Ni reyes ni magos: radicalmente nosotros

Ni reyes ni magos: radicalmente nosotros

Autor: Juan Molina

Empezando un nuevo año, mientras intentamos crecer a partir de lo que Dios nos ha regalado en el pasado 2020, algunas pistas para orientar nuestro seguimiento a Jesús y nuestro ser cristiano en el complejo escenario del 2021.

Desarmar el pesebre

El final del tiempo de Navidad nos regala una potente metáfora para el inicio de este nuevo año lleno de desafíos. La tradición -no única- indica que con ese final tiene sentido desarmar el pesebre. Gracias al pesebre armado hemos tenido días para enternecernos con el recién nacido, para acercar a muchos a algo religioso, para experimentar la cercanía protectora de Dios y también -hay que decirlo- para comparar unas creaciones con otras. En muchos de nuestros países los pesebres también ganan espacio en lugares públicos y comerciales como plazas y centros comerciales. Desarmado el pesebre, aquel rincón de la casa, del templo o de la ciudad que nos llevaba a Belén hoy es un estante vacío, un piso frío o un jardín verde más grande. La pregunta sobrevuela el espacio físico y el corazón: terminó de la Navidad ¿y ahora? Me apuro a contestar: es el tiempo del seguimiento. Porque la vida no consiste ni se sostiene en eventos sino en la cotidiana fidelidad de todos los días; incluso de lo que pasa desapercibido. No podemos vivir en el pesebre, aunque sí podamos y necesitamos vivir desde el pesebre. El pesebre -armado y desarmado- ofrece una pedagogía de la vida (cristiana).

En Argentina, como también posteriormente en otros países del continente, el tiempo de Navidad coincidió vilmente con el avance de leyes que atentan contra el fundamento humano: la vida como viene. Lo sabemos, la aprobación de la interrupción voluntaria del embarazo (eufemismo trágico para no hablar lisa y llanamente de aborto) pone en cuestión aspectos primeramente más humanos que cristianos. Aún así, es natural que el modo de ser cristianos se vea interpelado por un marco legal que deshumaniza y de ese modo afecta nuestras creencias. Personalmente tengo la impresión de que con esta ley se consolida un camino en el que valores centrales del cristianismo quedan a la intemperie, sin la protección de un marco legal. Entonces, si en los gloriosos orígenes de nuestros países los valores fundamentales protegidos y expresados por las leyes emanaban de la tradición judeocristiana, hoy es cada vez menos así. Parece repetirse un proceso que tiene más historia en ciertos países europeos. La pregunta compartida por muchos -y confieso que me ha resonado especialmente cuando viene de jóvenes- es cómo vivir el seguimiento a Jesús con tanto viento en contra. Más allá de que algunos puedan exagerar un poco comparando esta era con el tiempo de persecución, es innegable que hoy nuestros medios urbanos por lo menos no facilitan lo religioso. Dicho en otros términos, ¿cómo vivir nuestra vida cristiana con el pesebre desarmado?

No estará de más advertir que el espacio que ofrecía el origen judeocristiano como tradición homogénea está siendo disputada por ideologías, corrientes de época y en oportunismos. Seguramente podamos compartir distintas visiones y descripciones sobre lo que hay detrás, pero quisiera describir algo de esto. Considero que el saludable sistema económico capitalista se ha ido convirtiendo en la lógica determinante para crear nuestra sociedad. Opera transformando valores económicos en banderas y principios económicos en principios religiosos. Lo veo en la exaltación del consumo y la posesión como dogma de fe. “La ideología neodarwinista de la supervivencia del más fuerte, apuntalada por un mercado sin frenos obsesionado con el lucro y la soberanía individual, ha penetrado nuestra cultura y endurecido nuestros corazones[1]. De ese modo, considero que la exaltación de cierto liberalismo ha conducido a un individualismo que no nos permite mirar y mucho menos interpelarnos por el todo común de la sociedad al punto que “los demás se convierten en meros obstáculos para la propia tranquilidad placentera” (FT222). Por otro lado, quisiera ofrecer algunas visiones sociológicas. Alessandro Baricco me hizo comprender la profundidad de la transformación del hombre de la revolución tecnológica. El sinnúmero de posibilidades que la tecnología ofrece ha ubicado al hombre “en palcos que desde siempre habían pensado que estaban reservados a otros por edictos sobrenaturales”[2]. Nos hemos convertido en todopoderosos. En esa línea, resuena en mí el diagnóstico sobre el tiempo actual del filósofo coreano alemán, Han: es el tiempo de la positividad, en donde todo es posible. Si todo es posible, debemos tener éxito en tantos proyectos como nos pongamos en frente[3].

En síntesis, es el triunfo del individuo sobre lo común; o peor, es la derrota de lo común en manos de la absolutización del consumo, de la realización individual, de la posibilidad individual y de la afirmación individual. Se nos desarmó el pesebre, pero no perdamos de vista la pregunta clave: ¿cómo seguir a Jesús en este tiempo? Volvamos al pesebre aunque no para instalarnos, sino para aprender

Los reyes magos y nosotros

Al volver al pesebre, en este tiempo de Navidad me llamaron la atención la figura de los reyes magos. Ellos fueron los últimos testigos y tal vez sin saberlo, los primeros misioneros. En ellos y con ellos llegamos un poco nosotros. Los que venimos más allá del pueblo escogido. Los que no somos pastores. Contemplar desde ellos este nacimiento nos hace recordar que la Buena Nueva no es para selectos o para un gueto e interpela a que la venida y presencia de Dios en medio nuestro sea buena noticia para todos. Hoy y en este contexto, sería un error replegarse. Renunciar a esa universalidad sería ir en contra de nuestra identidad como católicos (cfr. Mt.28,18-20) y más aún como shoenstatteanos. Al final “en todos los momentos de la historia están presentes la debilidad humana, la búsqueda enfermiza de sí mismo, el egoísmo cómodo y, en definitiva, la concupiscencia que nos acecha a todos… Entonces, no digamos que hoy es más difícil; es distinto” (EG263). Los reyes magos también conllevan en sí mismo una contradicción: estrictamente ellos no eran ni reyes ni magos. Detrás de esta aclaración encuentro una buena pista para nosotros.

Al empezar este nuevo año debemos eludir la tentación de identificar el seguimiento de Jesús al ser como reyes. Es la tentación y la nostalgia por el poder desde el primer hombre (cfr. Gn.3,5) a nuestros días. En las comunidades cristianas (parroquias o grupos) la lamentación … sobre que somos pocos, nace del hecho de que nosotros creemos en nuestro poder…  y no en el poder de Dios”[4]. Proféticamente lo anticipaba Benedicto XVI antes de ser Papa: “Lo que necesita la Iglesia para responder en todo tiempo a las necesidades del hombre es santidad, no managment[5]. En tal sentido no es determinante que el cristianismo pierda su fuerza en el escenario público o que cada vez tenga menos apoyos en las leyes civiles o menos influencia en las altas esferas del poder. Sin desconocer cuánto eso puede ayudar, está claro que eso no es lo central. Nuestra firmeza eres tú, es en verdad firmeza, mientras que cuando es solamente nuestra no es sino debilidad[6], decía San Agustín ¿Podemos esperanzarnos en que las actuales circunstancias sean las propicias para iniciar un renovado seguimiento desde lo central, desde Jesucristo?

Por otra parte, al empezar este nuevo año debemos eludir la tentación de identificar el seguimiento de Jesús al ser magos, que cumplen ciertas recetas y que abracadabra se hacen cristianos. Los actuales tiempos de crisis y de cambio son caldo de cultivo para este tipo de pensamiento mágico que se sostiene en la repetición de ciertas consignas o en el formal cumplimiento. Son -y somos- rígidos porque ante la incertidumbre buscan -y buscamos- aferrarse a algo. Honestamente no deja de sorprenderme el florecimiento de ciertos grupos tradicionalistas capaces hasta de poner en duda su comunión con la Iglesia por la sobreacentuación de algunas fórmulas. Se puede promover el cumplimiento culposo de ciertos preceptos morales o legales como fórmula del ser cristiano. “Esa rigidez en la observancia de cosas superficiales no es cristiana. Es pelagianismo puro, herético. El verdadero amor nunca es rígido[7]. Muchas veces hemos escuchado el principio “normas las mínimas, libertad todo lo posible y sobre todo un alto cultivo del espíritu”. Pienso que precisamente de eso se trata ¿Podemos esperanzarnos en que las actuales circunstancias serán las propicias para iniciar un renovado seguimiento impulsado desde la fuerza del amor magnánimo que brota de las conciencias?

Admito que en este tiempo me ha costado superar ciertas polarizaciones. Personalmente hubiera preferido levantar más ideas o valores que pañuelos. También me he sorprendido cómo dentro de los que seguimos a Jesús este tiempo ha despertado críticas cruzadas, como si alguien tuviera la verdad absoluta y el otro fuera un absoluto canalla. Las discusiones nos polarizan y no solamente obligan a enfrentarnos entre conservadores y progresistas sino que también obligan a rechazar todo lo que venga del lado opuesto. Sin embargo, “muchos olvidan que el concepto conciliar opuesto a “conservador” no es ‘progresista’, sino ‘misionero’”[8]. En nuestro ser misionero, se rompe una anacrónica disputa y se pone el foco en el lugar correcto, en el auténtico nosotros: ni reyes ni magos, ni conservadores ni progresistas; discípulos misioneros de Cristo, continuadores de su misión (EG120). Por lo mismo, hemos de empezar este año menos derrotistas[9] (que ponen demasiado en el centro nuestro triunfo o nuestra derrota), menos culposos (que ponen demasiado en el centro nuestra virtud o nuestro pecado), menos conservadores (que ponen en el centro la conservación) y menos progresistas (que ponen en el centro la ruptura con todo).

El seguimiento de Jesús en este año 2021

Ahora bien, nos podemos preguntar qué tiene que ver eso con nosotros y con nuestro seguimiento personal a Jesucristo, con nuestro ser cristiano. Después de tanto desarrollo quisiera arbitrariamente destacar espacios a modo de herramientas concretas para cultivar nuestro seguimiento de Jesús, nuestro ser cristiano en este nuevo año que está empezando.

En primer lugar, pienso que cada vez será más importante fortalecer las instancias de vivir la fe en comunidad. Espontáneamente nos sale afirmar que el hombre nuevo es en la nueva comunidad. Esto debemos tomarlo como una verdad más existencial que metafísica. La fe es con otros y se sostiene más en cotidianeidades compartidas que en hazañas quijotescas. “La fe cristiana no parte del individuo atomizado, sino de la convicción de que no se da el individuo puro, de que el hombre es él mismo cuando se refuerza en el todo, en la humanidad, en la historia, en el cosmos, cosa que le es esencial como espíritu en cuerpo”[10]. En ese espíritu será bueno revisar y privilegiar qué instancias comunitarias tenemos para vivir nuestra fe del día a día.

En segundo lugar, tal vez sea una obviedad afirmar la necesidad de una intensa vida de oración capaz de llenar de sentido nuestro día a día. Sin embargo, creo que cada vez es más importante crecer en una oración que lleve al encuentro con Dios de todo lo que vamos viviendo y de buscar el encuentro con Dios en todo lo que vamos viviendo. Es una oración más de contemplación, que busca la presencia de Dios en el día a día detrás de aquella insignificancia a sabiendas que las angustias son pasajeras y la gloria es eterna; que lo que se ve es transitorio, pero lo que no se ve es eterno (cfr. 2Cor.4,17-18). Si no existiera, me parece que hay que crear una devoción por “Nuestra Señora de todos los días” para que ella nos ayude a bendecir a Dios en todo momento (cfr. Sal.33). También se lo podemos pedir a Nuestra Señora de la Candelaria, que festejaremos el 2 de febrero.

En tercer lugar, tengo la intuición de que el vivir cristianamente en este tiempo tiene que ver con la capacidad de ponerle freno a ciertas pretensiones que en sí mismas pueden no ser malas, pero que a la larga nos llevan a un camino de autoexigencias insoportables, a vivir en una lógica del rendimiento agotador y a un consumo desenfrenado. “Cuando una meta ya alcancé, cuando la clave revelé, cuando llegué a conocer lo desconocido. Si algo imposible quedó atrás y lo que era extraño es habitual. Mi interés de pronto quedó desvanecido. … Y siempre quiero más ¡Un insaciable![11]. A esto sólo se responde ejercitándonos en la capacidad de decir que no. Al principio tal vez tenga un poco de estoicismo, pero a la larga es de esperar que decir “no” nos ayude a decir “sí” a lo que soy, a lo que tengo, a lo que puedo. Es darle más espacio a la gratitud por lo que soy y hay, que al reclamo por lo que falta. Es tener presente aquel principio de Pablo cuando afirma: “Todo está permitido, pero no todo es conveniente. Todo está permitido, pero no todo es edificante” (1Cor.10,23). Y de esta manera pacificarnos (que no es lo mismo que resignarnos).

Finalmente, en medio de tantos desencuentros de los que hemos tomado nota, sueño con que en este 2021 nos encontremos con tantos conciudadanos de buena voluntad y que tanto bien hacen especialmente en la atención a los más vulnerables en un trabajo activo por la humanización de la vida compartida y así contribuyamos a un auténtico humanismo que trasciende incluso los límites de la propia religión. “Cristiano no es el que acepta vilmente un sistema de normas y las piensa en relación consigo mismo, sino el que se ha liberado para ir en pos de la bondad sencilla y humana”[12]. Para esto no importan -tanto- las normas. Tal vez sea el máximo reclamo de la pandemia: “un nuevo humanismo que pueda canalizar esta irrupción de fraternidad para terminar con la globalización de la indiferencia y la hiperinflación del individuo.” La poco conocida figura de Nehemías (Neh) puede ser un buen guía para esto.

Responsables y conscientes de nuestras posibilidades, que este año 2021 de la mano de la Mater nos encuentre renovando nuestro seguimiento a Jesucristo.


[1] Cfr. Francisco. “Soñemos juntos”. Ed. Plaza & James (2020) Tercera parte

[2] Baricco, A. “The Game”. Ed. Anagrama (2019) p.218

[3] Cfr. Han, B. “La sociedad del cansancio”. Ed Herder (2012).

[4] Martini, C. “Una voz profética en la ciudad”. PPC (1995) p. 133

[5] Ratzinger y Messori. “Informe sobre la fe”. BAC (1985) p. 62

[6] San Agustín. “Confesiones” Libro IV

[7] Francisco. “La fuerza de la vocación”. Ed. Claretiana (2014) p.23

[8] Ratzinger y Messori. “Informe sobre la fe”. BAC (1985) p.18

[9] Cfr. Francisco. “Soñemos juntos”. Ed. Plaza & James (2020) Segunda parte

[10] Ratzinger. “Introducción al cristianismo”. Ed. Sígueme (1968). Cap “Estructuras de lo cristiano”

[11] El cuarteto de Nos. “Insaciable”

[12] Ratzinger. “Introducción al cristianismo”. Ed. Sígueme (1968). Cap “Estructuras de lo cristiano”