Un regalo de Reyes
Autor: P. Ludovico Tedeschi
Toda la creación, todos los pueblos, todos los sectores sociales están esperando al Salvador. La estrella, María, José, pastores, reyes, burros y bueyes adoran al niño. El mundo en tinieblas anhela su luz. Es una explicación histórica y creyente de una evidencia. La naturaleza está dañada y de alguna manera tiende hacia el mal. Necesitamos ser salvados, rescatados por el Bien.
El Bien tiene un nombre, es el Hijo de Dios, es Jesús, que nace en Belén. El es la fuente de donde brota toda gracia sanadora, que da vida a la humanidad agonizante. De sus llagas brotan torrentes de sangre, inagotables, que sanan, lavan, llenan lo que está vacío y calientan lo que está frío, vivifican lo seco. Jesús salva.
El hombre inmerso en una culpa de la cual no se puede redimir a sí mismo, se siente tocado, mirado a los ojos, visto en lo más hondo de su ser, amado y sanado. “Finalmente, después de tanto esperar, alguien me mira por dentro, hasta lo que yo no veo. Confío, se lo permito, respondiendo a una necesidad ancestral. Dios sólo quiere mi bien, incondicionalmente, me hace feliz. Me siento amado, así como soy. Reconocido, perdonado, valorado. En su mirada encuentro mi sentido.” El Creador y el Redentor son los mismos y son idénticos, distintos en su forma de irrumpir en el tiempo y en la historia humana. El Redentor sigue con la intención del Creador: que todos sean uno en Él, con su belleza original y con su plenitud de vida. Resignifica la dirección de la historia para llegar al mismo lugar: el Reino de Dios, el paraíso, donde reina la armonía, cada ser en su lugar, Dios en el centro, como el único sol. Hoy es día de Reyes. Junto a toda la creación, llenos de admiración y respeto, desde la experiencia profunda de lo sagrado, adoramos al Niño Dios que llena nuestro corazón de una nueva esperanza.
Ludovico Tedeschi