año, el nombre de la Hermana y del Sanatorio ya habían aparecido en diferentes medios de comunicación a raíz de la presentación de un Programa institucional de Acompañamiento y Contención orientado a los pacientes con COVID-19 y a sus familiares. Los protocolos previstos en dicho programa apuntan a estar más cerca de los pacientes y sus familias y acompañarlos durante la internación, e incluso, ante situaciones de final de vida, cuenta con la posibilidad de permitir una visita de la familia. En el complejo contexto de la pandemia, el Sanatorio Mater Dei buscó proteger la salud integral de las personas, en fiel cumplimiento de su compromiso con la vida, al servicio de la dignidad humana.
La vida, frágil y valiosa a la vez, su carácter milagroso, lo vincular: todos esos temas que de algún modo configuran la esencia de la espiritualidad schoenstattiana cobraron en el 2020 una dimensión especial. De todo eso y del rol de los católicos en el mundo de hoy nos pareció interesante conversar con la Hermana M. Teresa.
¿Cómo interpreta lo que hemos vivido como humanidad en el 2020?
Creo que fue un gran “cambio de vías”, como solía decir el Padre Kentenich cuando el rumbo de nuestras vidas cambia abrupta e inesperadamente. Él también hablaba de que a veces Dios “escribe con garras de león” en la historia, es decir, de una manera contundente.
Hemos vivido un tiempo muy fuerte y desafiante. Fue una gran oportunidad para madurar en solidaridad, en responsabilidad de unos por otros; para dejar de lado la vorágine consumista que, con su promesa de felicidad fácil, lo único que hace es acentuar el vacío interior. Hay mucho para aprender del tiempo vivido.
Personalmente lo interpreto como un gran llamado de Dios a volver a lo esencial, al sentido de la vida, a lo más valioso y a lo que nos hace realmente felices: cultivar los vínculos personales; pensar en lo que puede necesitar quien está junto a mí; valorar las pequeñas cosas de cada día; poner toda nuestra confianza, en medio de la incertidumbre, en la Divina Providencia que no nos abandona ni un instante y nos utiliza para el bien de los demás.
¿Cómo fue la experiencia, tanto como personal de salud como de mujer consagrada, miembro del sanatorio, a la hora de afrontar lo vivido en este 2020?
He vivido este tiempo como un gran paso de Dios por la comunidad del sanatorio. Una de nuestras intenciones principales expresadas a la Mater al inicio de la pandemia, cuando todavía ni sabíamos lo que nos esperaba, fue que Ella se encargara de que fuera una oportunidad de transformación y crecimiento para los pacientes y para todos los que conformamos el día a día del Mater Dei. Y Ella cumplió de manera extraordinaria nuestro anhelo.
Fueron meses de gran incertidumbre para las instituciones de salud, y de reorganización total para responder a un desafío desconocido. Junto con todas las Hermanas de la casa, creo que afrontamos lo vivido con dos actitudes schoenstattianas básicas. Por un lado, con una confianza radical en la fidelidad y victoriosidad de la Mater en medio de la oscuridad. Y por otro, con la búsqueda activa de los medios para poder ayudar en todas sus dimensiones, a las personas que llegaban, no solo enfermas, sino también angustiadas. También para las familias es una situación estresante y difícil.
Para nosotras fue natural tener una visión integral de las personas, como nos enseñó nuestro Padre y Fundador. Por eso creo que nuestra respuesta pionera con el Programa de Contención y Acompañamiento a los enfermos de Covid-19 y sus familias es una respuesta nacida desde nuestro carisma.
¿Cómo ve la situación de nuestro país frente al coronavirus (pasado, presente, futuro)?
Creo que la sociedad ha hecho un esfuerzo extraordinario con tantos meses de aislamiento. Si bien es necesario seguir dando pasos de apertura, me parece importante que sigamos cultivando la conciencia de responsabilidad mutua con el respeto de lo básico: lavado de manos, barbijo y distancia social. A veces los argentinos parecemos tener “memoria corta”, y enseguida olvidamos lo aprendido… ¡Será necesario que tengamos un poco más de paciencia!
En un momento tan particular, de tanta sensibilización con el cuidado de la vida y la salud, en nuestro país se legalizó el aborto. ¿Cómo viven esta situación los integrantes de la institución?
Para nosotros fue un shock. Mientras el personal de salud arriesga la vida para cuidar y salvar a otras, con la nueva ley se nos quiere obligar a colaborar como institución a matar inocentes. Es la antítesis de nuestro ideario. Pero no queremos desanimarnos. Es un nuevo desafío al que queremos dar respuesta desde el Evangelio y en alianza con María. Estamos analizando los caminos posibles para ayudar a la mujer en riesgo de abortar, pero la situación es delicada debido a que la ley quiere atarnos de pies y manos. En todo caso, si llegara el momento, queremos actuar según nuestra conciencia. La ley natural está por sobre la ley positiva. Y la Mater nos necesita como instrumentos para gestar la cultura de la vida.
Como familia de Schoenstatt quisiéramos acompañar a la institución en este momento difícil, tanto por la pandemia como por el nuevo marco legal. ¿Podríamos concretar este acompañamiento en algún gesto, acto o iniciativa?
Lo que más necesitamos son aportes al capital de gracias. Especialmente en el último año en el sanatorio es muy fuerte la experiencia del obrar de la Mater en muchas vidas. Y eso es fruto de las gracias del santuario que estoy segura, ella reparte también aquí desde el santuario de nuestros corazones. Necesitamos que lo siga haciendo, tanto en relación a la pandemia, como ante el cuidado de la vida por nacer.
¿Cuáles serían las bases para la instalación de esa cultura del cuidado de la que habla el Papa Francisco?
El Papa habla de la cultura del cuidado para erradicar la cultura de la indiferencia, del rechazo y de la confrontación. Me animo a pensar que la cultura del cuidado es una consecuencia natural de la cultura de Alianza que estamos llamados a gestar desde el Movimiento.
En definitiva, creo que la base fundamental es vivir menos “en clave del yo” y más “en clave del nosotros y del tú”. La Alianza es siempre un “nosotros”, que nos saca del individualismo, de la indiferencia y la confrontación, y nos convierte en hermanos que se cuidan mutuamente porque son hijos de un mismo Padre y una misma Madre.
¿Cuál es nuestro rol como cristianos en el cuidado integral de la vida?
Me parece impensable ser auténticos cristianos sin un cuidado integral de la vida. Lo primero que nos enseña el cristianismo es a ser más humanos. En este mundo desgarrado por ideologías que niegan a Dios y, por eso, nos deshumanizan, queremos regalar humanidad con cada uno de nuestros gestos. Cada uno de nosotros está llamado al cuidado integral de la vida, según su rol en su familia y en la sociedad. La vida no solo entendida como un bien físico, sino en todas sus dimensiones.
Si con mi actitud o mis palabras hiero a quien está junto a mí, entonces no estoy cuidando la vida, la estoy hiriendo. Si, en cambio, cultivo una actitud de benevolencia, de mansedumbre, de solidaridad, especialmente con los más frágiles, de unidad con otros para llevar adelante proyectos de bien, entonces estoy cuidando la vida.
Por otra parte, es bueno animarnos a comprometernos con proyectos que tengan relación directa con el cuidado integral de la vida en las más diversas áreas: educación, salud, promoción humana, etc. Creo que tanto la pandemia como la nueva ley nos interpelan a todos: desde mis habilidades o mi profesión específica, ¿cómo puedo colaborar concretamente con el cuidado integral de la vida?