San José, guía para ser protagonista
Autor: Daniel Chamorro, Corresponsal CUYO, DDC LAF Argentina
La historia nos resulta bastante bien conocida: el Sí de María la sitúa en una situación de extremo riesgo. José, de la estirpe de David, se ve involuntariamente envuelto en una encrucijada.
No sería la última vez que las circunstancias le exijan tomar decisiones graves: meses más tarde deberá arrancarse de la seguridad del hogar en Nazaret y encaminarse, para cumplir con el decreto de Augusto hacia un lejano Belén que no le daba seguridad alguna. Solo un pesebre y el calor del abrazo protegen al Niño del frío. Cuando no se puede esperar más intemperie, entonces, en sueños escucha el peligro. Parte rumbo a Egipto. Ninguna estrella lo esperaba al final del recorrido, la Estrella iba con él y María, juntos iban por el camino.
José arma familia lejos de su pueblo y de su gente. Tal vez los golpeara diariamente la nostalgia, tal vez desearan volver cada día, tal vez la esperanza ya les había construido allí una nueva vida, cuando, en otro sueño, el ángel le despertara la decisión del regreso.
¡Cuánto trabajo sostener la unión de esa buena Familia! ¡Cuánto sueño roto, deshecho y vuelto levantar desde sus trozos! Por eso es difícil imaginar qué sintieron al regresar de la Pascua y no encontrar a su Niño con ellos. Recorrieron lugares, personas y miedos hasta encontrarlo allí, tranquilo, conversando en el templo.
La historia nos resulta bastante conocida.
San José vive exponiendo sus sueños al riesgo: su Dios, su familia, su Patria y su amor, todo es para él cuestión de libertad, de decisión y búsqueda de la mejor opción. Lo vemos someter constantemente sus proyectos para reafirmarlos o rehacerlos, dudando siempre qué será lo correcto, preguntándose qué hacer. Pero nunca deja la decisión al arrebato, ni la somete a los azares del miedo. Espera la hora de la noche, charla con Dios, le cuenta lo quiere, le dice lo que teme, escucha de boca del ángel nuevos sueños.
Sus dudas son dudas vitales. Él duda, pero no es dubitativo ni es dudoso su anhelo. Él está seguro de lo que quiere. No actúa nunca con obcecación, arrebato o vértigo. Espera hasta estar seguro de haber escuchado a Dios contarle cuál es la versión que Él tiene de sus sueños.
Su protagonismo en la historia de la Buena Noticia es innegable. La seguridad que a su familia le dio siempre ante lo incierto no es fruto del capricho ni es fruto del miedo. Es fruto de esperanza regada en la oración, en el discernimiento. Era fácil para Él, tal vez, porque tenía a María y al Niño muy cerca cuando hablaba con Dios en lo secreto.
José hace siempre la voluntad del Padre. Pero no es obediencia ciega, la cumple con libertad, la hace realidad decidiendo.
¡Qué difícil habrá sido saber qué quería Dios en semejantes encierros! Tal vez por eso su historia se hace genealogía en el Evangelio, sus padres, sus abuelos, sus antepasados nos hablan de una promesa de felicidad que Dios nos ha hecho, para que él (y nosotros con él) descubriéramos que cada sueño es el sueño de Dios que nos amó primero, antes y a través del tiempo, que la historia de la que nos hace protagonistas se entrecruza y se teje con otras historias que se van armando y consumiendo, que cada uno construye su salvación y la del hermano al “hacer la realidad decidiendo” si escuchamos y a Dios y cumplimos con cada uno de nuestros sueños.
El secreto de San José tal vez fuera no tener la estrella lejos, tener a Jesús y María siempre bien cerca, en medio de la familia, eso suele ser esperanza de éxito. Tal vez María le daba la seguridad en el apuro para no apresurarse y esperar la oración. Y en la oración confrontaba con los de Dios cada uno de sus proyectos, para armarlos y rearmarlos ¡construyéndolos con las sugerencias de semejante Arquitecto! Y preveía qué hacer mañana, presintiendo, tal vez, un futuro incierto.
Nos resulta familiar, ya nos han hablado de ello, para ser protagonista de la historia no debemos alejarnos mucho de Jesús y María. La confesión nos los acerca, ellos ya nos están preparando el Cielo. Tal vez de a dos reconozcamos mientras rezamos, al mismo ángel que nos acompañó tomando nuestras manos y midiendo nuestros miedos cuando hicimos Alianza de bautismo, matrimonio y la Alianza con María. Tal vez Ella misma bendiga nuestra oración matrimonial con su silencio. Y después hay que rezar y rezar haciendo, aprovechar el Examen Particular y el Horario Espiritual, es decir, “hacer la realidad en oración y decidiendo”, buscando nuestro ideal personal y matrimonial que Dios soñó para nuestros sueños.
Si como San José hacemos que nuestra libertad acomode nuestros sueños a los deseos de Dios, seguramente encontraremos dificultades. Ya sabemos cómo es. También sabemos que la historia de nuestra salvación se cruza con la de los hermanos en una Única Historia que Dios ha pensado para todos. Si con libertad somos fieles a ella, seremos protagonistas de la vida. De lo contrario, solo nos vivirán los problemas en nuestro diario infierno.
San José nos sirve de guía, nos habla de libertad, de salvación en la historia, de escuchar a Dios y los sueños, a estrechar a Jesús y María a nuestras familias. Sabemos la historia, la conocemos, no es familiar. No son solo cuentos, se trata de nuestra vida.
Daniel Chamorro
Corresponsal CUYO, DDC LAF Argentina