25 de marzo: Día del Niño por Nacer
Autora: Sofía Bertrán
“Los niños son como estrellas, nunca hay demasiados…”.
“Si no los quieren, dénmelos a mí…”.
Hace bastante tiempo tengo estas frases de la Madre Teresa en el corazón, que conviven con bastante dolor en mí, pero con Esperanza a la vez.
¿Por qué dolor?
Si bien la Convención sobre los Derechos del Niño (de la cual Argentina es parte) define como Niño a todo ser humano desde el momento de la concepción hasta sus 18 años de edad; en este Día del Niño por Nacer contamos con la información (según la agencia Telam) que al cumplirse el año de la sanción de la ley de aborto en Argentina, se practicaron 32.758 abortos en el Sistema Público de Salud.
La Dirección Nacional de Salud Sexual y Reproductiva, por su parte, anunció recientemente que fueron 59.348 los abortos practicados en el Sistema Público durante todo el 2021.
Todos esos niños No pudieron nacer: Pero fueron niños por nacer…
El dolor brota de saber que tantos niños no son deseados por sus padres biológicos, el dolor de saber de tantas madres que no siempre han tomado o toman una opción plenamente consciente, libre, deliberada, y que guardan para siempre en sus almas el recuerdo del hecho de la pérdida de su hijo; el dolor de ver padres varones, abuelos, tíos, amigos de la madre que no la ayudan a ver el milagro que se está gestando en su vientre; el dolor de tantas mujeres que sufren abuso, pobreza o están oprimidas por el miedo, ideologías, cuántas veces desesperación y desconsuelo, en medio de una sensación profunda de soledad y abandono. También ira, también sensación de injusticia. En otros casos, una total indiferencia consciente, pero que no pasa desapercibida para su inconsciente…
El dolor al contemplar a un sector de la Sociedad que celebra como un “triunfo” el aborto legal.
El dolor que genera la mentira a los niños y adolescentes: la mentira de que “un niño por nacer no es un niño”, la mentira de que no hay secuelas en la mamá que aborta, la mentira de que no somos hermanos entre nosotros y que no somos custodios los unos de los otros…
“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34) resuena también en mi corazón frente a este panorama de muerte, de aparente ausencia de Dios.
Y así también lo siento, porque me cuesta creer que quien tenga una vivencia profunda del Amor de Dios en su Vida, pueda rendirse a la posibilidad de salvar todas las vidas que se puedan salvar siempre. Quienes nos sentimos amados por Dios, sabemos que nada es imposible para Él. Quienes conocemos el don de Dios sabemos que mientras hay vida siempre hay Esperanza, y que la vida de cada hijo de Dios es una vida sin fin, una vida hecha para la eternidad. El sentirnos amados nos ayuda a valorar la Vida.
Dios, es Vida, Alegría, es Vida en Abundancia. Lo decía nuestro padre Fundador: “Dios es un Dios de Alegría y de Paz”.
¿Dónde cabe entonces mi Esperanza, esta que también les decía, que existe como fuego ardiente en mí, en medio de esta realidad sombría, de tanta ceguera y desprecio a la vida, que nace de la falta de fe… de nuestras faltas de Amor?
A lo largo y a lo ancho del país tenemos cientos de voluntarios de Grávida, escuchando y acompañando mamás cuyos embarazos presentan dificultad… A lo largo y a lo ancho del país tenemos religiosas, sacerdotes, misioneros, laicos y matrimonios comprometidos, asociaciones civiles, escuchando y poniendo el hombro a realidades tan vulnerables, sosteniendo la vida, la vida de la madre y del niño, para que puedan nacer… Ayudando a ver y dando ayudas, colaboraciones de distinto tipo y fuerzas…
A lo largo y a lo ancho del país tenemos docentes en las aulas y en las redes anunciando y concientizando acerca del valor sagrado y la dignidad inviolable de cada vida humana… Y así, enfermeros, médicos, comerciantes, políticos, artistas, periodistas, vecinos, jóvenes, personas de buena voluntad, abuelos y padres, vos y yo cuando elegimos sonreír y amar en lugar de ser indiferentes, odiar o agredir… Hombres y mujeres rezando y pidiendo a Dios por los demás. Ellos son luces y trigo que crecen también en la oscuridad.
Recuerdo una canción que cantábamos mucho con la JF en mi adolescencia, en el Santuario, que decía: “Cristo no tiene manos y pide las tuyas… Cristo no tiene voz que cante su canción… Cristo no tiene pies para caminar el mundo… y pide colaboración…”.
Hay muchas vidas que se salvan a diario por otros Cristos que caminan entre nosotros, esos santos de la puerta de al lado como les dice nuestro Papa Francisco, y no tienen prensa.
El bien no hace ruido, sentenció San Agustín, y qué cierto que es.
No niego que las tinieblas parecen avanzar y crecer, que cada día parece valorarse menos el milagro de la vida humana, no sólo por nacer, sino en las diferentes etapas de su existencia. Ya lo denunciaron los últimos Papas de nuestro tiempo, y con particular fuerza nuestro querido San Juan Pablo II.
Frente a tanta necesidad de paz, de Vida, de Luz, María vuelve a decirnos a nosotros, que queremos ser servidores de la Vida, como en las Bodas de Caná: “Hagan todo lo que El les diga” (Jn 2, 5).
¿Y que nos dice Él? ¿Qué hay que hacer?
“Ustedes son la Sal y la Luz del Mundo” (Mt 5, 13, 14).
“Vayan, Yo los envío como ovejas en medio de lobos” (Mt 10, 16).
Hay muchas buenas noticias que podés publicar y compartir, la buena noticia de tanta gente trabajando por la vida cada día, haciendo lo cotidiano, con gran amor…
Hay muchos testimonios de familias que han adoptado niños, y jóvenes felices que cuentan el amor con el que los educó su familia adoptiva.
Hay muchos merenderos, comedores, hogares de niños, barrios vulnerables, centros de Salud, fundaciones y asociaciones que están esperando personas como vos y como yo que con un poquito que demos, podemos dejar un montón y cambiar las vidas de tantos más.
Hay tantas personas que con un ratito de tu oído y escucha, cambiarían sus días…
“Rueguen al Señor que envíe obreros para su viña” (Lc 10, 2) nos dice el Señor.
Seamos santos. Muchas veces he escuchado a mi querido Monseñor, al Arzobispo de Paraná decir que “la solución a los tiempos de crisis Siempre es la santidad”.
Es Dios viviendo en nosotros, caminando la vida del mundo, con nosotros.
Con nuestra pequeñez Dios y la Mater pueden obrar más maravillas de las que imaginamos…
Hoy hermano, hermana que estás leyendo esto: te invito a que Seamos esa María que protege la Vida y la alberga en su Seno para el mundo…
Esa Vida que es el Señor.
Te invito a celebrar la vida del Niño por Nacer, siendo otro Cristo.
Así nuestra Esperanza no va a tener fin.
¡Porque Dios hace nuevas todas las cosas! Sana, restaura, resucita con Su Amor.
Porque Cristo ya triunfó y venció la muerte…
En este nuevo día del Niño por nacer, te invito, desde donde estés, a ¡celebrar la vida! Que puede ser donar alimentos a quien lo necesite, visitar algún anciano que sepas que este solo, llamar a esa persona con la que hace mucho no hablas, ver a esos niños que hace tiempo no ves. Dar esa palabra de aliento. Celebrar la vida es cuidar la vida en todas sus etapas, es hacer bien tu trabajo, amar a tu familia aun cuando duela, es ser amigo santo, novio santo, padre santo, hermano santo.
Nuestros capitales de Gracia son capitales de Vida.
Si los niños son como estrellas, como decía la Madre Teresa, ¡seamos nosotros unidos a Dios Ese Cielo, en el cual ellos puedan vivir y brillar!
Seamos ese Reino de Dios presente que el mundo tanto necesita.
Si muchos no quieren a los niños… Seamos nosotros el AMOR que ellos necesitan recibir.
Porque sin Amor, no hay Vida.
Hay mucho por celebrar: ¡no te quedes callado, no te quedes de brazos cruzados!
¡Amá!
¡Feliz día del Niño por Nacer!