Campamento Regional Duc in Altum I, segunda generación
Autor: Santiago Inchauspe – Juventud Masculina San Isidro
El campamento se llama de esta manera porque busca recordar las palabras de Jesús a los apóstoles (Lc. 5, 1-11) donde los invita a navegar mar adentro. Y es este llamado lo que buscamos que le llegue a los chicos y lo que fuimos viviendo durante todo el campamento.
Con un grupo de aproximadamente cincuenta chicos nos animamos a navegar mar adentro y nos juntamos todos en el Santuario de Confidentia el lunes 6 de febrero para zarpar hacia Mar del Sur. Fue un viaje largo aunque sin inconvenientes. La llegada fue algo movida, pero pudimos armar las carpas e instalarnos rápido, y empezamos como nos gusta, en comunidad, celebrando Misa.
Ya desde el primer día fuimos entendiendo de qué se trataba navegar mar adentro: de ir más allá, de superar las comodidades, de animarnos a ayudar a los demás, de animarnos a escuchar adentro nuestro, de tener iniciativa y navegar, sin esperar que las olas nos arrastren, sin esperar que nos digan qué hacer, sin esperar que nos pidan algo, de estar atentos al otro para ayudarlo cuando pueda.
Fuimos escuchando el llamado a salir de la orilla, a confiar en Jesús que nos invitaba a navegar con Él y su Madre, nuestra querida Mater. Y nos dimos cuenta de que, como a los apóstoles, Dios no nos invitaba a ir solos, sino en comunidad. Vimos que había otra gente en el barco que navegaba con nosotros.
A lo largo de toda la semana se fueron generando espacios y se abrieron invitaciones
concretas para que los chicos naveguen mar adentro. Un grupo de chicos escribió una canción de campamento que nos ayudó a rezar, otros ayudaron siempre en sus clanes a juntar leña o a cocinar. Muchos pusieron sus dotes musicales al servicio de los demás para tocar y cantar en las misas y en los ratos libres o de fogón. Otros sacaron a relucir sus talentos para el deporte en los distintos juegos a la tarde y a la noche. Más de uno ayudó a generar un buen clima, tratando con respeto a los demás y haciendo chistes que nos hicieron reír a muchos. También peregrinamos hasta una ermita de la Virgen, y los chicos fueron aportando al capitalario hasta llenarlo.
Nuestros días no eran muy distintos a los de otros campamentos de Schoenstatt.
Arrancábamos la mañana con un momento de oración en el Santuario, cada día con un pasaje distinto de la Biblia y con distintas dinámicas para que los chicos mediten sobre lo
escuchado.
Luego desayunábamos todos juntos, ordenábamos las carpas y terminábamos la mañana con un buen rato de formación en grupos, siempre divididos por edades. Al mediodía cada clan (Canis, Orión, Phoenix y Crux) se encargaba de cocinar su propia comida, dirigidos por su capitán.
A la tarde teníamos los juegos que servían para que cada clan sume puntos y para disfrutar del aire libre. Después tomábamos el té y celebrábamos Misa. La noche empezaba con la comida por clanes, seguía con un juego nocturno y cerrábamos con una oración en el Santuario, volviendo un poco a lo escuchado por la mañana e invitando a reflexionar sobre lo vivido en el día.
Creo que lo distinto de este campamento, por un lado, fue la centralidad del Bautismo en toda la espiritualidad. El último día cerramos con broche de oro renovando el Bautismo de cada uno en una celebración épica en la playa. Otro distintivo de este campamento fue la
originalidad de cada chico, que aportó lo suyo para que Duc In Altum sea una experiencia
única. Por ejemplo, en un clan había un chico que se probó en las inferiores de un club de futbol, y el día que jugamos torneo lo ganaron. Desde su lugar, con sus talentos y sus
particularidades, cada uno fue aportando y construyendo el campamento.
Duc In Altum no fue una actividad que organizamos los coordinadores, fue una experiencia comunitaria, algo que vivimos todos juntos. Creo que todos los chicos se animaron a subirse al barco, a remar un poco, a izar las velas, a aportar lo suyo para que el barco navegue, para que el campamento sea una verdadera experiencia de encuentro con Dios, la naturaleza y los demás.