Su capacidad para comunicarse
Mary Fenelon, norteamericana, Milwaukee, madre de 12 hijos.
Quizás lo que más recuerdo del Padre es su capacidad de comunicarse. Hablaba de tal manera que todos los que lo escuchaban -los tipos más variados de intelecto- podían comprenderlo. Recuerdo haber regresado a casa muchas veces luego de haberlo escuchado, diciéndome: “Sí, lo que ha dicho es verdad”. No era la primera vez que oía esas verdades, pero el Padre las decía tan bella y simplemente que ahora dejaban huellas profundas en mi alma. Me imagino que todos han experimentado de alguna manera su calor personal. A veces, mientras caminaba y meditaba por el camino que pasa junto al Santuario de Holy Cross, solía llegarme hasta él. Me tomaba de la mano y preguntaba: “¿Es usted feliz?”. En esas circunstancias, no importa cuánto pudiera estar sufriendo, la única respuesta era: “Sí, Padre, soy feliz”. En esos momentos me sentía como una hija del Padre Dios (y también de nuestro Padre).
Necesidad de hablar con él
¡Qué comprensivo era el Padre! En una oportunidad me dijo que sabía cuán atareada debía estar con mi familia y qué difícil se me haría llegar a verlo. Pero -añadió- si alguna vez sentía la necesidad de hablar con él, que lo llamara simplemente por teléfono y estaría pronto a escucharme.
Le pregunté a Jean Marie, nuestra hija de 13 años, si guardaba algún recuerdo del Padre. Lo primero que le vino a la memoria fue cuando ella y otros niños de nuestra familia visitaban al Padre en su cuarto y el Padre iba a buscarles algún dulce. Estando a punto de tomarlo de su mano, el Padre se los colocaba, jugando, más alto, fuera de su alcance. El Padre sabía cómo llegar aun hasta los corazones más jóvenes.
Extracto del libro “Testimonios sobre el Padre José Kentenich” recopilados por el Padre Esteban J. Uriburu. 1972