La inmensa alegría de servir
Autor: María Fernanda Arduino
¡Qué triste sería el mundo si todo estuviera hecho, si no hubiera un rosal que plantar, una empresa que emprender!
(Gabriela Mistral, Poetisa Chilena)
Dos acontecimientos
Con motivo de estar celebrando los 400 años de presencia de la bendita imagen de la Virgen del Valle en Catamarca, la Conferencia Episcopal Argentina celebra en el año 2020 un Año Mariano Nacional, y durante el mismo el IV Congreso Mariano Nacional y un Congreso Teológico Pastoral Mariano en la Diócesis de Catamarca.
De la Anunciación a la Cruz, la Madre acompaña la misión del Hijo. De un extremo al otro de nuestra Patria, el Espíritu de Dios acompaña el caminar del pueblo argentino con la devoción mariana. Éste es el motivo por el que este año se celebra el Año Mariano, “en camino” con la Madre, y “en salida” al encuentro de todos sus hijos. El Año Mariano Nacional con su misión, Con Maria, Servidores de la Esperanza, busca la unión en nuestra patria, la cual la Virgen Maria quiere regalarnos.
El Año Mariano Nacional coincide, como con un toque de gracia y encanto, con los 100 años de la llegada de la mujer a Schoenstatt, completando así la universalidad y la misión mundial del Movimiento Apostólico de Schoenstatt. Cada mujer y cada comunidad femenina encarna un rayo de la Virgen Maria que irradia su impronta mariana en el mundo.
Las dos primeras mujeres que sellan la Alianza de Amor son: Gertraud von Bullion y Maria Christmann el 8 de Diciembre, de 1920. Por este motivo, ese día entra en la historia de Schoenstatt como día de la Fundación de la Federación Apostólica Femenina.
La mujer a la luz de la Madre de Dios
Reflexionando sobre ambos acontecimientos que se conmemoran este año, nos detenemos en la mujer como protagonista de la historia a la luz de la Madre de Dios. De la misma manera que la Virgen María realizó su profunda vocación arraigada en Dios, la mujer hoy en día puede realizar su más profundo sentido de ser mujer arraigada en el orden sobrenatural.
La mujer tiene un llamado a servir la vida en un espíritu de entrega receptiva. La originalidad del ser femenino que es alma, entrega y pureza puede imprimir su sello de interioridad, nobleza, y dignidad en todos los ámbitos en los cuales le toque actuar. La naturaleza femenina necesita donarse en plenitud y saberse profundamente amada para poder tender hacia lo infinito.
La filialidad confiada y alegre que vivió la Virgen Maria es necesaria para que la mujer pueda entregarse a un tú personal con un amor maduro y oblativo. Esta doble vertiente de receptividad orante y entrega receptiva requieren a la mujer abrirse a Dios como hija confiada y servir a los otros creando vida a través de vínculos sólidos. Lo eterno femenino es servir a los demás, inmersa en Dios.
El Evangelio nos muestra a María en unas pocas ocasiones; de esas pocas ocasiones, aún menos son las ocasiones en las cuales habla. El silencio vivo y expresivo de María marca su presencia en las narraciones evangélicas. Muchas veces se presentan a la mujer situaciones que parecen imposibles de solucionar con la mera mirada humana. Si la mujer permanece abierta al sutil soplido del Espíritu Santo en su interior, puede siempre sorprenderse y abrirse a horizontes nuevos.
Silencio y paciencia. Dos virtudes que pueden pasar desapercibidas, pero que, sin embargo, siembran en raíces firmes para que los frutos puedan surgir a su debido tiempo. El “sí” de María la condujo al más alto grado de sufrimiento y amor al pie de la Cruz. El “sí” de la mujer schoenstattiana en el año 2020 procura que nuestra patria encuentre la unidad, aunque la realidad pareciera que esconde a Dios.
La mujer schoenstattiana sabe que cuando Dios nos quita algo, es para darnos algo mejor, y cuando pareciera que Él se retira, es para dársenos mejor. Dios regala a la Madre de Dios la maternidad mística de cada uno de nosotros. La Madre de Dios vivió la fecundidad escondida pero muy real del silencio, como una ofrenda.
La mujer en este año 2020 está llamada a vivir la fecundidad de la maternidad que sirve a la vida y a la unidad de los argentinos en una aceptación confiada de la realidad. De esta manera, la mujer podrá colaborar a transformar la realidad.
La mujer que es esposa del Espíritu a imagen de María manifiesta mejor sus frutos: amor, alegría, paz, paciencia, bondad, amabilidad, fe, humildad y dominio de sí. Tantas virtudes y fuerzas escondidas que son propias del misterio femenino y nos hacen comprender la importancia de la mujer, no como sostén visible sino invisible de la historia (Croissant, J. 2004. La Mujer Sacerdotal, p. 137).
La verdadera comunicación se nutre del silencio y la verdadera acción transformadora de la realidad se nutre de la contemplación. La mujer está llamada a tener un corazón en paz para esparcir un perfume sutil en la realidad de nuestro país. La mujer virtuosa no es débil sino plena en fuerza conquistada con dulzura y amor. La mujer que se sabe amada por Dios brilla de belleza. El mundo de hoy esta ávido de belleza verdadera. ¡La mujer schoenstattiana está llamada a mostrar la belleza de la dignidad de la mujer cristiana!
La alegría en el servicio de la Esperanza
Gertraud von Buillon tuvo el siguiente Ideal Personal: Señora Madre, ¡Todo mi amor para tu Jesús!, ¡toda mi fuerza para las almas como tu instrumento! Como una viva respuesta de amor sirvió en la primera guerra mundial, aliviando el sufrimiento del soldado del frente de batalla. Fue una enfermera bondadosa y heroica al servicio de los enfermos y heridos.
Gertraud tenía en la cabecera de su cama su poesía preferida, escrita por Margarete Seemann,
Una vela quiero ser yo
Que siempre arda.
Hondo anhelo quiero ser yo,
Que todos sientan.
Medianoche quiero ser yo,
Que todo lo cubre.
Calor del sol quiero ser yo,
Que haga germinar las semillas.
Fruto maduro quiero ser yo,
Cuajado de dulzura.
Amor de Madre quiero ser yo,
Siempre dispuesto
(Lauer, N. Gertraud Von Bullion, p.183).
Que los dos acontecimientos de este año, el Año Mariano Nacional y la celebración de los cien años de la llegada de mujer al Movimiento Apostólico de Schoenstatt, inspiren a la mujer a tomar su rol protagónico desde los cimientos y las raíces más profundas de la realidad de nuestra patria. Así la mujer podrá sembrar esperanza, y germinar las semillas en las tierras argentinas.