PADRE ESTEBAN URIBURU
9.5.1937 – 12.10.1998
“Hazme, Madre, luz mariana de la Misericordia y la Victoriosidad del Padre.”
El Padre Esteban José Uriburu nació en Buenos Aires el 9 de mayo de 1937, cursó sus estudios primarios y secundarios en el Colegio del Salvador y estudió en la Universidad de Buenos Aires, donde se recibió de Abogado en 1960. En un viaje a Chile, en enero de 1957, un joven le habló de Schoenstatt y lo invitó al campamento a donde se dirigía. Esteban aceptó, y ese primer contacto con Schoenstatt cambió el rumbo de su vida. Unas semanas después visitaba el Santuario de Nuevo Schoenstatt:
“Fui al Santuario. No sé qué pasó en mi encuentro con la Virgen María en ese lugar. El hecho es que esa tarde, decidí meterme de lleno en Schoenstatt. Lo hice con todas mis fuerzas.”
El anhelo de ser sacerdote, de consagrar enteramente su vida a Dios y zambullirse en el mar de Cristo, comenzó a inquietarlo y desplazar, poco a poco, sus ambiciones políticas.
Realizó su Noviciado en Chile, sus estudios de Filosofía en Brasil y de Teología en Alemania. En 1965 pudo compartir más de cinco meses con P. José Kentenich en Milwaukee. Él mismo consideró esta visita como un tiempo de gracias que marcaría profundamente su vida sacerdotal. En 1971 fue ordenado sacerdote como Padre de Schoenstatt en el Santuario Nacional de Nuevo Schoenstatt, en Florencio Varela, de manos de Mons. Plaza, entonces Arzobispo de La Plata.
El mismo Padre Kentenich lo llamó “un nuevo Colón” por el universalismo en su conciencia de misión y porque intuía que se dedicaría a conquistar el mundo para Dios. No se equivocó. El Padre Esteban descubrió tierras desconocidas y supo ganarlas para la Alianza de Amor. La intuición por lo internacional se hizo plena realidad al conocer la Campaña del Rosario de Schoenstatt, a la cual se entregó por entero y le agregó el título de mundial.
La locura del amor
Vivió en profundidad, con coherencia y fidelidad, “la locura del amor” que predicaba. La riqueza de su personalidad vibrante, su empuje, su capacidad de realización, su humor, su ser aventurero, su liderazgo, su vida y su entrega han dejado un recuerdo imborrable en quienes lo conocieron y trataron.
“Falta en nuestras filas –decía el P. Esteban– mucho más impulso, vitalidad, creatividad. Nos falta más gente entregada libremente, por amor… Si entramos por esta senda, el amor despertará nuestro amor. Así irán surgiendo mártires, héroes, santos. Nos falta la locura del amor.”
El Padre Esteban Uriburu es sinónimo de ardor por la misión, de audacia en el riesgo, de “transpirar la camiseta” en su incontenible impulso por irradiar el evangelio a todos los rincones del mundo con la convicción, el fuego, la pasión y el desbordante entusiasmo que lo embargaban cuando hablaba de Cristo y de María.
“La Iglesia no puede cumplir su misión jugando a la defensiva. Solo el amor nos puede llevar a vivir en el riesgo y la audacia como la cosa más natural del mundo. Ser audaces para jugar siempre hacia adelante, para crear, para agrandarnos –y no achicarnos– en la adversidad. Sabernos constructores de un mundo nuevo, aliados con Cristo y María, a pesar de todo, en medio de todo y, eventualmente, contra todo… Si jugamos así en el partido de la vida, vamos a ser golpeados. Pero no importa, es tan lindo ser un jugador de punta y no tan solo un cómodo –o gritón– espectador.”
Fe en la Providencia y amor a María
El Padre Esteban luchó sin pausa por sacar adelante todo lo que percibía como anhelo del corazón de María. Buscaba abrir caminos donde quiera que fuese, dejándose guiar por una irreductible fe práctica en la Divina Providencia, secreto de su fecundidad. Esa fe fue la llave, el núcleo vital de su santidad, el motor de su crecimiento en la esperanza y la caridad. Se lanzaba –como solía decir– “con un mínimo de seguridad humana, arriesgando un máximo de confianza en Dios”. Y explicaba: “Tanto total confianza en Dios como total compromiso de nuestra parte”.
Su biografía sobre el Padre Kentenich: Un profeta de María, fue su obra literaria más exitosa y traducida a varios idiomas; el título define también la aspiración más profunda del P. Esteban: llevar el amor por María y la Alianza de Amor con Ella a miles y miles de todos los continentes. La ampliación del Movimiento de Schoenstatt cobró a través de la Campaña del Rosario un impulso fundamental. En su corazón latía aquello que se afirma de San Pablo: Cor Pauli, cor mundi – el corazón de Pablo es el corazón de mundo. No solo llevó Schoenstatt a muchas diócesis de nuestra Patria y a otros países, sobre todo difundió en muchos la Campaña del Rosario de la Virgen Peregrina.
Su fe viva se tradujo en obras
El Padre Esteban no era un activista. Era un instrumento fecundo en el Reino de Dios. ¡Cuántas fundaciones y acciones nacieron de su atenta escucha de las voces de Dios que descubría en las almas que se le confiaban como sacerdote!
Cuando percibía que algo era de Dios, nada lo detenía. Eso le acarreó muchas veces la incomprensión de algunos, pero también la adhesión de muchos que lo acompañaron fielmente colaborando con él en sus proyectos.
Bajo su influjo nacieron iniciativas como las Voluntarias de María, que trabajan apostólicamente en los hospitales; Confidentia, en el centro de Buenos Aires –sede de cursos, retiros, talleres y reuniones, y propulsora y cobijo de acciones sociales–, así como otros centros de irradiación mariana: el Centro de Belén de Escobar y el Centro Mariano, en la diócesis de Nueve de Julio. También influyó para que se levantaran los Santuarios de San Isidro, Salta, Comodoro Rivadavia y el Sion del Padre en Florencio Varela.
Tres proyectos surgieron para apoyar a familias de bajos recursos en una zona carenciada de Florencio Varela: el Centro Deportivo “Juan Pablo II”, lugar de recreación para las familias; la Casa del Niño Padre Kentenich, para contención y educación infantil; y el taller de oficios ‘San José´ para dar salida laboral a jóvenes sin recursos. Fue además vice-postulador de la Causa de beatificación de Don Joao Pozzobon e impulsó incansablemente la internacionalización de la Campaña del Rosario de la Virgen Peregrina de Schoenstatt, que Don Joao había iniciado en Brasil evangelizando en las familias, escuelas, hospitales y cárceles. Se destacó como un hombre de grandes proyectos, y su obra alcanzó dimensión internacional.
Su última lucha
En 1994 se le diagnosticó una dura enfermedad: policondritis recidivante. “Un grado elevado de amor –decía– lleva a la entrega de la propia vida… como el Buen Pastor”. En ese espíritu, ofreció heroicamente su enfermedad y también su vida a Dios.
“Al pensar que un día deberé partir de regreso a la Casa del Padre, quiero dejar mi eterna gratitud a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, por su conducción en mi vida. Sin la experiencia –inmerecida de mi parte– de la omnipotencia divina, de la providencia divina y de la infinita misericordia del Padre, yo no hubiera sido sacerdote, ni estaría hoy acá. Sencillamente, ¡gracias, Dios mío!
Debo todo a la Virgen María, nuestra querida Madre, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de Schoenstatt, misteriosamente unida a la Trinidad… Para expresar mejor lo que María ha sido en mi vida, utilizo las palabras que me dijera el Padre Fundador en Milwaukee, una tarde de agosto de 1965: ‘No olvide que no solo usted ha sellado una Alianza de Amor con Ella, sino que Ella ha hecho una Alianza de Amor con usted. Y Ella es la Virgo fidelis, la Virgen fiel’.” (Del testamento del P. Esteban)
El P. Esteban José Uriburu murió en Buenos Aires, el 12 de octubre de 1998. Su tumba se encuentra en el Cementerio “Hacia el Padre” en el terreno de Sion de los Padres de Schoenstatt en Florencio Varela.
Biografías:
- Esteban J. Uriburu, Sacerdote y aventurero – María Laura Sadi, Emecé
- Padre Esteban J. Uriburu, así te recordamos – P. Alberto Eronti, Editorial Patris