En grandes dificultades
En grandes pesares
y amargos dolores,
no obstante mis faltas y culpas,
benigna escuchaste
mi oración,
mi suplica filial.
En dolor y congoja,
cuando arreciaba la guerra
y el fuego emergía,
con tu poder bondadoso
que mantiene vigilancia,
Madre, me cobijaste.
En años de tormenta
cuajados de peligros,
a todos los míos,
que a Ti se estrechan,
los cuidaste solícita,
inconmovible y fiel.
Gracias, Madre;
en cada instante,
ante todos los pueblos,
por mi servicio
y simplemente
alabare tu nombre.
Aunque se desplome el mundo,
lleno de confianza,
mi único norte
será cumplir
con fidelidad
el querer del Padre.
A través de tinieblas
y tiempos de caos,
de tu mano, Madre,
Él me guiará
hacia el hogar,
la patria del cielo.
Tras todo llanto
me reunirá
con los que amo
y fueron fieles:
juntos contemplaremos al Cordero
en la presencia de Dios. Amén.