Generación “Jóvenes del Bicentenario”
Autor: Nicolás Beltrán
Alentando la Argentina que soñamos
El 9 de julio de 1816 nuestros congresales reunidos en Tucumán manifestaban la voluntad de investir a nuestro pueblo del más alto carácter de nación: libre, soberana e independiente de toda otra dominación extranjera. De este modo, luego del proceso político iniciado con la Revolución de Mayo de 1810, se asumía por primera vez la voluntad expresa de libertad.
Sin embargo nuestro país, el más pequeño de la América española, cargaría sobre sus hombros no solo la independencia propia, sino también la independencia de Chile, Perú, Uruguay y colaboraría con Ecuador y Bolivia (1806-1880).
“Todo esto lo haría con una exuberancia inaudita” (Simón Bestani, 2003).
Teníamos al mismo tiempo ejércitos argentinos en Chile, Perú, Uruguay, Ecuador y Bolivia y además estábamos en guerra civil. Esto convirtió a Argentina en una gran nación dentro de la región y ante sus países hermanos.
Aquella independencia propia y ajena fue con gran exuberancia y luego de ella, de la mano de la generación del ’80 (1880-1930), también crecimos y nos desarrollarnos exuberantemente. Definimos a la inmigración como eje estratégico para el desarrollo, a tal punto que cambiamos de etnia. Fuimos tan a fondo que pasamos de una población que en el año 1960 era menos de un 15% europea, a 1930 en donde el 95% pertenecía a esa etnia.
Ordenamos tan rápido la economía que en solo 30 años nos convertimos en los mayores exportadores mundiales de trigo y harina superando a EEUU. En ese periodo pasamos de 10 km. de vías férreas a 33.000 km. de vías férreas, casi alcanzando la misma cantidad que Alemania. Fuimos el sexto país de ingreso per cápita del mundo, construimos un gran sistema de seguridad social y fuimos la octava economía mundial, nos llamaron el “granero del mundo”.
Sin embargo, luego nos caímos y nos caímos, excesivos vaivenes políticos y sucesivos cambios de regímenes cívico-militares hasta 1983, pero a pesar del regreso de la democracia no dejamos de caernos exuberantemente hasta hoy, donde la situación política, económica y social es alarmante y desafiante.
203 años de historia desde aquel 09 de julio de 1816 nos imponen repensar por qué ese pueblo libertador y que se desarrolló rápidamente a gran escala, no pudo definir un modelo de país estable que le permitiera crecer sostenidamente y convertirse en la gran nación que estaba llamada a ser.
¿Qué nos pasó?
Creo que difícilmente podamos responder a esta pregunta hablando del escenario internacional, como suele estar de moda hoy para decir que no encontramos respuesta en nuestras propias acciones. Pienso que lo que sucedió es que no pudimos parar de pelearnos……y no pudimos construir un espíritu nacional común que nos unificara definitivamente como nación, no logramos un acuerdo sobre “lo fundamental” y nos dividimos… y así seguimos…
Quizás esto pueda explicarse en que desde nuestros orígenes hemos convivido siempre con dos grandes espíritus nacionales: uno es el hispano, latino, católico y aislacionista; el otro es el liberal, racionalista, librecambista. Estos dos espíritus se encarnaron en los proyectos políticos de Unitarios y Federales. Ninguno logró imponerse claramente y nos ha llevado a los argentinos a pasar sucesivamente desde 1810 de un modelo de país a otro. Pues estos dos espíritus de la división se han reeditado año tras año bajo la forma de liberales y conservadores, demócratas y republicanos, peronistas y anti-peronistas, entre otros. Hoy podrían ser los “verdes” o “celestes”, o quizás los de un lado o del otro de la “grieta”, como una buena definición de la división argentina.
Y claro, pienso que es una respuesta obvia asumir que es muy difícil consolidarte como nación y desarrollarte como país si tu gente, tu pueblo, tus políticos, tus intelectuales, “viven en pugna”.
Ante esta realidad, pienso que nosotros los jóvenes, la Generación del Bicentenario (1816-2016), quienes hemos nacido en democracia, tenemos al menos dos desafíos fundamentales para edificar la Argentina que queremos:
En palabras de Simón Bestani, en primer lugar necesitamos de una generación de jóvenes que sea integradora del pasado. Debe poder tomar con orgullo toda nuestra historia, los logros, lo bueno, los fracasos, lo malo. Debe poder respetar los dos espíritus, y sin renunciar a sus convicciones, debe encarnar una gran síntesis, trabajar para construir un gran espíritu nacional que dé lugar a un proyecto de país integrador, moderno y convocante. Y en segundo lugar esta generación debe recuperar el amor como energía vital. La Argentina es un organismo vivo que necesita ser amado. Nadie que no se sienta amado puede vivir. Amor supera al sentimentalismo, es el sentimiento que sale del corazón para transformarse en convicción al llegar a la razón. No puede haber un proyecto de país basado solo en la razón, a la razón hay que ponerle corazón.
Ante esta realidad, pienso que este 9 de julio de 2019 puede servirnos para reafirmar la convicción de que nuestra iglesia y Schoenstatt en particular, tienen un aporte fundamental para hacer: profundizar sus esfuerzos para alentar una nueva generación de jóvenes con el corazón lleno de valores, con una mirada original, profunda y actual acerca de los desafíos de nuestro tiempo y que, comprometida social y políticamente, sea capaz de involucrarse afectiva y efectivamente con el desarrollo de una nueva Argentina.
En definitiva que todos hagamos nuestro aporte para alentar una generación que pueda “amar para servir a la Argentina, a esa Argentina de carne y hueso que, en silencio, sueña, aguanta y espera.”
Nicolás Beltrán
Juventud Masculina de Córdoba
- Simon Bestani. Presidente Honorifico de Fundación Contemporánea. “Los Desafíos Estratégicos de la Argentina” 2001.
- Simón Bestani. Presidente Honorifico de Fundación Contemporánea. “La Exuberancia Argentina 2003”.