Nuestra familia es tu instrumento
Autora: Milagro Arias, Liga de Familias de Salta
Hace apenas unos días, el 15 de abril, rememoramos la carta que el Padre Kentenich le envió a su asesor en Alemania, el Padre Tick, enfatizando el rol protagónico de la familia para la formación de una nueva comunidad cristiana, carta que luego se convirtió en el Acta de Fundación de la Obra Familiar.
Tanto para decir de la Familia y a la vez ¿cómo poner en palabras la grandeza de este regalo?
Durante Semana Santa, la Obra Familiar de Salta llevó a cabo su cuarta “Misión en Familia”, en la que participaron familias de la Liga y Federación, las Juventudes Masculina y Femenina y misioneras de la Campaña del Rosario. Una confluencia maravillosa de Ramas que dio testimonio de que Schoenstatt es una gran familia, de que la Iglesia es un solo cuerpo y Jesús nuestra cabeza.
A causa de la Pandemia, o quizás gracias a ella, algún día lo sabremos. Este año, en vez de viajar a otra localidad, salimos a tocar puertas en dos barrios de nuestra propia ciudad. ¡Qué enorme desafío! Y a la vez qué oportunidad única.
Junto a las familias misionadas acompañamos a Jesús en su peor momento, el Viernes Santo y en su máximo esplendor durante la misa de la Vigilia Pascual. Fueron días de intercambio y oración en los que dos comunidades se animaron a decir que Sí, en los que La Mater se abrió camino a través nuestro para llegar al corazón de sus hijos y en los que, a quienes nos animamos a vivir un fin de semana diferente, nos colmó con sus gracias.
Con frecuencia me pregunto por qué a veces nos cuesta tanto: ser amables, ceder el paso, tomarnos el tiempo de corregir a nuestros hijos, sostener nuestra palabra, no dejarnos vencer por el cansancio, la insistencia o el berrinche. ¿Cuántas cosas hacemos por la recompensa estéril de sentirnos más poderosos, más fuertes, más a la moda, y cuántas sólo por rutina, desgano o aburrimiento? Si entendiéramos cabalmente que quien nos llama es nuestro propio Padre, el que nos amó hasta dar la vida por nosotros, el que sólo sabe dar cosas buenas a sus hijos, ¿no habríamos dejado ya todo para seguirlo? Si comprendiéramos que la que nos acompaña es nuestra Madre, con su ejemplo, su gracia y su protección, la que se toma en serio su alianza de amor y que nunca se deja ganar en generosidad, ¡qué diferente sería el mundo! ¿Acaso no fuimos creados para esto? ¡Cómo cuesta soltar el control de nuestra vida!
Una familia santa es la tierra fértil donde el amor a Dios quiere germinar. Una familia donde lo cotidiano se haga extraordinario, donde el trato sea paciente y las caídas sean motivo de una unión más estrecha y un trabajo más arduo. Una familia a la que no le dé lo mismo que sus hijos aprendan o no a compartir, a ceder y a ayudarse mutuamente. Una familia que ancle sus preocupaciones, sus decisiones, su trabajo, sus estudios y su vida en el santuario hogar será la clave para forjar personalidades que entiendan que sus vidas no son suyas sino de Dios, y su misión no es el éxito personal sino la salvación del mundo entero. Una familia donde cada miembro crezca sabiendo que lo que haga y lo que deje de hacer, lo que diga y lo que calle no quedará en ellos sino que se derramará sobre otros.
María es nuestro mejor modelo, con su pureza y su sencillez de corazón. Una familia que la imita será una semilla que sólo podrá dar frutos buenos, que irradiará luz cuando pase y que encenderá la chispa del amor en los corazones de cuantos se relacionen con ella.
Nosotros somos sus pies para caminar, sus manos para tocar puertas, su voz para cantarle alabanzas a Dios. Nuestra familia es su instrumento.