Misa de Alianza en la Catedral
Encuentro de la familia de Schoenstatt de la Ciudad de Buenos Aires. Homilía de Monseñor Jorge González.
Como otros días de Alianza nos reunimos como Familia de Schoenstatt en torno al altar, en torno a la Mater con el deseo hondo de renovar nuestra Alianza de Amor. Pero en este mes, lo hacemos en el gozo celebrativo de los 136 años del nacimiento del Padre Fundador: un 16 de Noviembre nacía en la pequeña ciudad de Gyminich (Alemania) José Kentenich. Por eso repetimos esta costumbre que tienen como Familia Diocesana de peregrinar desde los distintos centros (Zona Belgrano / Santuario de Echeverría, Zona Centro / Confidencia; Zona Mater / Colegio MTA) a esta Iglesia Catedral y celebrar la Eucaristía con el Obispo. Por las cosas de la vida, signo hermoso de la providencia divina, me encuentro presidiendo esta celebración con mucha alegría y gratitud a esta Iglesia de Buenos Aires que me acoge… vengo como peregrino, desde el Santuario de la Liberación, desde la comunidad platense donde soy Obispo Auxiliar.
Los invito a poder leer, a poder descubrir en dos o tres signos algún camino que la Providencia nos abre… camino que la Mater nos empuja a recorrer.
1.- Una Iglesia Sinodal
Ustedes, como iglesia que peregrina en Buenos Aires, están viviendo un tiempo de gracia y bendición: desean caminar juntos en el Espíritu, sinodalmente, para renovar la misión evangelizadora. Una Iglesia sinodal discierne, camina en común y sale a evangelizar en comunión.(Cf Documento de Trabajo, I Asamblea Sinodal de la Arquidiócesis de Buenos Aires, N°29)
Como Familia de Schoenstatt tienen una oportunidad magnífica de “caminar juntos”, de vivir la comunión, de nutrirse de la riqueza de tantos dones y carismas esparcidos por el Espíritu Santo en toda esta Iglesia Particular. Tienen la oportunidad de poner en común, “sus panes y peces”; tienen el deber interior de ser fieles al carisma y con conciencia de instrumentos, aportar con generosidad de lo mucho que han recibido.
Además de la participación de las instancias sinodales ya vividas, se trata de entrar en un espíritu sinodal, articulando con generosidad nuestras acciones, evitando personalismos, sin vanidad, sin competencias inútiles… en una clave eclesial que anime la vida de nuestras comunidades y toda nuestra pastoral.
Habrán notado que hay temas que atravesaron la reflexión sinodal en los que seguramente, sentirán como yo, una especial sintonía. Simplemente, por traer a la memoria uno, me quiero referir al “vínculo como categoría pastoral y teológica para la misión”. En el mundo pedagógico de Schoenstatt, un tema central. Pero también un tema clave en el Pontificado del Papa Francisco: la opción por la misión que caracteriza a una Iglesia en salida, no se puede comprender sino desde lo “relacional”, desde el mundo de los vínculos. La insistencia de Francisco en una pastoral que afiance los vínculos entre las personas es constante:
“El individualismo posmoderno y globalizado favorece un estilo de vida que debilita el desarrollo y la estabilidad de los vínculos entre las personas, y que desnaturaliza los vínculos familiares. La acción pastoral debe mostrar mejor todavía que la relación con nuestro Padre exige y alienta una comunión que sane, promueva y afiance los vínculos interpersonales” (EG 67).
Y tanto más podríamos recoger de los aportes de Amoris Laetitia, Fratelli tutti, y tantos gestos y opciones que diariamente nos regala con su vida.
Con cuanta sabiduría y claridad, también el Card. Poli, Pastor de esta Iglesia, nos señala como el ejercicio sinodal comienza por un camino interior:
“La Iglesia pone en nuestras manos el Sínodo Diocesano, un recurso ordinario que en la historia bimilenaria de la Iglesia ha dado numerosos frutos pastorales, espirituales, culturales y originales métodos de evangelización. Al asumir una convocatoria para su realización, es mi deseo que todos, rebaño y pastores, en un mismo espíritu, renovemos nuestra vocación apostólica, para que la misión se convierta en pasión entusiasta y nuestra Arquidiócesis asuma el modo de ser sinodal, para llevar a Cristo a todos los habitantes de nuestra querida ciudad” (Carta Pastoral del Primer Sínodo de Buenos Aires, N°36).
Que la Mater los entusiasme, como Familia de Schoenstatt porteña, a involucrarse cada día más en este camino Sinodal.
2.- 5 años de Amoris Laetitia
Si nos retrotraemos a los tiempos del nacimiento del Padre que estamos celebrando, nos topamos con una mentalidad que marcó usos y costumbres… que fácil es caer en la tentación de juzgar entre buenos y malos, puros o impuros, como ya nos prevenía Jesús en su tiempo. Pensemos concretamente en la mamá del pequeño José, cuántos desafíos y humillaciones habrá tenido que cargar en su condición de madre soltera.
El Magisterio del Papa Francisco nos abrió un camino maravilloso y muy luminoso con Amoris Laetitia, que ha cinco años de su promulgación debemos aún abrazar y asumir en nuestra vida eclesial. ¡Como Familia del Padre, estamos para llenar de “espíritu de familia” a nuestras familias, a la gran familia diocesana y a nuestra patria!
¿Qué significa esto? Se trata de que los demás encuentren “nido” en nosotros, como le gustaba decir a nuestro Padre Fundador. Pensemos en lo más cercano y concreto que tenemos como familia cada uno, que son nuestros hijos. No basta con la satisfacción de las necesidades materiales, sino del cariño, del tiempo, del esfuerzo de jugar y del estar con ellos. La cuarentena prolongada puso en crisis a muchas familias, no se trata simplemente de entretenerlos con cosas… sino compartir, gastar tiempo juntos. Que nuestras parejas vivan la fidelidad en su máximo grado de expresión. Que procuremos un dialogo edificante y cotidiano. Que podamos ser Padres tiernos y coherentes, Madres fuertes y dignas. Regalar pertenencia con gestos de ternura y misericordia es un desafío del tiempo para nuestra Familia de Schoenstatt.
Como nos decía, en rica poesía, nuestro querido P. Joaquín Aliende: “Anticipar el sueño de la fiesta en la mesa ancha del Reino, ese sueño que nace de la promesa de la Madre de Dios para pobres y hambrientos”… una clara referencia al Magnificat proclamado, que no sólo debemos cantar, sino encarnar en nuestras vidas!
3.- P. José Kentenich
Esta tarde, día de Alianza, queremos de una manera particular, dar gracias a Dios por un hombre, un sacerdote y un profeta de nuestro tiempo: el Padre José Kentenich, quien ejerció su ministerio en forma ininterrumpida a lo largo de 58 años. Su gran tarea —y pasión— de toda su vida fue el hombre nuevo en la nueva comunidad, el echar las bases de un nuevo orden social en el mundo entero. Educador carismático, su sistema no fue elaborado en abstracto o desde un escritorio. Por el contrario, se fue haciendo en el contacto diario con los hombres y mujeres, con la vida, en medio de continuas dificultades y luchas. Conocemos muchos detalles de su vida, lo que nos permite afirmar que Kentenich es un hombre de fronteras, crepúsculo de una época que concluye y aurora del porvenir.
Es este mismo Padre Kentenich quien 70 años atrás bendecía el Santuario de Nuevo Schoenstatt, Santuario Nacional, y lo ponía en manos de la Familia argentina, que, se identifica a sí misma: CON MARÍA FAMILIA DEL PADRE. Un Padre Kentenich una vez más cuestionado, no ya en vida sino en muerte. Una tormenta que sacudió nuestros corazones, y que en una mirada providencial, nos abre interrogantes y suscita desafíos. Les comparto algunos reflexionados y conversados en el interior de la comunidad a la que pertenezco:
a. Debemos conocer en profundidad la historia de nuestro Padre para prestarle nuestra voz y poder abogar por él, como lo hicieron tantos que ya no están, acudiendo al mismo clamor del PK por ser escuchado. Nadie en la Familia debería verse eximido de esta responsabilidad.
b. Como FAMILIA DEL PADRE debería suscitarse entre nosotros una fuerte y renovada corriente patrocéntrica, que clarifique vitalmente, el lugar que el PK ocupa en nuestros corazones… un renovado PENTECOSTES DEL PADRE.
c. Disponer nuestros corazones para “canonizar la verdad” como expresara nuestro Padre, pero una verdad completa, transparente, que reencuentre la nobleza de su corazón en la altura de los desafíos, la pequeñez de los instrumentos, la magnitud de las dificultades.
Pongamos todo esto en las manos de María, la Virgen del Buen Ayre… Ella, que rápidamente salió al encuentro de su prima Isabel -como nos relataba el Evangelio proclamado- nos anima también a ponernos en camino. El ícono de la Visitación y el Magnificat, colmado de la presencia de la Palabra y del Espíritu, centrado en la alegría y la bendición de Jesús, y en la fe y el canto de María, ha iluminado la marcha sinodal que están recorriendo. Este icono mariano simboliza el encuentro entre las personas, las generaciones, las culturas, que nos ayuda a comunicar y recibir entrañablemente la visita de Dios en cada uno de nuestros corazones y en nuestra querida Buenos Aires. Entonces…“Caminemos junto con María, para renovar la misión”
+ Jorge E González – Obispo Auxiliar de La Plata – Argentina