San Juan Bautista
Autor: P. Darío Gatti
«Y tú, niño, serás llamado Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor preparando sus caminos,
para hacer conocer a su Pueblo la salvación mediante el perdón de los pecados; gracias a la
misericordiosa ternura de nuestro Dios, que nos traerá del cielo la visita del Sol naciente, para iluminar
a los que están en las tinieblas y en la sombra de la muerte,
y guiar nuestros pasos por el camino de la paz» (Lc. 1,76-79)
Estamos cerca de celebrar una fiesta en honor a san Juan Bautista, su nacimiento. Más adelante, el 29 de agosto, se recordará su martirio; esto no sucede con otros santos, ¿por qué dos fiestas? ¿por qué será? De hecho, junio tiene otras curiosas “diocidencias”, (para quienes creemos en la “providencia divina” no hay coincidencias, todo es tiempo de Dios).
Hace varios días estoy rumiando estas líneas que hoy quiero compartirles. Soy de Rosario, de Santa Fe, la Cuna de la Bandera creada por Belgrano y María Catalina Echevarría y varios más; bendito lienzo azul-celeste-blanco en cuyo corazón palpita un Sol Invicto, símbolo de tantos corazones argentinos que palpitan creencias y esperanzas. Escribo, a la sombra del Santuario de la Santísima Trinidad, con María Del Rosario, Corazón de la Iglesia… Y escribo hoy, 20 de junio, ¡día de la Bandera Argentina! Por la mañana, un bellísimo Acto, sencillo, sentido, muy participado, en el Monumento Nacional y desde los Medios. Y además, pienso: hoy por la noche, nuestra Selección de Futbol, abre con victoria la Copa América, desplegando la albiceleste, palpitando otros triunfos… Y mañana, inicia una nueva estación, con el solsticio de invierno y la noche más larga del año, es decir, faltan seis meses para que, con el verano, sea el día más largo del año, cerca del 24 de diciembre navideño… Y este junio, nos hace mirar atrás, luego de la Fiesta grande de la Pascua y las siguientes en torno al Espíritu Santo: Ascensión, Pentecostés, Santa Trinidad, Corpus Christi, y los Sagrados Corazones de Jesús, María y José. Y también, palpita la memoria de san Luis Gonzaga (el 21) Patrono de la Congregación Mariana -testigo de la primera Alianza de Amor- en el Santuario Original, y la memoria de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo (el 29), orientadores de la misión eclesial de Schoenstatt para estos tiempos nuevos, en muchos Santuarios lo indican, en especial en el de Roma-Belmonte, según el sueño y deseo de nuestro Padre y Fundador… Muchas palpitaciones, ecos y señales, para quienes sintonizamos con la voz del tiempo y discernimos y conversamos resonando la voz del Espíritu: ¡todas diocidencias!
«la misericordiosa ternura de nuestro Dios, nos traerá la visita del Sol naciente»
Celebrar este 24 el nacimiento de Juan Bautista: “el que saltó de alegría”, el “precursor”, el “que prepara caminos”; me lleva a pensar adelante y arriba, en quien viene, en Jesús: “el que hace saltar”, “el esperado”, el que “trae salvación”, “la luz del mundo”, “sol naciente”, “la Vida”. A raíz de ese binomio «Juan-Jesús», es que se celebra nacimiento y martirio, dos fiestas. Por eso, traje a estas líneas también, lo del solsticio de invierno y verano, con la correspondencia según el calendario, de las fechas «21-24», tanto en junio como en diciembre todos los años. Juan, el precursor, desde la noche más larga, nos invita a esperar la llegada de Jesús, Sol Naciente, luz de día extenso. Mirar la creación y sus fases, nos haga celebrar la alegría de la salvación, y en “el mientras tanto” del tiempo, preparar caminos y vivir la cotidiana santificación…
Por ser tan grande la fiesta de Jesús, por eso Juan Bautista es tan celebrado en el mundo entero y desde tiempo inmemorial… Fogatas, juegos, celebraciones y rituales, colores, comidas, atuendos, encuentros y memorias, cantos, palabras, danzas, todo se suma para que la vida se haga fiesta, y la celebración ilumine el transcurso del tiempo… Palpitar de tantas vidas que dan sentido al vivir cotidiano, mientras vamos escribiendo la historia. Para quienes creemos en las diocidencias, todo está abrazado por el amar y querer de DiosAmor, que “a todos” y “desde siempre”, nos llama a su fiesta de eternidad, su divino “para siempre”.
«para hacer conocer la salvación por el perdón de los pecados; para iluminar a los que están en las tinieblas de muerte, y guiar nuestros pasos por el camino de la paz»
Santificar la vida diaria, orientarnos a la luz de Jesús-Sol, fue desde siempre un modo y una indicación de Nuestro Padre y Fundador José Kentenich. Él mismo, en semejanza al Bautista del desierto, puso su vida, y la de los aliados, su fiel palpitar, al servicio de la Mater, desde sus Santuarios. Apostolado de “ser y hacer”, que van jalonando los tiempos y las circunstancias. Y así como la luna brilla con la luz del sol, así también nosotros, como Juan, como María y José, alumbramos a muchos con la Luz que es Jesús. ¡Qué bello es alumbrar! ¡Qué importante es dejarnos iluminar! ¡Cuántas sombras hay! ¡Cuán necesaria es esta luz!
«Como el girasol se vuelve al sol, que lo regala con abundancia, Padre,
nos volvemos creyentemente hacia ti con el pensamiento y el corazón».
(Al Credo, H.P.: 76)
Ejemplo y camino para celebrar esta luz solar, apuntar a esta luz recibida, luz y paz que podemos regalar, la encontramos plasmada en las bellas páginas del “Hacia el Padre”. En las sombras de locura y muerte de Dachau (1942-1945), como nuestras sombras cotidianas, el Sol-Jesucristo irradia todo su esplendor. Allí, las oraciones, explícita o veladamente, mencionan la divina luz. Schoenstatt, que, desde el Primer Hito, dijo sí a permanecer y estar en la luz divina, quiere ser faro luminoso -como Juan- para orientar a muchos hacia la luz que es Jesús. En las más de treinta veces que se menciona el “sol” como símbolo de Dios/Jesucristo, y María como portadora/mediadora, y el Santuario como “pradera asoleada/faro del mundo”, encontramos una válida fuente de espiritualidad y una brillante motivación para la fidelidad apostólica. En particular, les invito recorrer y saborear las páginas de la Introducción y las Oraciones del “Oficio de Schoenstatt” (N° 171-223).
«Te alabamos, porque la vida de María fue norma para nuestro trabajo cotidiano;
porque en su vida el esplendor solar de Cristo nos lo hiciste llegar con cercanía tan humana.
Con júbilo recogemos todas las alabanzas que arden llameantes en la creación,
y las traemos a tu altar en Jesús y en María, por los siglos de los siglos. Amén»
(Oración Final, Para Después De Completas, H.P.: 222-223)
Hermosa y brillante ocurrencia, que partió las sombras del cautiverio y el miedo, con la luminosa inspiración del Espíritu para dejarse iluminar, para orientar los corazones palpitantes hacia el corazón de Jesús, para vivir según su santa voluntad; orientarnos con el sol, a sus ritmos, y momentos, para configurarnos y plasmar la vida diaria, con su amor, revolución de ternura y compasión.
«Y tú, Niño-Profeta del Altísimo, irás delante preparando sus caminos»
Alimentar nuestra vida espiritual a la luz de Jesús, irradiar por el Espíritu nuestra entrega apostólica, es el mejor modo de testimoniar su radiante presencia, con luminosa fidelidad. Como Juan Bautista, como Belgrano y María Catalina, como José Kentenich y muchos Aliados, somos portadores de una luz que no es propia, pero que se nos confía, para hacer palpitar los corazones, los de muchos y los propios. Estemos dispuestos de corazón, aunque niños, a llevar esta luz, a señalar horizontes, preparar caminos y acercar distancias, para que Jesucristo-Sol sea nuestra verdadera Luz, signo de amor y paz, señal luminosa de un mundo renovado. ¡Vamos delante, pero grande es Él!
Una Patria Familia, es la bandera de la Mater, ésta es la misión que nos fue regalada. “El abanderado no es nada la bandera lo es todo” (P. Kentenich, Plática Bodas de Plata Sacerdotales, 11 de agosto 1935). Aliados y servidores como Juan, con la palabra y la vida, precursores de hombres nuevos para tiempos nuevos, recemos y trabajemos por ese Reino mariano que anhelamos. Aquél 27 de febrero de 1812, se dijeron: “Juremos vencer a los enemigos interiores y exteriores, y la América del Sur será el templo de la independencia y de la libertad. En fe de que así lo juráis, decid conmigo ¡Viva la Patria!”.
Que la Mater, Custodia viva, nos regale siempre a su Hijo “Sol-Eucarístico”, así sucede al encontrarnos con Ellos en el Santuario… Que Él crezca y yo disminuya, digo con Juan, porque Jesús, es el Cordero de Dios, que quita el pecado y trae luz, salvación y paz… ¡Lo juro! Y Vos, ¿a qué te comprometerías?